León me regañó por el susto que le di. Me disculpé con él y le pedí pasar una noche más en su casa. No pude ocultar la alegría en mi rostro cuando me dijo que sí. Incluso pude notar una pequeña sonrisa en el suyo, a pesar de la mala experiencia que acababa de pasar por mi culpa. Me invitó a entrar y accedí. Esta vez se detuvo mirando mi pierna derecha, la cual continuaba siendo arrastrada a causa del horrible ardor que cada vez se intensificaba más. Me preguntó preocupado qué me pasó, pero le resté importancia diciendo que sólo me había golpeado.
Al ingresar al hogar, ambos nos sentamos en el sofá; pero a los pocos segundos León se puso de pie nuevamente, creo que se dirigía a la cocina. El problema es que para llegar a allí, tuvo que pasar por delante de mí, y al hacer esto, tropezó con mi pierna herida. No pude retener el gemido del dolor que aquello me provocó. Ya sin decir nada, el rubio se agachó y tomó la tela de mi pantalón, manchándose sus dedos de sangre. En ese momento supe que ya no podía mentir. Como era esperado, plegó el jean hacia arriba, descubriendo el tajo que se encontraba en mi piel, aún dejando escapar mi roja sabia.
Cuando digo que León parecía claramente un perfecto héroe de película, es porque no exagero. Al ver la herida, el rubio se quitó su remera (camiseta) y la ató al rededor de mi pierna, presionando para que deje de sangrar. Me sentía un verdadero niño quejón, pero no podía evitar demostrar mi dolor con pequeños gritos y expresiones que me avergonzaban.
Volvió a preguntarme seriamente y espantado, quién me hizo eso. Primero le dije que sólo fue un subnormal que me tiene bronca y que no sé el motivo, pero continuó insistiendo. León parecía darse cuenta siempre que le estaba mintiendo. No me quedó más remedio y tuve que contarle todo, aunque sin dar muchos detalles y disfrazando algunas cosas que no hablaban bien de mí. De todas formas, antes de llegar a la mitad de mi relato, noté que ya no me estaba prestando atención. Se lo veía distraído, en las nubes. Él suele quedarse así a veces, claramente pensando en otra cosa.
Después de tratar mi herida, el rubio pidió una pizza y cenamos juntos, fue genial. Finalmente fuimos a dormir. León me ayudó a subir la escalera, como todo un caballero, y cuando llegamos a su habitación me dijo que me acueste en su cama, la cual era verdaderamente cómoda. Levantó mi pierna lastimada y colocó una almohada algo alta debajo. Me abrigó con una frazada y dijo que él dormiría en el sofá que se encontraba a pocos metros de mí. Pensé que se acostaría enseguida, pero en vez de eso, bajó a la sala o a la cocina, no lo sé. Tal vez fue a tomar un café. Quería esperar a que regrese, pero estaba muy cansado y rápidamente caí en los brazos de Morfeo.
Desperté con un pequeño movimiento que sentí en la cama, como si alguien más hubiese entrado en ella. Sentí algo cálido delante de mi rostro, era el aliento de aquel que estaba ahora acostado conmigo. Enseguida pude reconocer ese par de ojos color miel, eran de mi rubio. Qué irónico decir "mi rubio", sabiendo que en realidad su dueño es otro. No oculté la sonrisa de felicidad que se dibujó en mis labios, viéndolo a él allí, junto a mí. Otra vez seguí mis impulsos, y lo besé profundamente. León correspondió, eso me dejó sorprendido. No tenía que perder la oportunidad, así que intensifiqué el beso, y creo que eso lo asustó, porque se detuvo bruscamente. Pensé que iba a decirme algo, pero sólo me abrazó y cerró sus ojos. Yo tampoco hablé y permanecí quieto, observándolo dormir por un largo rato. Dormía boca arriba, sus perfectos rasgos se veían relajados y despreocupados. Era tan hermoso, masculino y delicado a la vez. En ese momento supe que no, ya no se asemejaba a los tipos de las películas, porque superaba todo. Él es especial. Es... simplemente inexplicable.
No podía creerlo, lo tenía allí, conmigo. En ese instante era sólo mío. Sólo yo estaba con él, compartiendo la misma cama, y viéndolo descansar. Era tan triste pensar que en ese mismo momento, el rubio al que tanto estaba admirando, seguramente se encontraba soñando con el tal Christopher. Odiaba ese nombre, porque ni siquiera lo conocía personalmente, pero ya lo odiaba. Continué situando mi vista en el perfecto ser que tenía allí. Sentí que debía hacer algo más, no podía sólo observarlo.
Con cuidado, para no despertarlo de repente y además porque mi herida continuaba ardiendo, me posicioné encima de él, sentándome sobre su pelvis colocando mis piernas a los costados, hundiendo el colchón con las rodillas. Me incliné un poco, hasta pegar mis labios a los suyos, dándole un nuevo beso que lo despertó. Abrió los ojos y volvió a cerrarlos enseguida. "¿Ya es de día?" preguntó aún con los párpados cerrados y bastante dormido. Su pregunta me causó gracia. Negué y volví a depositar otro beso corto en su boca. León abrió los ojos por completo, con algo de asombro. Notoriamente, recién se dio cuenta de la situación en la que se encontraba. Observó mi cuerpo encima del suyo y pareció espantarse. Abrí mi boca sin saber qué decir, y un par de estúpidas palabras que no había autorizado a salir, se escaparon de mi corazón y mi voz emitió lo que jamás antes le dije a nadie: "León, te quiero". Tuve miedo, porque no sabía cómo él lo iba a tomar, o qué iba a pensar. Finalmente preguntó algo a forma de respuesta, que no me esperaba: "¿Por qué?". No supe cómo reaccionar a eso. Soñaba con un "Yo también" o en el peor de los casos, algún insulto y que me echase de su casa, pero nunca pensé que me preguntaría el por qué. Lo único que pude responder fue "Porque sos la mejor persona que conocí" y nombré todo lo que él había hecho por mí, lo que me ayudó y lo bien que me hizo sentir. Me dijo que me ayudaba porque era lo correcto y que yo era "un buen chico". Sí, sólo eso. Un buen chico. Después de que le expresé todos mis sentimientos, eso fue todo lo que me dijo. ¿Es idiota o no se da cuenta? Tenía ganas de partirle la cara de un puñetazo. Creo que por mi expresión se enteró de que algo me molestó. Me preguntó qué me pasaba y mi bronca no me permitió ocultarlo. Le dije que me sentí mal por su respuesta, pero a la vez reconocí que yo sólo le traigo problemas, y que no tenía por qué quererme. Él se retractó y me dijo que también me quería. Claro, le creí y todo. Nótese el sarcasmo en mi frase anterior. Sólo reí débil para no insultarlo. Estaba claro que lo dijo por compromiso. "En verdad te quiero, Rama. Vos me hacés sentir bien." soltó después. Yo continuaba sin creerle, pero él siguió hablando: "Vos sos un chico increíble. Me gusta mucho ayudarte. Me gusta que duermas en mi cama y mucho más abrazado a mí." mi tonto corazón se ablandó nuevamente, y mis ojos se cristalizaron desobedeciéndome, llenándose de lágrimas. ¿Todo eso sería verdad? Lo dijo con mucha sinceridad. Tal vez cambió de opinión sobre Christopher. Quizás ahora estaba interesado en mí. Eso sonaba tan irreal, pero yo no lograba controlar mis pensamientos, que cada vez crecía más la ilusión en ellos.
El mayor me besó. Por primera vez, él comenzó el acto. Continuamos así, yo me movía encima de él y notaba cómo se estremecía en placer. Me quité mi camiseta e hice lo mismo con la suya, quedando ambos en bóxer. Acariciaba su perfecto torso y él hacía mismo con el mío. Jamás me había sentido tan bien. Me moría por hacerlo con él, y sabía que no iba a ser sólo sexo. León era la única persona con la que podía hacer el amor, porque lo sentía dentro de mí. Él despertaba sensaciones que nunca nadie despertó, y ni siquiera tenía idea de que existían. Muchas veces escuché hablar del amor, pero siempre creí que sólo se trataba de una estúpida palabra que la gente había inventado para decir sutilmente "Quiero tener sexo salvaje con esa persona", disfrazándolo en un "Amo a esa persona". Pero en ese momento comprendí que no. Nada que ver. El sexo no tiene absolutamente nada que ver con el amor. Lo primero es algo físico, y lo segundo algo abstracto, que carece de explicación.No podía creer en dónde me encontraba. Sobre el rubio más prefecto del mundo. Besándolo y disfrutando de su cuerpo. Ambos seguíamos nuestros instintos y notaba cómo él lo estaba disfrutando, sin poder negar lo bien que la estaba pasando en ese momento, su cuerpo me lo decía. Incluso existía una erección escondida en la tela de su bóxer, igual que la mía. Continué acariciándolo, bajando por todo su abdomen, hasta llegar a su entrepierna. Me abrí paso e ingresé mi mano dentro de su bóxer, sintiéndome simplemente en las nubes. Pero como todo en mi vida, en especial las cosas buenas, también tuvo un final. León tomó delicadamente mi muñeca y retiró mi mano de allí, dejándome desconcertado.
