Capítulo 9

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Cuando los créditos comenzaron a aparecer en la pantalla del cine, me levanté rápidamente y bajé las escaleras lo más rápido posible. Por poco no me caigo de bruces, rodando por el cine adelante, por culpa de escapar de Azael.

Pero decir que fracasé estrepitosamente, es la pura realidad. Fallé en intentar escapar de él y al no caerme. Me tropecé con mis pies y me comí el suelo. Lo peor no fue eso, sino que Azael se empezó a partir el culo a mi costa, mirándome, de rodillas, sin ayudarme a levantarme del suelo.

Claramente, no pasó lo que suele pasar en los libros, que el joven apuesto te atrape antes de caerte. No. Desde luego que no. Posiblemente, me haya roto un diente al no esperármelo y no poner las manos como defensa.

—Tú no me preguntes si estoy bien —lo fulminé con la mirada, intentando que mis ojos dispararan al idiota que tenía mofándose de mí.

—Ha sido gracioso ver tu cara al caer —su risa me estaba molestando, pero terminé riéndome con él, porque si no puedes con tu enemigo, únete a él, o eso dicen.

—Me parto contigo, tío —me volví a poner seria y me levanté, sacudiendo mi ropa, como si me la hubiera manchado.

Empecé a andar y sentí como él me seguía.

—Entonces... ¿vemos el final de la película?

Me paré en seco.

—¿Es eso una media cita o qué?

—¿Qué? No, por supuesto que no... A no ser que tú quieras que lo sea.

Lo miré atónita al giro que le había dado a la tortilla.

¿Yo? Joder, pues claro que no. ¿No? Por supuesto que no. Porque, no quería, ¿verdad?

—¿Qué? —me pilló con la guardia baja, pero no quería decir eso en voz alta.

—Digo que si quieres tener una cita conmigo.

Lo miré, estupefacta y empecé a señalarnos de una forma un poco efusiva, de un lado a otro.

—¿Qué? ¿Nosotros? ¿Tú y yo? Por favor, no...

—Espera. Entonces, ¿esto qué cojones es? —dijo, señalando el cine.

—Esto ha sido una emboscada por parte de tu hermana.

Se rio. Yo me reí, no porque me causara gracia, sino porque su risa era pegadiza.

—¿Quieres cenar algo? —me negué. No quería convertir esto en una cita, no— ¿De verdad que no tienes hambre? —asentí, negué. Ya no sabía qué estaba haciendo con mi vida.

Como llamado del cielo, mi móvil sonó como que me había llegado un mensaje. Le sonreí, a modo de disculpa, como si realmente lo lamentara.

No sé qué me pasaba con él, si es que me pasaba algo. Lo que no tenía claro, era el porqué de esta encerrona.

¿Cómo lo estás pasando con Azael?

Lo leí con una voz burlona, y por supuesto que Xana lo había dicho de esa forma. Maldita cabrona. Miré a Azael de reojo, que estaba escribiendo algo en su móvil. Xana estaba en línea, él estaba con el móvil. Le envié cualquier parida a mi amiga y, como si todo fuera una ilusión, Xana no lo leyó en el momento. Deduje que estarían hablando, que, como hermanos que eran, se contaban todo.

Me acerqué a él, y le enseñé el mensaje, esperando que, si ella le habló, él me lo enseñaría también. Lo que vi en la pantalla, más bien el nombre que vi, me crispó de una forma inimaginable.

Rebeca. Se repetía una y otra vez en mi cabeza. Quería preguntarle porqué cojones estaba hablando con ella, cuando estábamos aquí, él y yo.

Como si no se diera cuenta de que yo me había fijado con quien hablaba, me sonrió y me cogió el móvil, abrió la cámara de la conversación de WhatsApp con Xana, me agarró de la cintura, acercándome a él, y me plantó un beso en la coronilla.

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⏰ Última actualización: Mar 25, 2018 ⏰

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