Capítulo 1

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Nora, una mujer con el pelo negro azabache, ojos azules y un cuerpo de escándalo, que todos desearían, me dijo más de una vez que la tratara como 'mamá'. Pero, ¿cómo hacer eso en apenas unos días del funeral de mis padres? Impensable. 

Ella trabajaba en un supermercado y estaba encantada con su vida humilde, o eso decía.

Su marido, Joseph, un hombre centímetros más alto que ella, pelo castaño y rizo, ojos verdes y demasiado atractivo. 

Me acogieron y nunca tuve pegas sobre ellos, jamás de los jamases diría nada en contra de ellos porque fueron como mis padres a los que no llamaría 'papá' ni 'mamá'. 

En el colegio no me iba mal, sacaba buenas notas, hasta que empezó la enseñanza secundaria obligatoria. No deseaba estudiar más, por lo menos, no quería hacerlo sabiendo el futuro que me depararía, pero Nora me obligaba a ir. Odiaba a todos los compañeros, profesores y hasta al instituto. Si hubiera podido prenderle fuego a ese lugar, no lo hubiese dudado. No tenía amigos ni amigas, me aislaba de todo el mundo y Nora le echaba la culpa al no salir de casa.

El primer curso fue terrible, y más la primera evaluación. Tener que estudiar lo que no quería, era un tanto odioso. Siempre hice lo que quise, hasta ahí. Nora y Joseph, me empezaron a regañar por mis calificaciones bajas y mi mal comportamiento. Más de una vez los habría mandado a freír espárragos, pero ellos insistían en que estudiase. Lo hice. No hubo más remedio. Nunca repetí.

Querían que hiciese una carrera, la cuál yo repudiaba, pero no haría nada que los pudiese desilusionar. Giselle, la hija de Nora y Joseph, era más que una hermana, era como una amiga para mi, a la cuál le contaba todos mis problemas y ella me escuchaba atentamente. Ella tenía nueve años, y yo diecisiete. Siempre nos entendimos y nunca tuvimos problemas ni discusiones. Jamás le conté ni le contaría el accidente de mis padres biológicos a ella, quería que siguiese pensando que éramos hermanas de verdad, de sangre. Ellos, me habían cambiado los apellidos que tenía por los suyos, para no tener nada que ver con mis padres. No quería saber nada de ellos, porque me dolería como quien clava un puñal en el pecho.

Muchos sábados iba al cementerio a contarles todas mis penas, todo lo que hice y todo lo que haría para contentar a Nora y Joseph, a los que no pude tratar como mis padres, ya que no saldría de mi, y ellos no querían forzar eso, lo entendían perfectamente.

El verano ya había llegado, y ya me habían dado las notas del último curso para poder comenzar la carrera. Periodismo. Eso eligieron mis 'padres'. No estaba orgullosa con lo que sería en un futuro, pero aún así, les hice caso.

Yo siempre había soñado con ser veterinaria.

— Nora, Joseph— les dije mientras cenábamos.

— Dinos cariño— dijo Nora.

— Yo... Lo he pensado mejor, y...— paré de inmediato al alzar la vista y ver las caras entristecidas.

— No nos digas lo que creemos que dirás, por favor Lisa.

—Lo siento, pero yo... Yo no quiero ser periodista...— dije mientras jugaba con la comida.

— No Elisabeth, tienes que estudiar eso, mi amor— decía Nora con cierto dolor—. Debes estudiar eso para tener un futuro. Ser veterinaria, apenas tiene salida. Miramos por tu bien, y será lo mejor para ti.

La conversación había terminado ahí. Los decepcionaría si estudiase otra carrera sin ser periodismo. Pensé muchas veces que sería infeliz toda mi vida.

En el verano y gracias a mis buenas cualificaciones, me compensaron con ir a Marsella, a la casa que tenían allá. A mi no me apetecía ni un poco, pero Nora había insistido tanto, que había cedido. 

Mi mejor pesadillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora