Capítulo 3.

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Valentina pudo verla sentada en las gradas del campo de fútbol con un libro abierto sobre sus piernas; se veía más concentrada en lo que estaba leyendo que en los chicos que corrían pateando un balón por todo el campo verde.

Pensó en lo cautivadora que era la imagen de la pequeña chica, su cabello moviéndose un poco por el aire, mordía levemente su labio inferior, sus largos dedos aferrándose al libro y pasando las páginas, un pequeño puchero en sus labios.

Sin pensarlo tanto, fue y subió las gradas hasta donde estaba Juliana y se sentó junto a ella. Quería estar con ella después de casi tres semanas sin siquiera haberla visto por los pasillos. Juliana al sentir la cercanía de cierta persona, alzó la mirada y sonrió ampliamente al ver a Valentina junto a ella, mirándola.

—¿Qué tal todo, Valentina? ¿necesitas algo?

—Todo bien, sólo quería fumar un poco y te vi aquí, así que decidí venir contigo ¿te molesta? —la miró a los ojos—. Digo, porque la última vez saliste corriendo y comienzo a pensar que desde esa ocasión estás huyendo, como si quisieras evitarme a toda costa ¿es así, Juliana? —dejó de mirarla para mirar a los chicos en el campo entrenar... o al menos fingir que lo hacía.

—Yo... lo siento por ese día. En serio tenía que ir a terminar unas cosas y...

—¿No habrá sido por la cercanía de esa ocasión? —se acercó al rostro de Juliana y esta al instante se puse tan roja como un jitomate.

—N-no, para nada —susurró con un nudo en el pecho. El corazón le latía a mil por minuto y no podía hacer nada más que apreciar a la rubia por la poca distancia que había impuesto—. Valentina, deberías alejarte... estamos frente a muchas personas y pueden vernos y entonces se confundirán respecto a todo esto y ya sabes, empezarán con rumores falsos y...

—¿Te molesta que te vean conmigo? —preguntó separándose para sacar la cajetilla de su chaqueta y tomar dos cigarrillos. Esta vez Juliana sí aceptó el que le daba. Sacó el encendedor y prendió el suyo, pero se detuvo cuando iba a encender el de Juliana.

—No, claro que no, pero pensé en que quizás a ti sí... las veces que hemos hablado han sido lugares en donde estamos solas o la gente corre lo suficiente como para no prestarnos atención —agachó la mirada, viendo el cigarrillo apagado entre sus dedos.

—¿Por qué habría de molestarme? me importa una mierda lo que la gente hable, Juls. Que digan lo que quieran, no voy a esconderme cuando esté contigo.

—¿Podrías... crees que podrías hacer lo mismo de la otra vez? —preguntó alzando la mirada hacia Valentina. Esta última la miró con expresión expectante y confundida al no saber a lo que se refería—. Lo del humo...

—¿No quieres ese? —hizo un movimiento de cabeza para que Juliana entendiera que se refería al cigarro que ya le había dado.

—Sí lo quiero, pero me gustó la sensación de... bueno, olvídalo, sólo prende éste —se calló de golpe al sentir el índice y pulgar de Valentina sobre su barbilla. Le giró la cabeza con suma delicadeza y se miraron a los ojos.

Juliana no hizo nada más que ver a los ojos tan profundos de Valentina mientras daba una calada a su cigarro y manteniendo la boca cerrada para guardar el humo ahí. La distancia era muy corta y Juliana cerró los ojos igual que la vez pasada. Valentina se centró en sus labios, tan rosados, tan húmedos, delgados y esponjosos; tan besables. Siguió acercándose como la vez pasada. Su mano se despegó de la barbilla de Juliana y se colocó con suavidad sobre su mejilla.

Cerró la distancia casi justo como la vez pasada. ¿la diferencia? esta vez sus labios sí se unieron, no en un simple roce. Valentina sintió que el cuerpo de Juliana se estremecía de una manera casi imperceptible, pero a pesar de eso, se sintió aliviada de que Juliana no hiciera ni el más mínimo intento por alejarse.

Juliana sentía que en cualquier momento le daría un infarto. Alguien tendría que estar llamando a los paramédicos desde ya. El humo llenaba su boca de una manera más completa que la vez pasada y los labios de Carvajal se sentían como estar en el cielo.

Valentina se sintió en la completa libertad de profundizar el beso. No podía llevar su otra mano a la cintura de Juliana pues era donde tenía el cigarrillo encendido y no podía permitirse un accidente, pero sintió que su corazón daba un vuelco cuando sintió las manos temblorosas y nerviosas de Juliana encaminarse hasta sus hombros y luego enredarse en su cuello. Nunca ningún beso le había hecho sentir tan completa.

Separaron sus labios, pero aún estaban cerca. Juliana fue la primera en alejarse. Valentina ya se estaba acostumbrando a verla apenada, sonrojada o tímida y esta vez no fue la excepción.

Valentina no quiso hacer ningún comentario para no incomodarla más, así que simplemente llevó el encendedor a la punta del cigarro que Juliana había llevado a su boca en señal de que quería fumar.

—¿Has fumado más sin mí, pequeña traidora? —preguntó Valentina después de haber encendido el cigarro de Juliana y de que esta diera la primera calada sin problema alguno.

—Yo... el otro día compré una cajetilla. Eran de menta y quizás suene ridículo, pero me gustaron y...

—Creo que la menta va contigo —asintió sin dejar que Juliana dijera algo más.

Y así se quedaron por un buen rato, simplemente dando caladas a sus respectivos cigarrillos. No necesitaban decir nada, sólo estar en cercanía la una con la otra.

—Valentina... ¿por qué compartes de tus cigarrillos conmigo? ya vi que no son muy económicos y he notado que ni a tus amigas les obsequias uno —Juliana estaba mirando su perfil y cómo el aire se llevaba el humo de su boca.

—Porque ellas son unas idiotas —contestó aun mirando hacia enfrente.

—¿Y yo no lo soy?

—Oh, claro que lo eres, pero eres una pequeña idiota muy linda, adorable, inteligente y sexy, así que se te permite. Y además eres agradable, me gusta más estar contigo que con esa bola de idiotas sin más cualidades —le obsequió un guiño a Juliana y esta rio levemente—. Y ellas no son nada atractivas, así que no me puedo siquiera plantear el besarlas —y la risa de Juliana se detuvo ante esas palabras.

—No digas eso...—susurró.

—¿Por qué no? todo es verdad, ellas no me gustan y... —vio que Juliana se levantaba y tomaba sus cosas—. No, no te puedes ir otra vez, así como si nada y dejarme hablando sola sobre un tema que tenemos que aclarar.

—No hay nada que aclarar sobre nada... todo está bien, tranquila —dijo y se dio la vuelta para comenzar a bajar las gradas.

—Juliana.

—Hablamos luego, Val, en serio tengo que hacer unas cosas —y siguió su camino. Valentina pudo ver cómo daba una última calada al cigarro antes de apagarlo contra una de las gradas.

Juliana se dio media vuelta y se despidió de Valentina con una pequeña sonrisa. No se volvió a detener, no regresó y Valentina no volvió a verla en lo que restaba del día.

Cigarrettes |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora