Capítulo 2: Dee Shvagenbagen.

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Capítulo 2: Dee Shvagenbagen.

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Luego de dos días de ardua investigación, navegar en internet como loco y de acosar como espía sin habilidades para el espionaje puede decir que no descubrió muchas cosas.

Dee Shvagenbagen tiene diecisiete años, es un año mayor que él, tiene el cabello rubio siempre atado en una coleta que desde lejos de ve tan esponjoso como un malvavisco. Sus ojos son azules y parece que su maquillaje lo hizo alguien con demasiada experiencia en delineados perfectos.

Decir que siempre va solo sería una deducción demasiado precipitada al solo llevar dos días siguiéndolo. De lo que sí puede estar seguro es que le gusta leer.

También de que es algún tipo de Playboy porque las chicas lo ven guapo, incluso su mejor amigo piensa lo mismo ya que antes de empezar a recolectar información acudió a las personas que tienen ciegamente su confianza.

Victor y su novia. Después de las respuestas que le dieron supo que era parte de ese ¿Diez porciento? De personas que no tenían la menor idea de quién era Dee Shvagenbagen.

Al parecer el señorito rubio ofrecía sus servicios por cierta cantidad de dinero. Saber eso lo perturbo un poco.

Y como este era el tercer día sin saber más de lo que ya sabe, miró al frente intentando no parecer desesperado por no verlo ¡Dios! Sí lo seguía tan de cerca que casi parecía pisar le los talones.

No tan de cerca, claro.

Se dió la vuelta, dispuesto a buscarlo en otro lado, y ahí lo vió, a solo un paso de distancia. A tan poca que solo bastaba que estirará un poco la mano para tocarle la cara. Al tenerlo así de frente parecía más alto.

Se asustó y agarrándose el pecho dió medio saltó hacía atrás. Sus ojos estaban tan abiertos como los platos grandes de la abuelita y con la mano derecha en su corazón intentó formular palabra.
No logró ni formular una.

—¿Que quieres?

El primero en hablar fue el Rubio De Coleta Esponjosa, mueca en los labios y libro cerrado junto a su pecho.

Pensar rápido no es lo suyo, sin embargo, necesitaba una respuesta creíble y para nada vergonzosa; no podía revelar la verdadera causa.

¿Que diría? Algo tipo «Solo te sigo porque una chica de tu grado que no conozco quiere declararse ante tí y me involucrado a mí quien sin siquiera saber de tu existencia aceptó. Por sí faltó agregar quiere que escriba la carta yo»

No. Muy vergonzoso. Escuchó una falsa tos que le llamó la atención. Levantó la vista y esos ojos azules lo miraban con aburrimiento.

Comenzó a balbucear, algo que siempre hace cuando los nervios lo atacan, y lo único que pudo entender de sí mismo fue un «yo, am, amigos» o algo así. No está seguro sí dijo la palabra amigos o aperitivos.

—¿Buscas mis servicios? —cortó su hablar sin sentido. Lo miró y sus mejias se sonrojaron. Volvió a balbucear—. Que sucia tu mente.

—¡Yo no soy el que hace ese tipo de cosas! —logró formular.

—Creo que ni siquiera sabes de que van mis servicios —Dijo como sí fuera lo más obvio—. Vuelvo a repetir, ¿Que quieres?

—Ser tu ¿Amigo?

Dee lo miró como sí fuera algún tipo de gusano pelirrojo raro. Sí es sincero tampoco se creyó esa respuesta, no obstante, era la mejor que en su cerebro había.

Con la ceja alzada y una sonrisa burlona en los labios, el Rubio De Coleta Esponjosa se dió la vuelta y comenzó alejarse.

—¡Suerte! —le grito y casi podía verlo mofarse de su estúpida escena.

Que maleducado. O quizás era una oportunidad para acercarse. Sea como fuera, ya había terminado con ese asunto por hoy. Buscaría a los tortolitos que tenía por amigos para distraerse.

Caminó en dirección contraria y al doblar en la esquina, una melena rosa pastel y su dueña le saltaron encima, provocándole el tercer susto del día. El primero fue cuando casi pierde el último lapicero que le quedaba.

La alejó y antes de que pudiera quejarse ella habló primero.

—¿Ya tienes la carta?

Rodó los ojos. Negó —Aún no, ni siquiera me has dicho tus sentimientos.

Diana asintió en compresión de eso.

—Eso es fácil —dijo sonriendo con superioridad— Dee es guapo, serio, interesante, misterioso, inteligente...

—No lo conoces —cortó el relato con burla. La chica lo miró ofendida.

—¡Claro que lo conozco!

—Decir esas cosas no puede asegurarme que sea cierto —sonrió irónico—. He escuchado al menos a cinco chicas decir eso en estos dos días ¿Que más sabes de él?

Diana resopló pero se quedó callada por unos momentos con la mano en el mentón y mirada fija en el árbol detrás de él.

—Le gustan las ratas y el Rock —contestó después de pensarlo por mucho tiempo—, y creo que también un poco de pop.

—Es un avance —respiró hondo—. ¿Que tipo de relación tienen?

—¿Amistad-odio? Es complicado para mí, Dee es alguien complicado. A veces peleamos y otras, unas pocas, me ayuda —respondió con simpleza la chica de cabello rosa pastel— ¿Y tú, que relación tienes con él?

—¿La de desconocidos? Hace menos de dos días no sabía de su existencia y creo que él tampoco sabía de la mía.

Diana comenzó a caminar y no le quedó más remedio que seguirla. Después de todo, en ese embrollo había mucho que aclarar.

—Deberías acercarte más a él —comentó. Se aclaró la garganta antes de seguir—. Así tienes más oportunidades de que te corresponda.

—Tiene sentido —concordó la chica de cabello rosa pastel— Tu también deberías ser su amigo, así tendrás más cosas para decir y de paso saber sí tiene novia.

Eso parecía tan sarcástico que rio irónico. No pudo evitar contestarle.

—Quizás hasta amante —el golpe en su costilla le sacó un chillido—. Si yo hago tu carta de amor cursi llevará mucho tiempo. En todo lo que te conozco a tí y a él de paso, lo sabes ¿No?

Diana suspiro— Quiero que sea sincera y tú pareces serlo.

Asintió dándole la razón. Y ahí se acabó ese asunto por ese día.

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