Capítulo 3: Sandwich.

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Capítulo 3: Sandwich.

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Los idiomas tienen más de diez mil palabras ¿No?

El francés y el español más de sesenta mil; el inglés contaba con noventa mil y el ruso con medio millón. Hay más de veinticinco letras en el abecedario con las que se pueden formar millones de oraciones en diversos idiomas.

Entonces, ¡¿Por qué demonios Dee solo sabía pronunciar tres?!

Diana dijo que era inteligente. Pero estaba tan arto de escucharlo responder con las mismas palabras en esas tres semanas que comenzaba a dudar de su juicio.

Esto se había vuelto como algún tipo de reto mediocre. Sacarle una conversación larga parecía ser más difícil que pasar el último nivel de su videojuego favorito. Y vaya que no es tan fácil sí el Rubio De Coleta Esponjosa no pone de su parte.

Dejó su sandwich por la mitad sobre la bolsa en la que traía su almuerzo y bebió todo lo que quedaba de su cajita de jugo sabor manzana, odia ese sabor y prefiere mil veces el de pera, y se dispuso a sacarle charla aún sin tener nada.

Lo miró. Analizando sobre qué cosas podrían hablar y ahí fue que vió su almuerzo sin tocar. Siempre era lo mismo y se preguntó otra vez sí lo que le daba era pena comer frente a las personas o simplemente no quería hacerlo con él.

—¿Vas a comer? —señaló la lonchera. Acto ridículo porque Dee no levanto la vista de su libro. Cosa que también le disgustaba, sentía que no le prestaba atención.

—No.

—¿Tienes hambre?

—Sí

—¿Entonces por qué no comes? —preguntó curioso.

—Que te importa.

Y ahí estaban las tres malditas palabras que más irritación le daba oir. Tantas por elegir, tantas formas de decir lo mismo ¡Y el idiota solo repetía!

Sí escuchaba una de esas palabras una vez más le arrojaría lo que le queda de almuerzo a la cara.

—Eres un tonto —dijo y de mala gana se acomodó en la Banca De Colores Opacos dónde almorzaban.

—Lo dice la persona que creyó que mis servicios eran sexuales.

Rodó los ojos de mala gana cuando vió la sonrisa burlona en los labios medio curvados de Dee. Frunció el entrecejo, asegurando las arrugas que se formarían por tener tanto tiempo esa expresión y exclamó en molestia.

—¡No es mi culpa que sea fácil de malinterpretar! —cruzó los brazos indignado— Además estás traficando las respuestas de los exámenes, es igual de malo.

—Yo ganó dinero y ellos aprueban —dijo en respuesta y le sorprendió la poca importancia que le dió— Hasta los profesores quedan felices.

Pero le asombró más el hecho de jamás haber escuchar sobre él a pesar de ser un secreto a voces. Al parecer hasta ahí quedó su intento de sacar una charla entretenida. Resopló y buscó sobre qué otra cosa hablar.

—¿Por qué quieres ser mi amigo?

Pero Dee se le adelantó dejando su mente en blanco como sí fuera un lienzo sin usar con la siguiente pregunta que solo pudo atinar un «¿Que?»

—No voy a volver a repetirlo.

Y por primera vez lo vió desviar la mirada del libro para verlo a él. Vaya que ese azul parecía tan profundo y confuso. Miró a todos lados, buscando donde sacar una respuesta.

—Porque estabas —derecha. Izquierda. Y dijo lo primero que pasó por su mente al ver caminar a un chico completamente— ¿Solo?

Que gran mentiroso es ¿A qué hora le dan su premio?

Declaración.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora