Prólogo

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—¡Olivia!—exclamó— Esta vez yo ganaré—se encontraba agitado ya que había buscado ya en varios lados.

Recorrío con la mirada el cuarto donde se encontraba  hasta posar su vista en las cortinas y el final de esta se podían ver los pies de la persona que buscaba.

—¡Te encontré! —dijo a la vez que abría la cortina pero lo único que había eran los zapatos y nada más.

De pronto Neville escuchó un estruendo en el armario, ¡como no se le ocurrío antes!, debía de estar ahí, se dirigío hasta este y lo abrío pero lo único que encontro fue un Winnie Pooh de peluche que se movía a cuerda.

¡Esta niña!

Escuchó el tintineo del candelabro, volteó y la vio aterrizar y ponerse a correr a toda marcha

¿Qué diablos?

Neville inmediatamente la siguió , si Olivia tocaba el arból ganaba, ya sabía que tenía la partida perdida pero de todas formas corrió.

Al llegar la vio con tocando una y otra vez el arból dando saltitos de alegría. Sus sus cabellos dorados destellaban por el sol.

—Me toca la porción de helado más grande.

—Esta bien—dijo Neville rendido, aunque no le importaba mucho el helado, solo pasar tiempo con una de sus personas favoritas, además quería dejarla disfrutar pues la madre de Olivia le permitía muy rara vez o mas bien casi nunca comer dulces.

—Vamos que la abuela nos debe estar esperando—Neville le agarró la mano a Olivia.

Los dos niños se dirijieron del jardín a la mansión a la parte del comedor donde se escontraba Augusta sentada en la mesa.

—Abuela ¿que vamos a comer? no me digas que sopa de pescado...—dijo Olivia al reconcer ese olor que tanto odiaba.

—¿Qué comes que adivinas?, bueno, ya sienténse—dicho esto se retiró.

Los dos se sentarón, uno al lado del otro. Neville empezó a comer la sopa, no era su plato favorito pero era pasable.

Olivia movía con la cucharra el contendio de su plato, pensando en porque alguien había creado una sopa tan fea, nadie merecía tal castigo.

Pasado un rato Neville había acabado.

—Pss..Neville- susurró mientras le señalaba el plato.
—¿Qué? No, tienes que comer.
—Por favor
—No.
—Por favor—pusó ojos de cachorrito que tan bien le salían.
—Esta bien- dijo para el alivio de su prima, era muy difícil negarle algo.

La niña vertió su sopa en el plato de su primo con cuidado de no derramar nada. Neville tomó la sopa hasta terminarla. Tenía el estomágo algo revuelto por tanto líquido.

Olivia le dedicó una pequeña sonrisita

—Gracias, Nev.- se acercó y rodeó su cuerpo con sus pequeños brazos.
—De nada , pero tienes que comer algo.- dijo correspondiéndole.

Ella se fue a su cuarto, mientras el a la cocina, en donde ya no había ni un rastro de algún elfo, por lo que agarró dos trozos de pan, algo de lechuga, tomate y queso.

Subió al segundo piso, y fue al cuarto de Olivia, entró y la encontró en el piso, estaba armando un rompecabezas. Las piezas estaban desperdigadas por la alfombra, eran diminutas y muchas.

Su abuela no entendía esto, solo tenía 6 años, a su edad ella trepaba de árbol en árbol.

Además de rompecabezas de cientos de piezas, a ella le gustaba jugar ajedrez mágico y armar distintos tipos de cubos rubik, un artefacto muggle que encontró en baúles empolvados del ático.

—¿Lo hiciste ahora que subiste?
—Sí- dijo dejando de armar.
—¿Y ya vas por la mitad?
—Sí
—Vaya... pero si son como 700 piezas...
—Son 900.
—Bueno... toma- dijo extendiéndole el sandwich—Si no comes te enfermaras- dijo Neville muy serio, sentandosé a su lado.

Cogío el sandwich y le dio un mordisco.

—Eres el mejor, debería darte mi porción de helado—dijo cuando terminó el pedazo.
—Sí, digo no...como tú quieras.
—Te la daré-dijo dandóle una sonrisa.
—Esta bien.— constestó también sonriendo.

Olivia comío el resto de su sandwich y guardo el rompecabezas bajo su cama.

—Olivia, ¿qué tal si leemos la fábula de los Tres Hermanos?—dijo Neville

—Por cuarta vez— respondió mientras iba por su mochila y sacaba el pequeño y bello libro, obsequio de su abuela,cogío una manta para luego ir y volver a sentarse al lado de su primo, tapándolos a ambos.

Neville sacó cuatro ranas de chocolate de su bolsillo, le ofreció dos ranas, se quedó con las otras dos y abrío el libro.

— Era una vez tres hermanos que...

Y así pasaron el resto de la noche, en completa armonía el uno con el otro, aunque eran niños tenían un gran vínculo, el estar juntos significaba mucho para ellos, más que todas las ranas de chocolate del mundo.

¡Hey! Olivia (Harry Potter y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora