"Las Ruinas Prohibidas Del Tiempo Y El Portal"

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CAP. IX


Muchas huellas se hundieron en el vacío blanco,  y en el frío témpano de hielo en que se habían convertido las ruinas, aquella antigua morada de los dioses. No podían sentir los huesos,  los dientes les crujían y la fuerte brisa los empujó de regreso cada paso que avanzaron.  Sus miradas ya no eran resplandecientes,  en sus pupilas giraba una misma tormenta,  ¿invierno? y el mismo volcán por dentro de sus corazones gritando a sus almas que continuaran.

Era casi imposible ver el horizonte,  entre los antiguos muros que yacían congelados como montañas de hielo acariciados por la cruel ventisca cortante,  al roce pálido de la muerte. Darlion y Verdandi se sujetaban uno del otro,  pero la corriente de aquel extraño viento los dirigía al contrario de sus pensamientos.

—¿Por qué tanta... escarcha? —le preguntó Verdandi a Darlion.

—¡Arena! ¡Es arena!—respondió Darlion, con toda la fuerza de su voz.

—¿Qué? ¡No puedo oír lo que dices!

—¡Olvídalo! solo sigue caminando.

—¡No podemos continuar!

La fuerte brisa arrancó a Verdandi de las manos de Darlion,  esta lanzó un grito desesperado. Inesperado destino,  naufraga en el exilio  de la desesperación,  al verla girar  en círculos en el aire,  lo consumió el terror. Darlion era arrastrado por el mismo despiadado soplido,  que parecía quejarse sin motivos esta vez; eran torbellinos y tormentas de hielo y escarcha. La tierra cubierta de estos se abría sin miedo y crujía y temblaba sin dolor,  ante las garras afiladas del águila de Verdandi que se había recuperado, y regresó en el momento preciso, la sostuvo con una de ellas,  y con la otra a Darlion.

—¡Sujétate! —le gritó ella a él.

Las huellas de ambos se vieron desaparecer desde arriba,   a medida que se elevaron,  el suelo se fue oscureciendo; el grito de aquella ave era de triunfo sobre sus mágicas y blancas alas,  se disolvían sus plumas al arrancarse y chocar al débil de las ondas que esquivaba. Su vuelo se elevó más y más alto,  hasta que pudieron ver el cielo apagado como se acercó,  lleno de nubes negras que amenazaban con volverlos polvo en un respirar,  sin dar tiempo a un solo anhelo.

Era el lugar en donde se encontraba la torre de hielo,  de cristal,  con murallas de piedras,  unidas en forma de dos cartabones pegados de cabeza. El ave los dejó lo más alto que pudo,  en el camino de ronda de aquel palacio. En silencio siguieron hasta la gran torre del homenaje,  la mas alta y congelada. Separados,  buscaron el portal,  pero no reconocieron nada que tuviera que ver con este; sólo era un espacio mediano con muros enormes y en su interior,  en el techo,  a la mitad,  un pequeño orificio por el cual entraba arena en forma vertical; caía en otro hoyo debajo,  en el suelo. Era una especie de aparato paradójico,  cada cierto lapso corto de tiempo,  la parte del triángulo de arriba giraba,  mientras la otra se quedaba inmóvil,  al transcurrir otra vez el tiempo exacto,  ocurría lo contrario.

Esferas de tiempo,  gotas de silencio,  magia y olvido; ruinas que se prohíben,  pero ¿por qué al norte? si ya no hay ilusión y los guerreros que duermen allí,  en la clara oscuridad,  serán traídos al despertar la guerra; Manchas de orgullo,  poder y vanidad corrompieron la virginidad de la gloria que existió en los matices eternos de Asgard.  ¡júbilo y grandeza! desgastados y empañados por cobardes reyes y míseros guerreros acorazados por el mismo ciego linaje; Espejismos que dicen la verdad removidos,  por el poder de fuego oscuro que quema dentro del agua y hace arder para siempre la llama,  que en el último invierno se apaga,  bajo la ultima luna que llora la muerte del rey. "Que la herida causada por la venganza cautiva,  venga a curar lo que se supone debe pasar". Los hijos de las estrellas,  de la luna y del mar,  muertos están,  en la palma de la mano del lobo Hati,  pueden contarse como granos de arena y sal.

