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Habían pasado tres días desde que el accidente de la madrugada había sucedido y Tzuyu seguía sin saber nada sobre Sana hasta la fecha. Y sus hermanas estaban tan preocupadas por su pequeña, la niña nunca había estado tan tranquila o callada desde que ella y Sana se hicieron amigas.

Tzuyu había permanecido escondida bajo su edredón con tristeza, revisando su teléfono una y otra vez para ver si Sana le enviaba algún mensaje desde el contacto de Jihyo, ya que su amiga no tenía teléfono, pero se resignó a creer que Sana simplemente no quería hablarle. Eso provocaba que Tzuyu se hiciera bolita y sollozara mientras abrazaba sus piernas. ¿Había hecho algo mal? ¿No quería hablar más con ella? ¿Y si en realidad algo muy pero muy mal le había pasado esa noche? ¿Y si había... Muerto?

No. Eso no podría pasarle a Sana.

Casi se cae de la cama cuando su teléfono finalmente vibró.

Jihyo/Sana:
Chewy, soy Sana. Voy a ir a tu casa, tengo que decirte algo importante.

Ignorando el extraño motivo del texto y el que no le haya hablado durante tanto tiempo, una sonrisa se ilumina en el rostro de Tzuyu.

Im Tzu:
¡Genial, esta bien, te estaré esperando reina Sana!

Inmediatamente se deshace de cualquier rastro de tristeza en su rostro, e intenta volver a un estado más animado.

Ella está bien, está bien, está bien, está bien.

Reproduce su canción favorita del momento a través de sus auriculares, da varios brincos en la cama chillando de la emoción y se prepara y ordena su habitación para su visita.

Está ordenando su armario por segunda vez en el día cuando siente que la puerta se abre, sonríe grande y se gira sobre sus talones para mostrar el brillo que emana de ella, pero toda pizca de felicidad desaparece de su expresión cuando la ve.

Es Sana, pero no se parece en nada a su Reina Sana. Su piel color melocotón es inquietantemente pálida y su cabello castaño miel se está volviendo opaco, junto con la lentitud en la forma en que se mueve su cuerpo y el dolor en sus ojos. Podía ver a Sana, la chica más hermosa que había visto en su vida, pero parecía como si estuviera mirando el rostro de la muerte misma.

— Hola, Tzuyu-yah —saluda con una voz tranquila y suave, tan pequeña y diferente, algo bastante inusual de la chica que era la felicidad pura y andante.

— Mi reina... ¿qué pasó? —pregunta la menor con los ojos muy abiertos, dejando caer su teléfono en la superficie acolchonada y corriendo para abrazarla con fuerza. Se siente frágil y delicada, y a Sana le toma un segundo devolver el abrazo. Abre la boca en un intento de formar las palabras, pero nada más que aire se filtra, hasta que las lágrimas corren por su rostro y se esconde en la curva de su cuello, amortiguando sus sollozos contra su piel canela.— Aw Sanassi... te prometo que no estoy enojada contigo. Ven aquí, puedes decirme qué pasa —acaricia su espalda y la arrastra con ella hasta que terminan sentadas al borde de la cama.

Las dos guardan silencio por un momento, Tzuyu esperando a que ella se decida por hablar y Sana mirando a la pared, maquinando dentro de su cabeza el cómo podría decir esto.

— Chewy, hay algo muy mal en mí —susurra y presiona sus labios con fuerza, bajando la mirada con total tristeza.

— ¡No, no lo hay! Te prometo que estás completamente perf-

— Estoy enferma, Tzuyu. —la interrumpe, tratando de llegar al punto de todo el asunto de una buena vez.

— ¿Enferma? ¡Bueno, está bien! Siempre que alguien se enferma se recupera completamente en un par de días, sólo necesitas...

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