Capítulo 4

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El rostro de Izuku Midoriya era un verdadero poema.

Aquel hombre que había dedicado sus días a la exploración como ningún otro aventurero, jamás había tenido la osadía de cumplir una misión como esa.

Y es que él admiraba mucho las historias del anciano que guiaba su entrenamiento y lo ayudaba a madurar, pero la verdad es que el peliverde nunca consideró las fábulas de aquel hombre como historias pasadas que realmente hubiesen sucedido.

No obstante... Ahí estaba.

Una de las más grandes historias de Gran Torino se encontraba frente a él, mostrando sus dientes de forma ofensiva, y rodeando con posesividad a una confiada y apacible mujer que no se inmutaba por el fuego avasallador creado por la majestuosa criatura.

Deseó que el tiempo se detuviera para poder apreciar como correspondía cada detalle de esta nueva realidad que se revelaba frente a él, sin embargo, todo se desarrollaba con extrema velocidad, y ahora él sólo debía actuar por instinto para sobrevivir al filo de la espada que sostenía la valiente mujer a un par de metros de ambos hombres.

—¡No somos un enemigo!—gritó con desenfreno levantando sus manos en señal de rendición, pues era evidente la desventaja que representaba estar frente a la criatura que había lanzado una poderosa llama como primera interacción entre ellos.

Ni siquiera supo identificar de dónde había aparecido la mujer que simplemente se mostró cuando el dragón posó sus patas en el piso.

Sin embargo, su inicial intención de mediación fue diametralmente opuesta a la del príncipe, quien en un sólo instante había descendido de su caballo y desenvainado ambas espadas dispuesto a utilizarlas con la expertise que pocos hombres en la tierra podrían igualar.

—¡Dejad sus armas a un lado, forasteros! —habló ella.

Midoriya vio con pasmo el rostro de su amigo, a quien en pocas ocasiones había observado con aquel sombrío aura que inspiraba terror para su adversario, notando el firme sostén en el puño de sus espadas.

—¿Esperas que no desenvaine cuando ha sido el dragón el primero en atacar? —respondió el bicolor con voz amenazadora, a un lado de su caballo.

La espada de la mujer apuntó entonces a Izuku, y él alzó más alto sus manos aún estando montado sobre su propio corcel.

—¡Queremos salvar nuestros reinos! —insistió el aventurero, sin atreverse a arrear a su caballo, pues necesitaba apaciguar el tenso momento que le había apretado el estómago a niveles impensados en tan sólo un par de segundos de interacción.

—Regresen por donde han venido. —amenazó ella acomodando con aparente soltura su espada, e Izuku supo que la mujer frente a él no era alguien común.

Sus movimientos, su postura, y la decisión en su rostro y voz, comunicó lo suficiente como para aquellos dos hombres concluyeran que ella estaba lo suficientemente preparada para un enfrentamiento real con su espada.

—Lo siento, pero esto no es un viaje de placer. Aléjate si no quieres salir lastimada.

—¡Todoroki! —intervino Midoriya al regañarlo por aquellas palabras.

—No quiero enfrentarme a tí, extraño.

—¡Nosotros tampoco! ¡Danos un segundo para explicarnos! —insistió el aventurero a la mujer, pero fue interrumpido por la orden clara de ella.

—Regresen a su lado de la barrera.

Fue cuando el joven aventurero volteó su vista frente a semejante declaración, al revelarse información sumamente crucial respecto a las palabras de la mujer.

The Guardians [AU Medieval x OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora