pillows

VIII

Louis estaba de mal humor.

Nada se sintió bien luego de que Harry apenas lo mirara en la fiesta de año nuevo, tres semanas atrás.

Lo extrañaba como el infierno.

Lo peor es que el rizado seguía ahí, sonriéndole y compartiendo anécdotas, paseos por lugares desconocidos y juguitos en caja... pero no estaba ahí.

Harry correspondió cada beso que le dio, pero no volvió a iniciar uno. No dejó de ir a ningún lugar con él, pero no volvió a proponer una salida. Tuvieron sexo alucinante y explosivo, pero no volvió a quedarse para una verdadera charla luego de eso. Siguieron almorzando juntos, pero no volvió a siquiera rozarlo por accidente.

Louis sabía muy bien que estaba obteniendo lo que siempre había querido, muchos meses después de pedirlo. Sabía que era el resultado de alejarse tanto, tantas veces, que era lo que ganó por tratar a su relación como algo que no era, por buscar una forzosa frialdad que marcaba las líneas límites de principio a fin.

Sabía muy bien que se había ganado a pulso sentir el Harry a años luz de él a pesar de tenerlo sonriendo sobre sus labios como siempre hizo.

Se encontró deseando desesperadamente volver el tiempo atrás para hacer, por fin, las cosas de la forma correcta. Pero siempre volvía a una misma pregunta que le generaba un dolor sordo en el pecho, la inquietud de no saber si había perdido a Harry para siempre por su afán idiota de mantenerlo solo como amigo.

Louis se dio cuenta de sus sentimientos de la peor forma, acostado en su cama enorme bajo su única almohada, siendo consciente de que era tarde. Porque estaba seguro de que había lastimado a Harry a pesar de no haberle mentido ni una vez, y eso era algo que no podría perdonarse jamás.

Lo único que le quedaba era pedir perdón e intentarlo juntos mientras batallaba con sus miedos de mierda, porque hacerlo por Harry valía absolutamente la pena.