Capítulo 8: Fiesta I

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Capítulo 8: Fiesta I
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Envío el mensaje y sonrió complacido cuando el teléfono del Rubio De Coleta Esponjosa vibró en La Banca De Colores Opacos. Lo apagó y lo dejó a la par del de Dee.

—Estoy a la par tuya ¿Sabes? —cuestionó Dee alzando una ceja.

Le sacó la lengua en una infantil respuesta, como sí fuera un niño con demasiados caprichos y victorias. Abrió el paquete de galletas de chocolate que Dee le trajo.

«—Para que no te comas las mías —Había dicho él»

Y debía de admitir que el Rubio De Coleta Esponjosa tenía buen gusto ¡Esas galletas estaban deliciosas!

—¿Y tu libro? —preguntó al darse cuenta de que no lo tenía abierto sobre sus piernas.

Dee hizo una mueca de asco— ¡No hables con la boca llena, idiota!

Se tragó de forma estruendosa lo que tenía en la boca y repitió su pregunta.

—¿Hasta hora de tas cuenta? —cuestionó burlón.

—¡Sabes cómo soy! —le contestó con molestia— Ya no quiero saber sobre tu tonto libro.

—Lo dejé en el salón —respondió Dee.

—¡Ya no quiero saber dije!

—No me importa.

Se giró con falso enojo para encarar a la persona que sonreía burlón.

—Tonto.

Y hasta ahí quedó. Porque cuando Dee lo veía a los ojos se sentía diferente.

La campana no tardó en sonar. Y la verdad es que no quería levantarse de la banca de colores opacos. Pero desgraciadamente debía regresar a clases. El Rubio De Coleta Esponjosa fue el primero en ponerse de pie.

—El viernes habrá una fiesta —Dijo Dee cuando le dió la espalda—, Y bueno... ¿Quieres venir?

Y todo se quedó callado. Por alguna razón los nervios se le dispararon y sintió la necesidad de salir corriendo de ahí.

Y a la vez quedarse.

Se aclaró la garganta cuando sintió que había pasado demasiado tiempo para una respuesta simple. Y de que Dee seguía esperando.

—Sí, ¿Por qué no? —intentó sonar natural.

—Genial —respondió el Rubio De Coleta Esponjosa con las manos en la espalda—. Te enviaré los detalles por mensaje.

Y trae decir eso comenzó a caminar. Tan tranquilo, relajado... Tan Dee.

—¡Espera! —se apresuró a decir aún con la alarma que chillaba en su cabeza—, ¿Puedo invitar a unos amigos.

Lo vió detenerse y por un segundo quizás perder la compostura. Pero la respuesta fue afirmativa antes desaparecer.

Se quedó otro tiempo en La Banca De Colores Opacos hasta que cayó en la cuenta de que llegaría tarde a la clase de historia. Le atribuyó al miedo de ser castigado los latidos de su corazón loco.

Mientras corría por los pasillos elaboró una buena excusa para no ser castigado ¡Que suerte! Porque funcionó.

Al pasar de clases se acercó a Víctor y su novia, la linda Alina, contándoles que fue invitado a una fiesta por Dee.

Victor solo bromeó sobre las ventajas de ser amigo de alguien como él. No los invitó, aunque quería hacerlo. Sabía que a ninguno les darían permiso para ir.

Le tocó regresar solo porque Diana tendría otras cosas por haces antes de pasarse a su casa a enseñarle matemáticas, chismear un poco y reír, por supuesto.

—El viernes habrá una fiesta —comenzó hablar antes de que la clase comenzará. No podía callarse por más tiempo.

—Sí, he escuchado sobre eso —contestó ella acomodando las cosas—. ¿Por qué? ¿Vas a ir?

—Dee me invitó —respondió rápido—. ¿Y si nos acompañas? ¡Así puedes pasar más tiempo con él!

—No.

—Será genial y... —se interrumpió al darse cuenta de la respuesta de la Chica De Cabello Rosa Pastel—. ¿No? ¿Por qué no?

—¡Las fiestas no son lo mío! —dijo ella acomodando sus mechones—. ¡Solo son un puñado de universitarios, alcohol y hormonas revueltas! ¿Ya has ido alguna tú?

Negó— Pero he ido bastantes veces al bar con mi mamá.

—No me sorprende.

—¡Vamos! —insistió aún cuando Diana ya había comenzado a dar las indicaciones—, ¡Está puede ser tu oportunidad de pasar más tiempo con Dee!

—Ya dije que no ¡Punto! No me harás cambiar de opinión.

—Ya veremos —la retó, dispuesto hacerlo.

No lo logró.

Por más que insistió, rogó, suplicó y le dió todas las ventajas que posiblemente pasarían sí fuera, Diana se mantuvo fiel a su palabra.

Viernes por la noche.

Está parado frente a la puerta en espera a que el amigo de Dee llegué a recogerlo. Al parecer él era el chófer.

Estaba nervioso y quiso atribuirlo a qué era su primera vez en una fiesta de adolescentes y no porque posiblemente en algún momento de la noche se quede a solas con el Rubio De Coleta Esponjosa.

Lo que era estúpido porque no debía ponerse inquieto por ese hecho.

El teléfono casi se le cae de las manos cuándo Dee avisó que estaban a nada de llegar.

—Heavy, relájate —le dijo su madre, Victoria, mirándolo desde el sillón mientras bebé una cerveza—. Parece que te dará un ataque.

Miró su reflejo en la pantalla apagada e intentado volver a acomodar el cabello por quinta vez. Se acomodó también la chaqueta negra y revisó que sus tenis negros siguieran limpios.

—¿Sabes las reglas? —preguntó su madre señalando lo con la cerveza.

Asintió— Llegar antes de que salga el sol, no tomar demasiado, no fumar y tener recuerdos de lo que sea que pase.

Su madre asintió complacida.

—Sí necesitas que te recojan llámale a tú tía Ana. Hoy es noche de apuestas y seguramente ella será la única cuerda después de media noche.

Volvió a asentir.

—Tu teléfono siempre tiene que estar encendido ¿Entendiste? —volvió a asentir—, Y contesta cuando llamen.

El teléfono vibró y se apresuró a leer el mensaje «Llegamos»

Y escuchó la bocina de un carro ser sonada con insistencia.

Su madre se acercó antes de que saliera por la puerta. Lo abrazó y con cariño, al estilo de ella, dijo— Cuídate.

—Tu también, mamá.

Cerró la puerta y mientras caminaba hacía el carro doble cabina, los nervios solo aumentaron.

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