Capítulo V

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Fue Louis quien, predominando la situación una vez más, agarró su brazo hasta llevarlo nuevamente hacia la mesa de ping pong. Harry, sumiso, no opuso resistencia alguna.

Colocó su mano en su nuca, haciéndolo bajar hasta que su abdomen quedó totalmente pegado a la mesa. Louis, aún detrás de él, palmeó su trasero orgulloso por la increíble sumisión que estaba mostrando ante sus movimientos.

—Abre las piernas. —ordenó con seriedad.

Volvió a obedecer. Su rostro pegado a la mesa mientras que con sus manos buscaba desesperadamente algo a lo que aferrarse, mientras que su mejor amigo acariciaba su trasero disfrutando de lo que era suyo.

Sin embargo, no fue capaz de reprimir el grito que le quemó la garganta justo en el momento en el que Louis, travieso y excitado, se introdujo en él de una sola embestida.

—Hijo de puta, p...podrías haber avisado. —bufó frustrado, agarrándose a los extremos de la mesa. Louis sonrió con sorna.

—Es mejor cuando no te lo esperas.

—Que te follen. —resopló.

—Irónico, ¿cierto? —bromeó riendo.

Las palabras fueron sustituidas por pequeños gemidos justo cuando el castaño, sin poder resistirse más, comenzó a moverse tras él.

Embestida tras embestida, gemido tras gemido, todo el ambiente invadido por el calor corporal que comenzaron a sentir ante tan estrecho contacto. Tanto era así, que Harry, tuvo que morderse el brazo para callar los gritos que salían desde lo más profundo de su ser.

Louis lo miró orgulloso, satisfecho al saber que era él quien estaba provocando todo aquello. Sus manos separaban las nalgas de su mejor amigo para obtener una mayor accesibilidad a él, y todo su cuerpo se mantenía en movimiento con el único propósito de llenar hasta su último mísero centímetro.

Ninguno dijo nada. Realmente, tampoco hacía falta.

Harry se dejaba llevar por todo el placer que sentía su cuerpo ante los experimentados y preparados movimientos del castaño, mientras que él, dominante y orgulloso, se preocupaba por forzar sus movimientos hasta hacer de ellos embestidas duras y despiadadas.

El rizado no se quejó. Al contrario, le gustaba aquello. Disfrutaba de todo lo que su organismo estaba sintiendo, así como del dolor que comenzó a sentir cuando su mejor amigo incrementó la velocidad de sus embestidas. Un dolor placentero, un dolor que le obligaba a poner los ojos en blanco mientras que gritaba todo lo que no podía contener.

Louis resopló con fuerza, alzando la cabeza hasta echarla hacia atrás.

—Estoy a n...nada de correrme en tu culo.

—Q...que rom...romántico. —ironizó el rizado.

—Oh, c...cállate.

Sin embargo, el rizado, no tuvo tiempo para siquiera reírse de su propio comentario. Antes de eso, un fuerte grito se escapó desde sus entrañas, arrastrando consigo al castaño hacia uno de los orgasmos más fuertes que habían experimentado nunca.

Los gritos fueron sustituidos por dos respiraciones agitadas, dos corazones latiendo desbocados, y dos cuerpos febriles que sudaban sin remedio ante la intensidad de la situación que acababan de vivir.

Louis sonrió besando el trasero de Harry, palmeándolo antes de apartarse para que pudiera levantarse. Él así hizo.

—Aún aguanto otra. —propuso el ojiverde.

—Me acabo de quedar seco, rizado.

—Oh vamos, ¿no eras tú el que quería ver cuánto aguantaba yo? —lo retó.

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