—"Que la herida causada por la venganza cautiva,  venga a curar lo que se supone debe pasar" ¿significará algo importante?

—preguntó verdandi.

—Habrá que averiguarlo,  la inscripción al parecer es muy antigua,  con dificultad pude entender lo que dice —respondió él.

—Otro acertijo. "Que la herida causada por la venganza cautiva,  venga a curar lo que se supone debe pasar". "Que la herida causada por la venganza cautiva,  venga a curar lo que se supone debe pasar".  "Que la herida causada por la venganza cautiva... ¡Yo no veo ningún portal aquí! —dijo Verdandi, un poco indignada—. Esto,  más bien parece un...

—Un reloj de arena.

—El tiempo. Entonces,  es como dijo Leshy —dijo ella,  desesperada.

—La llave del destino,  la llave maestra que abre todas las puertas,  incluyendo la del tiempo.

—¿Qué tratas de decir?

—Eres la clave para entrar.

Verdandi giró a sus espaldas y caminó despacio  con angustia.  Se le llenaron los ojos de lágrimas,  mientras intentó descifrar el por qué sin razón aparente.

— Pero,  yo... —balbuceó.

Darlion pronto miró a Verdandi y observó en el reflejo de la espada el sol,   pero este estaba de frente a ella. Perplejo y asustado,  examinó el cuadro despacio, y rápido regresó la mirada hacia atrás,  para volver a ver lo mismo —¿Por qué hay dos soles? —preguntó.

Verdandi enmudeció,  miro alrededor,  casi paralizada de terror,   y hacia el suelo,  vio que Había una vidriera azul intenso de la luna, miró hacia arriba,  y otra azul celeste resplandecía con la figura del sol. Ambas tenían formas redondas y transparentes como un diamante; ambos podían ver su reflejo. Lo que aquella vieja inscripción significaba,  solo el tiempo podía enseñar; En aquel lugar donde caía la arena,  en un muro estaba clavada,  desgastada y polvorienta en la espera de quién  la completara.

—Es un espejo —dijo Verdandi, mientras miraba sus reflejos en la vidriera del sol— "hasta que puedas verte a ti mismo conquistando el otro lado" ¿Cómo? ¿Cómo llegaremos hasta allá arriba? —dijo, desconcertada.

—Ya no está cayendo arena en el agujero.

En ese momento,  hubo un abrasador ruido,  y la torre  tembló de golpe.

—¡¿qué fue eso?! —preguntó Verdandi, asustada.

Puños de arena apegados a los muros se esparcieron por el viento, al momento en que el interior de  la torre dio un gran giro veloz. Verdandi y Darlion cayeron hacia el otro lado,  gritando y envolviéndose en la gravedad del impulso contrario que los golpeo. Hizo vagar sus memorias,  coloreando de negro el paisaje. Volvieron en sí,  cuando se iluminó la luz que irradiaba el escaparate del sol; Darlion se puso de pie primero,  ayudó a Verdandi a pararse,  ambos caminaron,  se posaron sobre aquel tragaluz radiante y poderoso; sin sospechar que se iluminaría aun más,  las paredes se oscurecieron y  el mismo símbolo que apareció sobre la piedra de la espada de los veritas,  se fundió  en cada una de ellas,  del techo y del suelo. Todo el lugar se empezó a llenar de una ligera niebla blanca. De los seis sellos salieron perfumados pétalos de rosa blanca,  de entre ellos se escuchó  una difuminada risa que se esparció por todo el lugar y los envolvió. Los reflejos comenzaron a girar,   como un gran remolino,  el cual los tragó.
































Evil Of Glory 1: Mitad Dragón© (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora