El proceso de ir hasta la habitación de Dylan y recibir el pendrive con la información del trabajo fueron los quince minutos más incómodos de mi vida.
El simple hecho de tener a su compañero de habitación cerca me causaba nerviosismo al punto de creer que estaba respirando con dificultad. Y quizás suene algo inmaduro, pero es la única forma de describir cómo me sentía y lo que transmitía mi cuerpo. Sé que Dylan llegó a notar mi estado porque intentaba sacarme conversación para que mis labios pronunciaran una palabra en medio de ese silencio.
De regreso a la residencia, iba pensando en lo sucedido y mi nivel de vergüenza se elevaba solo de pensar en la forma en que actué, al punto de sentir mi rostro caliente. Entiendo si Dylan llegó a pensar que soy una odiosa, y es que, ¿cómo no hacerlo? Quizás no sea la persona más sociable, pero no llego al punto de crear ese círculo de incomodidad.
Al llegar a mi habitación, me encuentro a Luisa con la vista fija en la pantalla de su laptop. Solo me saluda sin dirigirme una mirada para no desconcentrarse de lo que está haciendo. A pesar de que es nuestra segunda semana, los profesores nos han llenado de ensayos, trabajos y exposiciones, más que nada a mi amiga, que siempre que llego al dormitorio la consigo leyendo y redactando ensayos. Yo, por mi parte, me dispongo a hacer lo mismo: agarro mi laptop y conecto el pendrive.
Tomo mi tiempo para analizar la información y procesar la impresión al mismo tiempo. No es normal ver un trabajo de Dylan tan bien ordenado, redactado y con una ortografía tan impecable. Incluso agregó ejemplos e ilustraciones de la información que investigó. Es decir, el chico es muy inteligente, pero como había comentado, es descuidado en ciertas partes de sus estudios.
– Esto sí es impresionante – pienso en voz alta.
– ¿Sucede algo? – pregunta Luisa, despegando la vista de lo que estaba haciendo.
– Nada, es que este trabajo está demasiado bien elaborado.
– No entiendo – coloca una cara de confusión mientras pone su laptop a un lado – ¿Cuál es el problema?
– Es que mi compañero, a pesar de ser buen estudiante, es un poco descuidado a la hora de realizar un ensayo, sobre todo con la ortografía.
– Y aún así estudia literatura – alza una ceja confundida.
– Pues nunca es tarde para aprender, y por lo visto él se está esforzando – comento, volviendo mi vista a la pantalla del computador.
Por un momento noto cómo Luisa se me queda observando y forma una sonrisa en su rostro. Yo le devuelvo la mirada con curiosidad.
– Si me sigues mirando así, me voy a enamorar – le digo con un tono burlón – ¿Ya qué pasa?
Luisa sonríe ante mi ocurrencia y procede a responderme – Me sorprende cuánto amor tienes por ese arte, y no es algo reciente. Recuerdo cuando de niña me leías esos libros que te compraba tu abuelo, o cuando estábamos en bachillerato que me corregías en los ensayos y eso me molestaba.
– Con esos horrores ortográficos fijo nos reprobaban – ambas nos reímos por mi comentario.
– En fin, la literatura es algo que siempre te ha apasionado, eras la mejor en la materia de castellano y literatura.
– Las dos destacamos en diferentes aspectos, tú eras la mejor en matemáticas, incluso pensé que estudiarías una carrera que se relacionara con esa materia – ella me mira como si me hubiera salido un tercer ojo.
– Sí, era buena resolviendo ejercicios matemáticos, pero después de graduarme no quería saber nada de matemáticas.
– Y yo menos – volteo a ver la hora en mi reloj de mesa y noto que ya son casi las siete de la noche – ¿Te falta mucho para terminar lo que estás haciendo?
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Sueños Bajo La Luna
RomansaExiste una antigua leyenda que habla de "un hilo rojo invisible", el cual, conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo transcurrido, las vidas qué han pasado o la lejanía del lugar. El hilo se puede estirar o contra...