Capítulo 3

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El pánico se apoderó del hombre en tan sólo un segundo, y largó el paso con urgencia apenas se enteró de la noticia de Momo Yaoyorozu.

El bosque se había manifestado, y desconocidos se dirigían a la barrera a pesar de la magia que bloqueaba el paso.

Maldijo sus pies lentos, y como otras tantas veces, se odió a sí mismo sintiéndose patético al no ser lo suficientemente digno como para proteger a la mujer que con total seguridad se encontraría frente a la barrera en el momento en que aquellos hombres atravesarían el bosque.

Sin embargo, Rumi Koyama era una mujer fuerte, y tal vez, ella realmente no lo necesitaría allí, o al menos eso fue lo que se repitió una vez que su presuroso andar se vio enfrentado al camino de una manada de lobos en medio de una llanura, en donde en un sólo instante, el pelirrojo tenía un problema que podría ser incluso peor que el de la presencia de los desconocidos.

El tiempo pareció detenerse para él, pensando nuevamente que, contrario a lo que todo el pueblo pensaba respecto a su persona, él no era más que un simple seguidor de quien realmente llevaría a su gente a la prosperidad.

Él era en realidad únicamente un torpe seguidor, porque ni siquiera sería capaz de alertar a la mujer que amaba que la barrera se abriría esta vez por fuerzas externas, y que eso no podía significar nada bueno para el futuro de su pueblo.

El hombre retrocedió un par de pasos con suma lentitud esperando que su acción fuera lo suficientemente discreta como para que los animales salvajes no se abalanzaran sobre él y lo atacaran, pero luego se arrepintió al descubrir que eso sólo había conseguido alterar a la manada completa.

Eijirō Kirishima pudo ver su vida en no más que un par de segundos, pensando en que incluso su muerte sería algo muy poco digno del guardián que aspiraba ser para la gente que tanto deseaba proteger.

Nadie vendría a rescatarle en aquel preciso momento.

Él no era como Rumi, y nunca podría formar parte de aquella nobleza que montaba a las bestias.

Él sólo cuidaba de ellos.

Sin embargo, estaba agradecido de la vida, y por ello fue que aceptó su destino final confiado en que la madre naturaleza se encargaría de darle una buena vida a la mujer que amaba.

No importaba si fuera o no con él.

El bosque que ella tanto observaba más allá de la barrera no sería capaz de hacerle daño...

...Como tampoco el alfa de la manada que detuvo el andar de las bestias que se acercaban al semidesnudo hombre para despedazarlo.

La quieta respiración del sujeto fue acompañada, e incluso acompasada por la respiración del animal que se acercó con una lentitud diametralmente opuesta a la del resto de la manada, y entonces Kirishima reparó en el hecho de que el alfa poseía una mirada profunda que lo analizaba tal y como alguna vez lo vivió Rumi en su adolescencia.

...Supo entonces que algo más allá de la magia estaba sucediendo...

Su espíritu audaz fue más grande que él, por lo que, sin razonarlo mucho, el pelirrojo extendió su mano para ofrecerle su cordial contacto a aquel ser que siguió su movimiento con su mirada, acercándose lo suficiente como para que su trompa y su respiración caliente chocara contra la palma del hombre.

La distancia entre el animal y el hombre permitió obtener una comparación objetiva por primera vez de la diferencia de alturas entre ambos seres, dejando claro que Eijirō estaría lejos de ser quien pudiera vencer en una lucha entre cuerpos, por más que él utilizara su rústica arma contra aquella bestia de dos metros de altura.

Pero el lobo alfa no tenía intenciones de luchar, y en cambio, luego de golpear su trompa con rudeza contra la palma del hombre, largó el paso hacia la misma dirección a la que se dirigía el pelirrojo inicialmente.

El guardián se quedó frío como un hielo, sin creer lo que sus ojos veían.

La manada le mantenía la mirada sin siquiera tener intenciones de acercarse, y él no podía dejar de observar el trote de la bestia que se abría paso entre los demás, hasta que se detuvo a una docena de metros únicamente para volcar su vista hacia él.

Un gruñido se hizo presente, y no supo por qué, pero contrariamente a lo que hubiese hecho un ser racional en aquel momento, Eijirō Kirishima no se alejó de la escena mientras podía salir vivo de allí, sino que dio un par de pasos hacia adelante.

Fue cuando la bestia comenzó nuevamente su trote, y el pelirrojo comprendió entonces que su carrera hacia Rumi Koyama sería acompañada por un animal que jamás pensaría que se cruzaría en su camino.

...Tal vez, Eijirō Kirishima también podría ser un hombre capaz de conectar con las bestias. O tal vez, él únicamente estaba destinado a ser el guía entre los verdaderos compañeros de vida...

Sin embargo, de una sola cosa estaba seguro el pelirrojo, y es que sus vidas iban a cambiar de forma drástica sin lugar a dudas.

Lo supo por el rugir del dragón.

Lo supo por el grito de su mujer.

Lo supo por el fuerte olor a leña quemada.

Y lo supo cuando por fin el bosque de este lado dio paso a la barrera abierta, conectando su pueblo con el mundo allí fuera, siendo capaz de observar a la mujer portar su espada con decisión, amenazando la vida de un hombre de extravagantes ropajes de color azul como el cielo, mientras otro igual de ridículo que él (solo que con trapos de color verde como el prado) observaba atónito la escena de la bestia que protegía a Rumi Koyama...

...Su dragón. 











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The Guardians [AU Medieval x OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora