Secretos
Todos los tenemos. Aquello que ocultamos y guardamos para nosotros mismos y no compartimos con el mundo. Puede ser un defecto, una costumbre, algo que hicimos en el pasado o un hecho. Los secretos surgen del miedo a ser juzgados. Esa paranoia muchas veces nos hace guardarnos las cosas como si fueran el peor pecado que pueda existir.
Los secretos también pueden ser poderosos y más valiosos que el dinero. Lo que sea con tal de permanecer ocultos.
Yo también tengo secretos, aunque no creo que sean oscuros. Más bien estúpidos y sin sentido.
Por ejemplo, en primer grado de primaria, me comía los mocos de la nariz. Una vez la maestra me atrapó y me quiso humillar en frente de todos mis compañeros. Me dijo "Eider, ¿tienes hambre? Tenemos otro tipo de comida si quieres" mientras todavía tenía mi dedo metido allí. Por suerte mi mejor amiga de la infancia me salvó y empezó a comerse los suyos para que la vieran a ella. Desde ese día dejé de hurgarme la nariz.
Un asco mi secreto, literalmente, es repugnante.
Después están los secretos que son placeres culposos, esos que no son tan malos pero que nunca vas a admitir en voz alta.
A mí me encanta leer libros LGBT+, no porque sea parte de la comunidad, sino que me atrapa la forma en que siempre se desenvuelven esas historias. Tratan del autodescubrimiento y los temores de la sociedad. Son emocionantes.
Esto ya no es un secreto sino más bien una pasión suprimida. Bailar. Algo que no me es posible hacer en todos lados ni en todo momento. Por eso lo disfruto al máximo. La danza me hace feliz aún si solo puedo expresarme durante unos pocos minutos. Es una sensación liberadora.
Existen dos tipos de bailes, los exteriores, aquellos que acompañan el entorno; cuando estás en una fiesta y todos los demás a tu alrededor bailan. Te muevas como te muevas, jamás serás un bicho raro, la euforia estática del ambiente se encarga de eso.
Pero después existe el otro tipo de baile, más especial y único. El baile interno, hecho para uno mismo. Cada quien tiene su propio estilo y el mío es suave, elegante y lento. Me tomo mi tiempo para sentir la música en mi cuerpo y los pasos fluir por mis pies. Me encierro tanto en mí misma que no hago otra cosa. Cierro los ojos y bailo.
El resto es historia.
Nunca fui a un estudio de danza porque siempre hubo alguna excusa o algo que fuera más importante, pero de vez en cuando, me encierro en algún salón vacío y apartado de mi escuela y bailo. Me hace sentir viva y capaz de hacer lo que sea.
Después está otra de mis pasiones ocultas, la música. A mi edad la gente espera que escuche reguetón y trap, aunque a mi realmente me gusta el pop; esa no es la parte interesante, sino que hay un tipo que me encanta, pero no me atrevo a escuchar sin audífonos, los temas de los 70', 80' y 90'. Era genial y no entiendo cómo pasó de moda. Canciones como, I Will survive, Everybody Talks, It's my life, Material Girl, Sweet Dreams, Don't Stop me Now, It's my life, Livin o' Prayer, I'm still standing, Hotel California y Take on me son tan geniales que me hacen tener ganas de volver en el tiempo para poder disfrutarlas a pleno. Más adelante voy a dedicar un capítulo entero a mis canciones favoritas.
También hay otro tipo de secretos o cosas que uno nunca admite en voz alta. O yo por lo menos, que soy más orgullosa que un nacionalista: los arrepentimientos.
Yo siempre dije y digo que la vida es una, uno no tiene que arrepentirse de nada, que las cosas pasan por una razón o que así lo dispuso el destino. Todas esas tonterías para justificar mis errores.
