Capítulo 9: No me puedo concentrar

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—Este es mi escritorio, aquí es donde estudio —le digo mientras sonrío y rasco mi nuca nerviosa.

Él deja su bolso sobre mi cama y saca su cuaderno.

Deja tu cuerpo también...¡Atrás pensamientos oscuros! ¡Patricia no hagas de las tuyas!

—Bien, voy a explicarte la clase —me dice, caminando hacía la silla del escritorio para mirarme.

—¿Qué sucede?

—¿Qué estás esperando para sentarte? —señala la silla.

—¡Cierto! —camino hacía él para sentarme.

Levi deja su cuaderno sobre el escritorio y se inclina para pasar las páginas hasta la clase y explicarme  pero las matemáticas y yo no somos muy amigas que digamos. Yo la amo pero ella no tanto a mí.

Después de unos minutos puedo decir que en efecto, no entiendo muy bien lo que explica el guapo este.

—¿Entonces el numero se divide por este?

—¿Cuál división? Debemos determinar si la ecuación (2+x−x2)2 = 16 tiene raíces reales y, en caso de ser así debemos calcularlas. Comienza.

Clarísimo me quedó, como el agua. Pero ¡Agua estancada de barro!

—S-si —comienzo a resolver la ecuación sintiendo demasiados nervios por tenerlo detrás de mí.

Detrás de mí. Ok eso podría mal interpretarse, pero no estaría mal del todo ¿Cierto, Patricia? Desgraciada calenturienta.

¡Concéntrate! Me regaño para continuar el ejercicio.

—¿Por qué haces una fracción? —cuestiona con un tono incrédulo y dándome un toque con sus dedos en la cabeza.

—Bueno, debo calcular si..

—No tienes por qué haber fracciones —me interrumpe, tomando el lápiz de mi mano e inclinándose para borrar y corregirme.

La sangre sube a mis mejillas al sentir su pecho sobre mi hombro. además su parte baja está cerca de mi espalda.

—Hay dos soluciones: x= −2 y x= 3. ¿Lo entiendes ahora?

—¿Eh? —es lo único que digo absorta aún en mis pensamientos—. Sí por supuesto, entiendo.

—Entonces saca el siguiente ejercicio, léelo en voz alta.

Escuchamos dos golpecitos en la puerta antes de que pudiera decir alguna palabra, debe ser mi abuela.

—Sí, pasa —indico, levantándome de la silla, mi abuela abre la puerta y tiene en una pequeña bandeja dos vasos de vidrio con jugo naranja—. Muchas gracias, abuela.

Le doy un vaso a Levi mientras siento que mi abuela cierra la puerta, vuelvo a sentarme en la silla y coloco el vaso un poco lejos de los cuadernos.

Él continua explicando pero a veces su dedo rozaba el mío, tiene unas bonitas manos y unas uñas muy limpias.

El lado oculto de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora