Laurelinad

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Llegó a su hogar como siempre fatigado y muy tarde en la noche, pero aún así nunca cuestionaba nada; las ordenes de la matriarca eran absolutas y él debía entrenar por el bien de su única hermana y en orden de poder demostrar su valía a su sociedad. Se fue de inmediato a la cama, ni siquiera le importó quitarse la armadura de cuero con aún alguna que otra salpicadura de sangre solo se dejó llevar por el sueño, Laurelinad normalmente no soñaba, esas cosas eran más comunes en las féminas de su comunidad quiénes buscaban, desesperadas a veces, el encuentro en el mundo onírico con la madre oscura, por eso al comenzar a vislumbrar imágenes y sombras en su supuesto descanso comenzó a inquietarse y a dar vueltas, las borrosas figuras se volvieron cada vez más y más nítidas y alcanzó a ver una luz que lo deslumbraba. En el medio de esta estaba ella, era perfecta, brillante y vivaz, de mejillas rosadas labios semiabiertos y esos ojos de verde vibrante. Nunca había visto nada así.

En la habitación se estaban llevando a cabo los ritos clásicos que las sacerdotisas de sangre le ofrecían a la madre oscura también conocida como la reina araña, Loth su principal deidad, pero la joven elfa del bosque parecía no dar importancia a las sacerdotisas que la rodeabab en cambio lo miraba fijo con sus ojos verdes esmeralda penetrando su ser, no podía explicarlo, pero sabía que esa mirada estaba destinada a él, trató de escapar pero su cuerpo no respondió estaba bajo su hechizo encantador de ojos relucientes y entonces vio como la acólita iniciada marcaba la señala en el pecho donde el punzante cuchillo atravesaría a la elfa del bosque, las marcas del sacrificio, si,era algo obvio, su joven y vital corazón sería una ofrenda satisfactoria. Sin embrago algo en él no quería dejar que esto pasara, su cuerpo entero se crispó al ver la sacerdotiza jugando con su arsenal de cuchillos con una sonrisa sádica en el rostro...entonces despertó, sudando frío y con la respiración entre cortada.

Maegalcarwen

Aún siendo una joven elfa del bosque sus habilidades no tenían comparación con las de las demás chicas entrenadas en el arte del arquería allá en su pueblo natal, siempre les superaba por mucho. Este echo le inyectaba con confianza y seguridad cosa que la hizo crecer siempre muy segura de si misma e independiente y le ganó un cómodo espacio en la corte real de Ancaria, al servicio del rey de los Humanos, antes incluso de alcanzar la mayoría de edad. Su vida entonces dió un giro de 180 grados, pasando de una cómoda protegida y familiar comunidad a una corte dónde debía valerse por si sola, y nada le hacía mas feliz. Como montaraz al servicio de la corona demostró ser extremadamente versátil y experta en sus primeros años de servicios. Escalando rápida y notoriamente hasta hacerse con la suficiente libertad como para salir de los terrenos delimitados por el rey, y aventurarse a búsquedas más profesionales de encargos directos de la corona. Así fue como ella y un pequeño grupo élite fue enviado, dadas sus bastas y destacadas proficiencias a una peligrosa misión en el reino enemigo. La compañía era hábil y pudieron con basta tranquilidad terminar la misión encargada con tiempo de sobra para así volver antes de lo acordado a casa.

Aún así todo esto de poco sirvió cuando los invadieron los Elendiar, guerreros élite de los elfos oscuros en su retorno al castillo, ni tampoco cuando cortaron las gargantas de los demás montaraces que la acompañaban. Mentiría si dijera que no pensó que le pondrían fin ahí mismo, de igual forma que lo habían hecho con los demás, pero luego de discutir por varios segundos en su lengua, de la cuál entendió vagas palabras, de esa lengua horrenda, enrevesada y gutural. Entonces sintió el golpe seco y todo se puso negro, perdió las facultades de su cuerpo al finalmente despertar estaba desnuda, amarrada mientras dos desconocidas de piel ceniza la estaban vistiendo con retazos de telas oscuras que olían a brea. Wen se retorció pero solo logró que la abofeteara, quién ella suponía que era la cabecilla de todo esto, por su intento de rebeldía. Mustió una maldición por lo bajo y mordió con rabia la tela que le colocaron como mordaza en otra ocacion no habría demorado tanto en notar sus alrededores Pero su rabia nublo su jucio, para cuando lo vió, estaba parado casi frente a ella, mirándola, si algo lo describiría sería el humo, muy puro y intangible a la vez, lo miró fijo y con detenmiento, pensó que en verdad estaba ahí pero luego vió como los demás no se percataban de su presencia. A estas alturas desconfiaba ya de sus propias facultades mentales no le apartó la vista de encima, directo en sus ojos estos eran para su sorpresa el único color brillante en él, amarillos casi dorados en contraste, no del común rojo sangría de su pueblo, parecía estar al tanto de la presencia de ella pero solo alcanzaba a notar su tensión y incomodidad, justo como si fuera él quién estuviera atado a punto de ser sacrificado mientras ella en realidad estaba absorta por la aparición y no podía quitarle la vista de encima, al punto de ignorar a sus "anfitrionas". Tanta fue su concentración que no volvió a percatarse de la sacerdotiza hasta que esta hizo las marcas con algun tipo de tintura sobre su pecho, al cabo de lo apareció largos minutos, esta se decidió por un cuchillo curvo y se acercó a ella con extrema lentitud y sonriendo sádicamente, con una expresión en su rostro que parecía ya estar saboreando su sangre en la boca, solo al ver como alzaba el cuchillo el verdadero temor se apoderó de su cuerpo,era un frío fantasma que invadía su ser, dejándola inmóvil sobre el pedestal. Sintió que él corazón latía incluso más despacio y de cierta, forma lo veía todo más lento, aceptó así, con resolución, su muerte cerrando los parpados con el rostro de el elfo grabado en sus retinas,- Fue la última cara que enfoqué -, pensó amargada pero sin poder dejar de pensar que sus ojos parecían brillar en su piel gris pálida de una forma muy hermosa.

En un latido del corazón sintió la sangre salpicar en su cara pero no la fría cuchilla atravesar su pecho abrió los ojos y estaba una silueta en el lugar de la sacerdotiza a contra luz, la sangre salpicada sobre él brillaba tenuemente y los dos cuerpos de las mujeres yacían en el suelo, inmóviles y los ojos de la silueta que se cernía como lamparas en una neblina ahora la miraban resplandecían en tonos de amarillo.

Laurelinad

Entrar al templo siguilosamente fue más fácil de lo que se imaginó, estaban tan absortas por el rito que no lo vieron llegar, como un gato silencioso desde las altas ventanas y desender por las columnas internas, como por arte de un trance sentía que lo podía ver todo, sus sentidos se agudizaron al extremo que la muerte de la novicia le pareció un juego de niños, y la sacerdotiza, bafff...en su sádica eufória de beber la sangre de la dorada elfa no lo escuchó hasta que ya este le cortó,en un veloz movimiento, la garganta. Ya desde el momento que había entrado la había visto, el simple echo de que ella cerrara sus ojos aceptando su muerte activó cada célula del cuerpo de Lau, quién ahora la veía frente a él con los ojos abiertos como platos. Era real se decía a sí mismo, puedo tocarla. No supo qué pero algo lo llevó a salir de su casa al despertar del agitado sueño, en búsqueda de la chica, podía oír como lo llamaba aunque no decía su nombre.

- Solo quería verificar si era real por eso vine hasta acá- pensó tratando de convencerse a si mismo, pero....por qué.

Miró los cadáveres de ambas mujeres en el suelo y trató de entender su posición actual. El ínfimo echo de haber interrumpido un servicio religioso ya era castigado severamente y por la sencilla adición de ser un hombre era un pecado directo a la colonia, no hablemos de privar de la vida a dos hijas de Loth, claramente le esperaba una pena de muerte. Suspiró profundamente aún con su mente inquieta, tratando poder aceptar sus propias acciones y se acercó sin más nada que hacer a la dorada. Esta se encogió al verlo él solo tomo sus muñecas amablemente y cortó las sogas hizo lo mismo de forma más presta con las ataduras de los pies

-Ya estás libre, no tienes nada que temer, pero es hora de irnos

Ella intentó levantarse pero no lo pudo lograr, vió como perdía él control de su cuerpo y la atrapó a medio camino de la caída estabilizandola sobre su mano libre, noto lo frágil que se encontraba y lo agradable que le resultaba su piel al tacto. También notó que el echo de que la tocaran le molestó, pues tensó de inmediato sus músculos al sentirse atrapada, a él también lo incómodo su reacción, así que fingió no persivirlo.Casi en el acto entraron los guardias a la habitación ¡qué les había delatado tan rápido!!!, pensó alterando sus pensamientos de nuevo.

Él se había movido como una sombra era imposible qué....entonces vió al esbirro de las sombras un ser infernal que ellas podían utilizar como mensajero, se las había arreglado para poderlo invocar con su último aliento de vida, al verlo arrastrase hasta el cadáver de la sacerdotiza, los ojos de esta abiertos y sin vida hacían más macabra la mueca de éxtasis con la que había muerto, - malditas brujas!!!- , pensó, está había logrado después de caer muerta enviar un sirviente a alertar de la traición cosa que le enojó más todavía, él sabía que podían hacer eso, como podía haber sido tan descuidado y no haber previsto esa opción. Sujetando a la dorada lo mejor que podía y una afilada hoja curva en la otra mano se dispuso como ella lo había hecho, a morir pero no, él no lo haría simplemente cerrando los ojos y aceptando su destino, él moriría luchando.

Estuvo a punto de lanzarse sobre los guardias cuando la elfa se resbaló de entre su agarre; por un momento pensó que esta se había desmayado del todo cosa que casi de inmediato corrigió al ver como alzaba vivaz la cabeza y de un golpe en la roca caliza, de la estaba hecho el suelo, invocaba un espíritu elemental, que rompia al unisono con el movimito de ella la loza, arremetiendo con todas sus fuerzas y se los llevaba a ambos hacia abajo de un tirón, guiados por la fuerza de gravedad hacía la oscuridad del infrasuelo.

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