Me arrepiento de mucho de lo que hice en el pasado. Me arrepiento de todas las veces que me discutí con mis amigas, logrando que con algunas nos distanciáramos. Me arrepiento de haberles mentido a mis padres cuando me golpeé la cabeza en cuarto grado de primaria, solo para que me prestaran más atención que a mi hermana. Me arrepiento de haberles ocultado que me perforé la oreja en casa después de ver "Juego de gemelas". Me arrepiento de haberme cortado yo sola el pelo porque me molestaba y luego les tuve que pedir llorando a mis papás que me lo arreglaran. Me arrepiento de haber perdido contacto con mi amiga de la infancia cuando se tuvo que mudar a otra ciudad y me arrepiento de no haberla abrazado más fuerte la última vez que la vi. Me arrepiento de haber tardado demasiado en acercarme a mi abuela y tener una mejor relación con ella sin saber que la visita los jueves a la tarde son la parte de mi semana que más disfruto. Me arrepiento de no haber seguido bailando cuando me ofrecieron cambiarme a un taller de arte. Me arrepiento de no decirle un último te quiero a mi abuelo. Me arrepiento de haber roto ese broche que tanto le gusta a mi mamá por jugar con él. Me arrepiento de no arrepentirme de otras cosas.
Pero al final del día uno atrapa al arrepentimiento y lo ignora. Es como que lo corre a un costado y se olvida de él. Solo para no estancarte y seguir adelante con tu vida. Sin embargo, cuando estoy sola y no tengo nada más que hacer ni nadie que me interrumpa, me permito arrepentirme.
Los secretos mortifican, en cualquiera de sus formas. O los guardamos y nos mortificamos a nosotros mismos o los compartimos y nos mortifican los de afuera.
Aquella vez que le robé un vestido a mi hermana y le hice creer que había desaparecido me sentí tan mal que una semana después le confesé mi crimen. Claramente se enojó muchísimo conmigo durante varios días y nunca más me prestó nada. Pero más tarde se le pasó.
Al final de cuentas, la cuestión de los secretos es una elección de cada uno. No importa que tan oscuros, tontos, vergonzosos, martirizantes o piadosos sean; o vives con la conciencia sucia y pesada o te aguantas los prejuicios de los de afuera.
Hago ver los secretos como algo malo, pero hay cosas que son mejores guardarse para uno mismo. Estoy segura que no querías saber que me comía los mocos a los seis años.
Y si lo analizamos correctamente, los secretos y las mentiras son algo parecido. Ocultar los secretos te hacen mentir y generar una bola cada vez más grande de engaños. Pero también están ese otro tipo de mentiras, blancas, piadosas e inocentes. Que te sacan de un aprieto y quedan olvidadas en el tiempo. Esas son las únicas que tolero.
Pero que me mientan viéndome a los ojos, sin vergüenza, que me vean la cara de tonta. Que me traten de estúpida. Eso no lo soporto. Aborrezco que me mientan con cosas importantes. Odio que me hagan creer en las mentiras, que me hablen y convenzan de algo completamente falso mientras en el interior de la otra persona sabe perfectamente que lo que hace está mal.
Por eso las mentiras se convierten en secretos, porque te pesan en tu conciencia y te deberían hacer sentir mal.
Yo no perdono tan fácil las mentiras, espero que nunca me mientas ni me ocultes nada a propósito. Mi objetivo para que me ames es que confíes en mí, que me puedas contar absolutamente todo sin miedo. Que jamás sientas la necesidad de mentirme.
Más allá de todos mis secretos, este cuaderno es el más grande. Pero es un secreto que no me pesa ni me duele, no me arrepiento tampoco de él. Mi diario es algo que oculto a elección. No siento ni culpa ni apuro por ocultarlo, y así se va a mantener. Porque es para mí, solo para mí.
Porque los secretos hechos y guardados para uno mismo son los mejores de todos.
ESTÁS LEYENDO
Quiero que te enamores de mí (GUÍA PARA AMAR #1.5)
Roman pour AdolescentsSu diario fue extraviado, robado, ocultado y expuesto frente a todos. Eider solo quería encontrarlo y El utilizarlo pero... ¿qué hay en su interior que lo hace tan importante? Dicen que nunca terminas de conocer una persona por completo...