Capítulo 2

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Pov Gulf.

Después de solicitar el número de teléfono a Gulf, Mew recibió una respuesta algo inesperada:

—¿Por qué debería?

Mew se cuestionaba si compartir su número sería una buena idea, considerando las posibles interpretaciones en la empresa. A pesar de la duda, sentía la necesidad de resolver su intranquilidad.

—Tenemos que organizar la despedida de mi tío, necesito estar en contacto contigo —explicó Mew.

—¿Despedida? ¿Cuál despedida? No mencionaste nada sobre una despedida para tu exjefe —señaló Gulf.

Mew reaccionó con sorpresa y le recordó a Gulf revisar los papeles que le había entregado. Tras una explicación, Gulf entendió y compartió su número de teléfono, comprometiéndose a leer el comunicado sin demora.

Debido al tráfico, eran las nueve de la noche cuando finalmente llegó a casa, preocupado por su gato. Al ver el desastre que había causado, se apresuró a alimentarlo y consideró la necesidad de adquirir nuevos muebles.

Después de un baño reconfortante, solicitó nuevos muebles y revisó los documentos para enviar a la oficina, encontrándolo aburrido y previsible.

A pesar de la hora, notó que aún no había cenado y decidió que era demasiado tarde para hacerlo. Preparado para dormir después de un día inusual, recibió un mensaje sorpresivo de Mew, impidiéndole conciliar el sueño.

En la llamada nocturna, Mew consultó a Gulf sobre los detalles de la despedida, identificando el lugar y a quiénes invitar. A pesar del horario, Gulf colaboró con la información necesaria, lamentando haber interrumpido el descanso de Gulf.

Después de aclarar los detalles, Gulf terminó su cena apresuradamente, previendo la llegada de los nuevos muebles al día siguiente, con la esperanza de no tener que reemplazarlos nuevamente.

~•~

Me levanté exaltado a las ocho de la mañana al escuchar el timbre; eran los repartidores con mis muebles. Agradecí la entrega, pero... ¿realmente debían llegar tan temprano? Preferiría recibirlos a las ocho de la noche, pero sin muchas quejas. Observando a los trabajadores mientras hacían su labor, divisé a mi gata destrozando muebles al ver su plato vacío. Rápidamente la alimenté, decidiendo posponer el cambio de muebles por ahora.

Al llegar las diez de la mañana, llamé a mi mejor amigo para discutir sobre la situación, incluyendo la presencia de nuestro nuevo jefe en la empresa. Después de algunas persuasiones para que asistiera a la fiesta de despedida, me respondió entre risas: "Sí voy, pero qué pereza", lo cual me hizo reír antes de colgar la llamada.

Una breve visita al supermercado reveló que mi gata tenía más apetito que yo, yendo directo a la sección de alimentos para mascotas. En medio de las compras, choqué con un chico alto, unos 10 centímetros más que yo, quien inició una conversación.

—Disculpa, ¿puedo saber tu nombre? —preguntó.

—Mmm... me llamo Gulf, ¿y tú?

—Yo soy Kao. Pareces alguien interesante...

—Vaya, lo siento, debo irme.

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