"¿Qué?" pregunté molesto. A lo que se disculpó y luego escupió un "No puedo" que me causó una sensación horrible en el estómago. Le pregunté por qué, totalmente entristecido y prediciendo la obvia respuesta. "¿Te acordás cuando te dije que sólo lo haría con él? Eso no ha cambiado." Dijo terminando de romper hasta el más pequeño trozo de mi corazón. Jamás me había sentido tan mal, ni en la peor de mis abstinencias. Un fuerte dolor invadió mi pecho, helando todo mi cuerpo y me costaba respirar. Mi pulso temblaba y las lágrimas hacían más fuerza que nunca para escapar de mis ojos, pero no quería que él me vea así.
Salí de encima suyo y me recosté a un lado, mirando hacia la pared, mientras dejaba ese río salado de lágrimas correr por mis mejillas, y tragándome los sollozos. León me pedía disculpas y entre frases pronunció "Sos muy, pero muy importante para mí." Ni él sabía lo que decía. Continué en mi acto. El rubio se acercó a mí y me abrazó de la cintura por detrás, envolviéndome con su cuerpo y pegándome a su pecho. No pude evitar volver a sentirme bien allí. Estar con él era lo que más disfrutaba en el mundo.
Nuevamente sentí su respiración profunda en mi nuca y me di cuenta de que otra vez estaba dormido. Me removí con extremo cuidado de no despertarlo y salí de la cama, dejándolo allí, tan plácidamente descansando. No hice más que vestirme con la ropa que él me prestó anteriormente y retirarme de la casa, saliendo a la calle. El aire era fresco, y el viento revolvía mi cabello. Continuaba siendo de noche, pero ya estaba a punto de amanecer. Caminé despacio por las calles desiertas, hacia una única dirección, aunque sin algún objetivo. No había dormido casi nada, así que tenía sueño.
Después de recorrer varias cuadras, aunque no las conté, me encontré en un viejo galpón enorme que parecía estar abandonado y por suerte tenía la puerta abierta. Un rayo del sol que comenzó a salir poco a poco, iluminó el lugar, dejándolo ver casi vacío. Sólo contenía algunas máquinas que parecían tractores, ni idea de qué eran realmente, pero el caso es que se veían bastante oxidadas y descuidadas. Entonces pude entender que nadie se encargaba de aquel lugar. Ingresé en el y me recosté en un rincón, sobre la pared en donde se hallaba la puerta, de manera que nadie del exterior pudiera verme allí. Traté de relajarme y me acurruqué en posición fetal. Por suerte el galpón me protegía del viento, pero de todas formas hacía mucho frío.
Algo húmedo y caliente recorriendo mis mejillas me forzó a despertar. Cuando abrí los ojos pude ver que aquello era la lengua de un perro algo grande. Me sobresalté poniéndome de pie enseguida, porque aquel animal me dio miedo, pero me di cuenta de que él también se asustó, cuando lanzó un corto aullido y se alejó un poco de mí, notándose el temor en sus ojos brillosos. Resultó ser tan cobarde como yo, y eso me generó una sonrisa. Lo llamé para que vuelva a acercarse y él se dejó acariciar. Me senté en el suelo y otra vez lamió mi rostro; era adorable. Mientras jugueteaba con el pobre perro, observé lo abandonado que estaba. Sucio, flaco y solo. Sí, igual que yo. Me reí por la comparación.
Permanecimos los dos un buen rato allí, yo lo acariciaba y el me lamía las manos y la cara. Después de todo, estábamos en la misma situación y si algo del pobre animal me generaba asco, entonces yo también debía generárselo. Y él no estaba haciendo diferencias, ni rechazándome, entonces yo tampoco era quién para hacerlo. Nos entendíamos mutuamente. Incluso le hablé mucho, y el perro parecía entenderme.
De pronto volví a sentir aquella opresión en el centro de mi pecho, picazón en mi piel y mi garganta, y bla, bla, bla. Todos esos asquerosos síntomas de abstinencia que cada vez eran más fuertes. Necesitaba las malditas drogas y ya no podía ocultarlo más. Puntadas como agujas en mi cabeza me hicieron gritar, y este grito espantó al perro, quien huyó llorando nuevamente, dejándome solo allí. Mi corazón bombeaba pidiendo dejar de hacerlo de una vez por todas. El mundo daba vueltas sobre mí, desesperándome. Caí de repente al suelo y ahí me quedé, mientras cerraba mis ojos que acababan de cegarse y un desmayo se apoderó de mi cuerpo.

ESTÁS LEYENDO
Relato de un drogadicto
Short Story[TERMINADA] Me dicen Rama. Soy otro estúpido adolescente. Sólo una historia más entre tantas. Me abandonaron, y yo mismo abandoné mi cuerpo. Amé a un chico, que sólo ama a otro chico. Dejé todo por alguien, que me dejó a mí por todo. Consumí de...