01 - Los motivos de la unión

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LILAH LANNISTER, un nombre con bastante peso cuando se hablaba de la familia de Casterly Rock. Había llegado al Castillo cuando era apenas una niña, el mundo esperaba que se le diera el apellido de una bastarda, porque eso era ante el mundo: la hija bastarda de Tyrion Lannister, el Diablillo.

Fue una sorpresa para todo Westeros cuando Tywin Lannister aceptó que su nieta creciera con su nombre, como un miembro más de la Casa Lannister, como un león dorado. Porque todo el mundo sabía que detras del decreto real de legitimización, estaba Tywin Lannister.

Era la hija de Tyrion Lannister, pero no era nada cómo él –al menos físicamente–. Lilah Lannister gozaba de una belleza extraordinaria, una que hacía que nadie creyera quien era su padre; pero detrás de sus bellos y distintivos ojos –detrás de la pinta de hermosa dama– se encontraba la verdadera Lilah, aquella que planeaba estrategias e intentaba pensar igual a su abuelo en cualquier cosa.

Ahora se encontraba en un carruaje con destino a Winterfell, la fortaleza de los Lobos, a pesar de los días de viaje y largos tiempos en silencio –que servían para reflexionar– no pudo llegar a una conclusión del por qué ese sería su hogar ahora.

Sabía por su tío Jaime que la relación entre los Stark y los Lannister era muy tensa, siempre pendía de un hilo. Tenía sentido buscar calmar aquellas mareas salvajes de posibles amenazas, quietud para el reino que los Lannister dirigían.

Su matrimonio estaba pensado para crear paz y prosperidad entre ambas Casas. Pero no encontraba sentido en ello.

No sabía como pensaban los Stark, nadie hablaba de ellos en su hogar, solamente sabía lo obvio, como su lema –que le parecía un tanto confuso– o lo que le decían los sirvientes y maestros, que los Stark valoran el honor y juramentos. Siempre imaginaba que debían ser tristes y aburridos.

¿Qué clase de ser humano honraba un juramento en esos días? ¡era de locos!

Pensar en lo que pasaría en sólo unos días le provocaba naúceas. Nunca se imaginó como una esposa, mucho menos de alguien a quién nunca había visto.

—Robb Stark.—dijo, su sirvienta Morna, la miró con atención.—¿qué clase de nombre es ese?

La mujer estaba acostumbrada a las preguntas retóricas que Lilah podía hacer. Era una chica algo curiosa.

—se dice que es en honor a nuestro rey, mi Lady.

—si su padre decidió nombrar a su hijo en honor a su amigo, ¿qué puedo esperar de esa familia?—cuestionó.—es decir, el Rey es un ebrio y me estás diciendo que los Stark alaban al Rey.

—señorita creo que debe hablar más bajo y recordar que ebrio o no, Robert Baratheon sigue siendo su Rey.—regañó Morna, que era la única figura materna con la que Lilah había crecido.—y que se casará con un Stark sea como sea.

—sólo digo que si Lord Stark es tan buen amigo del Rey, mi matrimonio es totalmente inecesario.—comentó, desvió la mirada porque sabía que sus palabras no eran del todo ciertas.

—usted sabe que no.—murmuró Morna.—el Rey tiene una buena amistad con Ned Stark eso sí, pero sólo existe entre ellos. La paz en el reino depende de esa amistad, imaginé si uno de ellos muere, la paz se va con ellos.

Lilah lo sabía, pero escuchar a alguien más diciendolo le hacía sentir que su matrimonio sí tenía un propósito, la meta de mantener la paz era más de lo que quería, pues si fallaba miles morirían.

—¿al menos sabemos algo del joven Stark?—preguntó, cambiar a un tema un poco más cómodo le parecía mejor.—me gustaría saber algo más que su nombre.

Fuego en Invierno; Robb StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora