Capitulo 26.

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           ¨Las risas eran fuertes, cercanas, como si estuvieran al girar la esquina. Doble aún más mi pequeño cuerpo intentando caber mejor en el hueco debajo del porche delantero de la casa y así lograr no ser descubierta. Escuche como las risas, el correteo de los pies sobre el césped verde recién cortado se iban acercando con más ímpetu y mi propia risa comenzó a brotar desde mi interior basada en los nervios. Calcule la distancia que tenía desde mi posición hasta el árbol de tronco grueso para poder ocultarme detrás de él y eran unos cuatro metros aproximadamente. Era rápida, pero no lo suficiente. Aún siendo consciente de eso decidí correr el riesgo y salir de mi escondite ya que cuando doblaran la esquina quedaría al descubierto y d igual manera habría perdido pero sin luchar. ¨A la cuenta de tres sales Kat. Uno... dos... y ... ¡TRES!¨. Me grito mi mente y salí disparada como si tuviera trampolines en las plantas de mis pies. A mitad de camino vi la cabellera rubia de Daniel surgir de detrás de la casa seguido de una melena negra y larga. Intente acelerar el paso pero ya era tarde, me habían visto los dos. Sentí la humedad incluso antes de ver que había sido atacada.

-¡Eso es Daniel! Muy bien. Tu sometela y yo te cubro.

Mi hermano para nada tonto ni sordo cumplió la orden de inmediato. Me derribó con una estocada a los pies y ambos caímos entre risas y tirones para ver quien lograba ponerse de pie nuevamente. Entonces ambos fuimos mojados por una manguera.

-¡TIAAAA, SE SUPONE QUE ERAMOS UN EQUIPO!

Ante el reclamo de Daniel ella solo se rio más fuerte y nos mojo aún más. Entonces nosotros nos miramos a los ojos con complicidad y sonreímos como dos pequeños demonios y en silencio contamos asta tres para luego asentir al unisono. Nos pusimos de pie y cargamos contra nuestra tía mientras un grito al estilo indígena salia de nuestras gargantas a todo pulmón, la pechamos y en segundos los tres caímos al suelo en un manojo de brazos y piernas peleando por quien sostenía la manguera. La risa de la tía era como escuchar unas campanillas chocando entre sí haciendo una melodía. Su pelo negro era largo hasta su cintura, tan lacio que al querer sujetarlo con una ligita esta se deslizaba hacia abajo, era alta y delgada pero con curvas. En cierto momento ninguno de los tres sujetaba la manguera pero esta ya no estaba a nuestro alcance. Entonces el sonido de nuevos pasos acercándose se hizo presente y el agua regreso pero no solo nos mojaba a Dani y a mi. Era a los tres.

-¡Gwen! Y te he dicho varias veces que no mojes a mis hijos.

-¡Ya entendí hermana, pero ahora eres tu quien los esta mojando!

La manguera callo de las manos de mi madre y su rostro era una mezcla de diversión, confusión y reprimenda, pero por sobretodo era bello, era el rostro que llevaba tanto tiempo queriendo ver. Una sonrisa se dibujo en cu cara y luego sus labios se separaron para decirme algo pero sea lo que sea que me hubiera dicho no alcance a oírlo ya que un horrible sonido constante fue más alto que su voz. ¨

         El pitido de la maquina era como una cortina musical de mal gusto que estaba de fondo y no me dejaba dormir. Me removí en la camilla que siempre había considerado incomoda por lo pequeñas que eran, pero ahora la encontraba extrañamente más espaciosa. Extendí mi brazo en busca de mi fuente de calor pero solo encontré aire, vació. Mis ojos se abrieron de repente para localizar a Chris, al no verlo por ningún lado el pánico subió desde mi estomago a mi pecho. Me quite la manta de encima y baje rápidamente para calzarme, entonces empece una lucha con mi calzado intentando meter mis pies dentro. Al ver que así solo perdería más tiempo me deje de insistir, iría chancleteando si era necesario. Abrí la puerta de un tirón y me peche contra alguien haciéndome retroceder y tropezar. Entonces un brazo me sujeto para que no cayera, no era Christopher. Era Greison.

¨Contrato por un día.¨ [Completa ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora