Nadie aparte de esos dos comprendía cómo era que funcionaba aquella relación.
No eran amigos, pero esa relación tampoco se podía caracterizar como una de rivalidad propiamente tal.
Katsuki era el legítimo heredero al reino de los Bakugō, e Izuku era un sencillo aventurero que por diversas circunstancias consiguió convertirse en uno de los consejeros y amigos más cercanos del príncipe allí presente del reino de los Todoroki.
No existía un punto de comparación entre el rubio y el peliverde, y aún así, ambos hombres se trataban el uno al otro como iguales, a pesar de que la aversión al trato entre ellos era más latente en el futuro rey que en el introvertido aventurero.
—¡No dices más que estupideces! —gruñó al quitarse de forma violenta los sagrados collares que portaba, una vez que el escenario de una interrumpida ceremonia cambiara al cuarto del heredero, quien indiferente al hecho de no encontrarse sólo en aquella habitación, cambió una a una sus prendas de vestir por unas ropas mucho más apropiadas para un enfrentamiento de guerra.
—¡Katsuki! —increpó la mujer que asemejaba su carácter al de su hijo, mientras le arrebataba de las manos los objetos sagrados que con amor y cuidado habían sido traspasados de generación a generación en el reino de los Bakugō, enrostrándole los mismos objetos al rubio para hacerle entender que lo que el muchacho advertía tenía sentido lógico. —¡Mira lo que tú mismo portabas sobre tu pecho!
—¡No es más que utilería barata, madre! ¿Pretendes hacerme huir con estos idiotas mientras tú te enfrentas al enem...
Su queja fue detenida por la mano poderosa de la mujer que simplemente lo hizo callar con una cachetada.
—¡No te atrevas a decir que he perdido años de enseñanza en un hijo incrédulo! Si dices una palabra adicional, harás que me arrepienta de considerarte digno a recibir el reino.
—¡DÉJAME LUCHAR A TU LADO, MUJER TONTA! —insistió acercándose a la mujer, para demostrarle a todos los sujetos allí presentes que no le había inmutado el golpe recibido, pues su determinación era la suficiente como para porfiar a su madre.
Katsuki Bakugō no deseaba abandonar su reino, sino que deseaba luchar por él en primera línea, para así demostrarle a su pueblo -y principalmente a sí mismo- que efectivamente él era digno de cargar con el título de Rey.
—¿Y qué si Midoriya tiene razón? —habló por primera vez el príncipe Todoroki, con una profunda voz que dejaba en evidencia que no estaría dispuesto a seguir perdiendo el tiempo en discusiones sin sentido.
Shōto Todoroki también podía perder la paciencia... sobre todo si su reino también se encontraba en peligro.
—¿Tú también crees los disparates del estúpido de Deku? —preguntó molesto, aún sabiendo que la respuesta era evidente.
—Es lo que él está buscando, Bakugō. Si no lo encuentra en mi reino, vendrá por el tuyo, y luego irá de pueblo en pueblo destruyendo todo a su paso hasta encontrarlo... —razonó acercándose al rubio, quien ahora ignoraba a su madre para acercarse también y enfrentarlo en una absurda lucha de postura y mirada desafiante— Puede que tu reino logre detener su avance en un enfrentamiento, pero esa no será la realidad para otros lugares allí afuera.
—Entonces yo mismo seré quien lo mate, acabando con la mierda de raíz —respondió con arrogancia el rubio, quien no quería dar su brazo a torcer.
—Y luego se levantará otro enemigo en busca del dragón —culminó Izuku, siendo las últimas palabras de aquella discusión.
Los cinco adultos allí presentes se observaron en silencio, hasta que Masaru Bakugō dio un paso hacia su hijo y éste rechistara al ser invadido por la frustración de aceptar su rol en la guerra que se avecinaba.
Sin embargo, el impasible rey se acercó sin titubeos -aunque tampoco con apuro alguno- y tomó los collares que ahora cargaba su mujer, para escoger uno en específico y tomar la mano de su molesto hijo, enfrentándole con su serena mirada.
—Ve, hijo —sentenció, siendo la orden del Rey inmutable, mientras intentaba transmitirle al fuerte hombre en que se había convertido su hijo que su labor no era menos importante que mantenerse frente a la línea de guerra.
Masaru apretó su mano sobre la de su hijo, entregándole la pieza sagrada más excepcional que su reino poseía.
Katsuki bajó la mirada derrotado, para luego levantarla con ira hacia el príncipe allí presente junto con su acompañante, el aventurero Izuku.
Presionó con mayor fuerza el collar en su mano, y largó el paso con rapidez hacia el exterior de su habitación -sin siquiera despedirse de sus padres- cumpliendo con evidente mala gana la orden del Rey.
...Y es que así era él.
Izuku Midoriya observó un segundo la puerta del cuarto por donde el rubio había salido, y luego observó brevemente a su príncipe, asintiéndose el uno al otro al comprender que ya no tenían más asuntos que hacer en el reino de los Bakugō.
Pero incluso antes de que él pudiera dar un primer paso para seguir al rubio ceniza, la única mujer allí presente le retuvo unos segundos más, para observarle con una mirada llena de complejos sentimientos.
—Confío la vida de mi hijo y mi pueblo en tus palabras, Midoriya.
Esa declaración logró calar en lo más profundo de aquel confiable sujeto, quien no dudó ni un segundo en sostener las manos de una madre que contenía las lágrimas frente a la situación que los envolvía, para ofrecerle su más sincera promesa de salvar a la población incluso más allá de las fronteras de los reinos de sus amigos más cercanos: Shōto y Katsuki.
—Y yo confío mi vida en las manos de Kacchan.
Y sin más, el trío de hombres desapareció por completo del palacio, y prontamente, de la llanura de los tranquilos reinos conocidos.
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The Guardians [AU Medieval x OC]
FanfictionLa leyenda en torno a un ser mitológico es tanto la causante de la guerra, como la solución a ella. El tiempo corre, y salvar el reino al que pertenece cada protagonista depende de qué tan lejos lleguen sus instintos guardianes. AU adulta. Violen...