05. Camino tranquilo

155 23 28
                                    

—¿Qué? —preguntó Jamie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—¿Qué? —preguntó Jamie. La manera en que Bucky estaba balanceándose le recordó a las ocasiones en que ella compraba un dulce y él le pedía uno, haciendo exactamente los mismos gestos exageradamente naturales.

—Ya soy un adulto, Barnes —le reclamó, acercándose a ella—. No tienes que ponerme detrás de ti como si no pudiera cuidarme solo.

—Cierra la boca —se acercó más—. Yo puedo soltar las palabras que yo quiera, simplemente porque sí —frunció el ceño—. No me pidas negarme algo que está en mi naturaleza. Recibí más de 30 balas por ti, ¿y me reclamas el externarle a John lo mal que estuvieron sus palabras? Mejor cachetéame.

—Tengo 106 años, ya estoy grande.

—Y yo 116, pero nadie está contando —alzó los hombros y sacó la llave para abrir su auto.

El castaño frunció la boca y no respondió absolutamente nada, llegando a la conclusión de que ella tenía razón, pero definitivamente no iba a darle el gusto de decirle eso.

—¿Tienes en dónde dormir? —casi escupió Bucky, no estaba seguro si debía preguntar o no, aun así, decidió arriesgarse.

Jamie realizó un escaneo rápido en su cabeza, intentando ubicar algún momento en el que reservó la habitación de un hotel, alquiló alguna casa o un departamento... Nada.

—¿Se supone que te importa? —respondió sin verlo, solo apretó el botón, provocando un sonido leve y que las luces del carro se encendieran brevemente, indicando que ya estaba abierto.

—Nada más fue una pregunta —Bucky extendió sus brazos para restarle importancia.

—No, pero conseguiré algo.

—Puedes quedarte en mi departamento —tragó saliva—. Digo, si quieres, tampoco te voy a rogar.

—Nadie dijo que debías rogarme, James —suspiró—. Si está bien para ti, súbete y dime en dónde es.

Ella le señaló el asiento del copiloto, Bucky asintió y caminó para entrar al carro—. Como si no lo supieras, eres una maldita enferma del control —se sentó, al instante, Jamie hizo lo mismo.

—No sé en dónde queda —apretó el volante—. Te di los recursos para que comenzaras a armar tu vida, fue lo único. No me meto con tus compras, no rastreo tus finanzas, no vigilo tus movimientos y mucho menos conozco la ubicación de tu casa —contrarió las cejas—. No me culpes por ser controladora, me gusta sentir que puedo decidir en cosas.

Bucky tragó duro, arrepintiéndose inmediatamente de lo que salió de su boca, simpatizando con la lógica de su hermana. Les quitaron la vida, poseyéndoles como tal, dejándoles fuera de cualquier cosa que tuviera que ver con su alma y cuerpo, a él también le gustaba tener control de algo, hasta en escoger el platillo que quería comer por la simple acción de tener la capacidad para hacerlo.

Pero no iba a disculparse.

—De aquí te vas a la izquierda y sigues derecho —le dijo, Jamie asintió, arrancó y salió del aparcamiento. Ya lo había dejado estacionado al frente, como siempre por costumbre, en caso de cualquier situación que requiriera una salida rápida.

Seguía las instrucciones de Bucky, que eran bastante cortas y dejaban un silencio lo suficientemente posicionado como para convertirlo en incómodo, especialmente porque no se estaban gritando.

—¿Qué vas a poner? —preguntó el menor cuando vio la mano de su hermana viajar hacia la pequeña pantalla donde estaba el reproductor del carro, ella se estacionó para hacer lo que deseaba.

—"Te regalo" de Carla Morrison —observó el ceño del castaño fruncirse—. ¿Harás como que no sabes español?

—No, claro que sé español.

—Hablamos más de 30 idiomas, James, obvio sabes español.

—Sí, sí sé.

—Ya sé que sabes.

—¿Estás dudando de mi capacidad?

—Ya basta —bufó—. ¿Comiste? Podemos pasar aquí, parece una cafetería.

Él giró su cabeza, encontrándose con el lugar que frecuentaba en compañía de Yori todos los miércoles, esperando, genuinamente, reponer lo que le había hecho. Su vista se clavó en el sitio por pocos segundos, pero los suficientes como para que Jamie avanzara.

—¿Qué te pasa? Ni esperaste a que contestara.

—Malos recuerdos, puedo verlo en tus ojos —carraspeó—. ¿Este es el edificio? —James emitió un sonido con su garganta en forma de respuesta afirmativa—. Es lindo, ¿tiene estacionamiento?

—No, pero puedes dejarlo sobre la calle.

—De acuerdo —respondió con tranquilidad. Maniobró las veces necesarias para colocarlo en donde Bucky le había recomendado.

Bajaron del auto sin decir nada, el menor entró y saludó a la persona en recepción, igual Jamie. Ella veía el sitio como algo bastante cómodo, no excesivamente caro, le había dejado del dinero a su hermano para que se comprara una casa, pero realmente no le externó opiniones porque quería que tuviera la libertad de elegir.

La castaña solo lo seguía, se detuvieron frente a una puerta y él abrió, entró primero por la manía que, aseguraba, Jamie no se había quitado: revisar a los lados, esperar cinco segundos y volver a checar. Cerró los seguros y observó el sitio.

El espacio no era inmenso, pero lo suficiente para estar. Todo despejado, algunas cajas, ropa tirada, una televisión sobre la repisa vacía, un sofá y otras cosas bastante comunes, podría decir que estaba vacío.

Y lo más importante, no había cama.

Jamie celebró internamente, no quería verse en la penosa situación de dormir y asustarse por la sensación del colchón, cuando lo intentó, sintió que iba a hundirse y terminar perdida en un inmenso mundo de algodón.

—Déjame adivinar, no es tu lugar favorito —soltó Bucky con sarcasmo—. Seguro tú tienes una mansión —rodó los ojos.

—No exactamente. Tu espacio es tuyo, James, yo solo soy una vista —dijo con simpleza.

Los traumas de la mayor llegaron hasta el punto de evitarse poder habitar cualquier punto gracias al miedo de atacar a la civilización, que sus gritos se escucharan muy altos o la completa necesidad de querer revisar su propia casa cada cinco segundos por el terror de que alguien estuviera ahí para llevársela de nuevo.

Claro que Bucky no lo sabía, pues entre los tantos sacrificios que su hermana había hecho y no conocía, fue la limitante en los métodos de sometimiento que ella se ofreció a sufrir, únicamente para que a él lo congelaran y torturaran, pero que nunca le hicieran lo mismo que a ella.

El castaño la miró de reojo por su actitud tan pasiva, tal vez estaba siendo un poco malo con Jamie.

El castaño la miró de reojo por su actitud tan pasiva, tal vez estaba siendo un poco malo con Jamie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

• holaaaa, recuerden que lxs tqm sísí, besitos y mucho amor <3

la llaman ❪ bucky barnes ❫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora