La lluvia se intensificó de un momento a otro, y no pude evitar que una estúpida y violenta gota cayera sobre la brasa de mi cigarrillo, apagándolo y dejándome sin nada, ya que todo lo que tenía en ese momento era el fino cilindro de papel, relleno de tabaco. Necesitaba marihuana, llevaba días sin probar un poco. La única sustancia en mi organismo era la última raya de cocaína que consumí hacía un par de horas y el maldito picadillo que contenía el cigarro. Justamente me dirigía a la casa del Rengo, mi primo, para ver si me podía facilitar algunos gramos de hierba, pero necesitaba que me deje pagarle luego, porque en ese momento no traía un puto billete encima, aunque conociéndolo bien, no lo creía capaz de dármelo. Siempre me dijo que yo era un pendejo en el que no se podía confiar. Aunque me conoce desde que soy un bebé.
Me encontraba a tres calles de distancia de donde vivía mi primo, pero la lluvia me estaba complicando demasiado la caminata. Además me sentía mareado por las horas que llevaba sin comer. Miré hacia todos lados, buscando algún refugio, un callejón, algo donde no llegara tanto el duro viento que arrastraba el agua con él y en conjunto pegaban fuerte; tenía puesta la capucha, pero era casi inútil, no me brindaba el reparo necesario. Lo único que pude encontrar fue un viejo árbol de copa bastante grande. Me senté debajo de él y apoyé mi cansado cuerpo en el tronco, relajándome por un momento. Cualquier chico de dieciséis años tendría miedo de estar solo en la calle a estas horas de la noche, pero ¿qué más podría pasarme a mí?. Yo estaba tranquilo, así que aproveché para cerrar los ojos por unos minutos.
"¡No quiero volver a verte bajo mi techo, maldito maricón! ¡Yo no voy a mantener a un puto! ¡Si tanto disfrutás que te den por el culo, entonces empezá a cobrar por ello y ganate la vida vos solo!" me grita mi padre con su voz ronca y mirada intimidante, golpeándome. El insoportable chillido de la sirena me provoca dolor de oídos, acoplándose con un potente resplandor de luces azules y rojas que casi me dejan ciego, mientras la policía me persigue y yo tengo mucho miedo, tanto que quiero llorar. Alguien me lastima y puedo sentir el ardor de una fría navaja cortando mi piel. De pronto una mujer que no deja ver su rostro me llama "hijo" y justo cuando va a descubrirse la cara, despierto sobresaltado. ¿Otro sueño? No... En realidad es otro recuerdo. Ojalá fueran cosas que jamás pasarán, pero lo triste es que viví cada una de esas escenas, exceptuando la de mi madre, porque ella nunca apareció y nadie me ha llamado "hijo", al menos desde que tengo memoria.
Otra vez mi respiración se agitó y sentí mi pecho cerrarse, mientras me invadían náuseas con sabor a droga. No entendía por qué me pasaba eso, ni tampoco la causa de la sequedad constante de mi garganta, como el pequeño dolor cada vez que tragaba saliva, o las fuertes palpitaciones en mi pecho, que en ocasiones hacían temblar mi cuerpo por un largo rato, aunque no tuviera frío. Nunca supe el motivo, pero sí sabía cómo detener todas esas sensaciones raras. La cura era fumar marihuana o un poco de paco, alguna raya de coca, éxtasis, lanza, cualquier alucinógeno, fármaco, lo que sea, pero lo mejor era una dosis de morfina. Aunque ésta última siempre fue lo más difícil de conseguir.
Ésta vez estaba temblando, pero sí era de frío. Sólo traía puesta una remera y una campera para nada abrigada, que encima tenía roto el cierre y no podía prenderla; unos pantalones que a penas pasaban mis rodillas y me encontraba descalzo. Sentía todo mi cuerpo helado, pero sobre todo mis pies. Mis dientes tiritaban y los músculos comenzaban a dolerme por estar tan contraídos. Decidí recostarme un poco en el pasto, llevando mis rodillas hasta mi pecho, siempre fui demasiado flaco y flexible, entonces esto no me costaba nada. Abracé mis piernas con los brazos y usé la capucha para tapar todo mi rostro. No quería que nadie me viera durmiendo allí, y además el resplandor del foco de la calle me llegaba justo a mis ojos, que cada vez eran más delicados y ardían con la intensidad de la luz. Otra vez cerré mis párpados, ahora sólo escuchaba la lluvia caer sobre el asfalto y el castañeo de mis dientes.
ESTÁS LEYENDO
Relato de un drogadicto
Short Story[TERMINADA] Me dicen Rama. Soy otro estúpido adolescente. Sólo una historia más entre tantas. Me abandonaron, y yo mismo abandoné mi cuerpo. Amé a un chico, que sólo ama a otro chico. Dejé todo por alguien, que me dejó a mí por todo. Consumí de...