|| Dos ||

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Las visitas de Harry se volvieron costumbre... o algo así. De la nada aparecía y desaparecía. Tom logró comprender un poco después de que Harry le explicara que era magia.

—Entonces haces magia gracias a tu varita —murmuró el menor.

Para esos momentos, los dos se encontraban sentados uno frente al otro mientras eran separados por las gastadas vallas del orfanato. Harry había traído algunos sándwiches para almorzar, los cuales compartió con Tom como si ésa hubiera sido su intención desde el inicio, cosa que Tom no dudaba dado que el ojiverde siempre le traía algo.

—Claro, aunque podrías hacer magia sin varita, cuando eres niño puedes hacerlo, pero es descontrolada a causa de que está fuertemente ligada a las emociones. A mí me pasaban cosas graciosas, hubo una vez que mi tía quiso cortarme el cabello, pero le quedó horrendo, odié tanto ese peinado que, al día siguiente, ya tenía mi cabello largo y con mi corte de siempre. —Tom miró a Harry y asintió. El joven siempre había sido algo fascinante por ver— También desaparecía y aparecía en mi habitación cuando no quería estar en lugares a lo que me llevaban mis padres... Creo que lo más asombroso que hacía era eso, pero puedes hacer más cosas como...

—Como hacer que las cosas se muevan de lugar o que los animales hagan lo que tú quieres —susurró por lo bajo Tom, mirando el suelo esperando que el ojiverde no le dijera que cosas como ésas eran para personas anormales y no para magos.

Pero, claro, Harry siempre hacía todo lo contrario.

—¿Sabes? Tengo una personita muy especial esperándome en casa que, cuando era niño, no sabía que era mago hasta que un "estúpido niño mimado" se lo dijo —comentó dándole la última mordida a su sándwich—. Creo que es mi turno de ser tu estúpido niño mimado —Tom levantó su mirada justo a tiempo para que Harry le regalara la sonrisa más brillante que hubiera visto en toda su vida—: Tom, eres un mago.

Tom abrió y cerró su boca, mirando con curiosidad al mayor. No habían pasado tanto tiempo juntos, pero sí el suficiente para que el menor conociera esa mirada que le lanzaba, como si fuera alguien interesante. Alguien que mereciera la atención de una persona tan asombrosa como lo era Harry.

—¿Cómo...?

—Es imposible ignorar el cosquilleo que me causa tu magia, ¿sabes? —dijo el mayor estirándose, el menor reconoció el sonido que hacían los huesos al acomodarse en su lugar—. Ya casi me tengo que ir, no me queda mucho tiempo. —Se levantó del suelo con un suave movimiento.

Lo miró guardar las servilletas de su almuerzo en la bolsa de canicas que siempre cargaba y, como si de un impulso se tratase, como si algo dentro de Tom no quería que se fuera, dijo:

—Las serpientes me hablan, yo hablo con ellas... ¿también es magia? 

Los ojos verdes de Harry lo miraron con asombro antes de reír con alegría, volviéndose a sentar frente a él, como un niño delante de su juguete favorito.

—¿Puedes hablar como si yo fuera una serpiente?

De todas las reacciones, ésa definitivamente no era ninguna de las que pensó. Miró fijamente a Harry, el verde de sus ojos como si fueran las escamas de una serpiente.

Eres hermoso —siseó logrando que la calidez invadiese los ojos contrarios, ¿será que...?

Oh, me gustaría ser la mitad de hermoso que eres tú, cariño —contestó en respuesta.

Las mejillas de Tom se ruborizaron, aún con eso, como muestra de confianza, Tom le dijo sobre otras cosas extrañas que hacía y recalcando muchas veces su interés por las serpientes. El ojiverde quedó fascinado, pero cualquier signo de alegría se borró de un momento a otro, pidiéndole de favor que, nunca más, le dijera eso a otras personas.

Primeras veces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora