Prólogo │ Parte 1

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El Resurgido.

Era una noche fría y oscura, en una morada aislada de la sociedad, yacía sobre las colinas una hechicera con gran talento, sin embargo dicho don lo utiliza para un capricho. Estaba creando un ''Arma'', pues esta se trataba de un constructo, un ser humanoide hecho a partir de un material no orgánico y un alma. Esta hechicera se había pasado varios meses construyendo el constructo, finalmente tras tanto esfuerzo, sudor y sangre terminó.

En cuanto terminó, la hechicera se apartó varios pasos del constructo, mirándolo de pies a cabeza, entonces, conjuraba las siguientes palabras.

— Despierta, Ultra.

La pesada y colosal armadura daba un paso hacia delante, dejando oír un fuerte estruendo, rompiendo con el silencio de la oscura habitación. El constructo poseía facciones metálicas, unas grandes hombreras doradas y brillantes por su abundancia en oro, unos guantes forrados en acero y un torso de lo más pesado debido a que poseía wolframio, un metal de gran resistencia. Pero sin duda lo más llamativo de este coloso era su casco, pues parecía estar vacío si no fuera por unas amigables par de luces azules que simulaban ser ojos.

La armadura observando fijamente a quien tenía delante, se colocó erguido con sus hombros hacía atrás, demostrando unos imponentes 3 metros de altura además de su robustez, parecía todo ir bien hasta que chocó con el techo del lugar y se escucha un gran estruendo, Ultra se encorva agarrando su cabeza.

– ¿Estás bien? — Decía la suave voz de la Hechicera.

La armadura viviente, quitando sus enormes manos de su desproporcionada cabeza, asentía mirando la hechicera. Ultra miraba a su alrededor algo confundido, comenzó lentamente a bajar sus hombros, mirando de lado a lado como si algo lo estuviera atormentando ¿Acaso estaba sintiendo miedo?

— ¡Hey! Tranquilo, estoy aquí... — Diría la hechicera acercándose a Ultra, alzando una de sus manos hacia él. Aquella mujer de cabellos rojizos que parecían rosas debido a sus rulos, tomaba con mucha delicadeza un dedo de aquel coloso con su delgada mano. Lo miraba a su casco mostrando una bella sonrisa.

— No tienes por qué temer, estoy contigo pequeño.

Ultra le brindaba una enorme tranquilidad poder apreciar cada uno de los gestos de la pálida mujer, aunque la hechicera le estuviese tocando, el grandullón era incapaz de sentirla, pues carecía de tacto y sensibilidad.

La hechicera lo llevó a través de la morada, parecía ser un lugar vasto y extenso, Ultra giraba su mirada atento y curioso a lo que le rodeaba, pasaron de habitación en habitación hasta que llegó a lo que parecía ser un salón de pruebas. Había bloques de distintos metales, maniquíes, armas como espadas, martillos, lanzas, hachas y mucho más, pero lo que más destacaba de entre toda la habitación era una enorme placa de metal que sobresalía del techo, podían notarse varias poleas que sujetaban firmemente aquella placa.

Ultra observaba con asombro este lugar, se dirige al centro del cuarto dejando oír sus pesados pasos, una vez allí, comenzaba a girar en su propio eje para mirar con detenimiento el lugar, hasta encontrarse con los anteojos de la hechicera, la cual tenía sus manos en su espalda. Se acercó dando pequeños pasos hasta llegar a Ultra, entonces separaría sus labios para decir.

— Esto que ves es tu salón de juegos, pequeño. — Diría una vez parada frente a él, para luego colocar sus manos sobre el frío pecho de Ultra —. Desde ahora, te llamarás Ultra, y tu me puedes decir Elizabeth ¿De acuerdo?

Ultra escuchaba con atención las palabras de Elizabeth, grabándose en su memoria casi vacía para luego asentir rápidamente. Entonces Elizabeth lo llevó a los bloques metálicos, señaló estos con su dedo índice y dijo con una leve sonrisa.

— ¿Podrías intentar levantar cada uno de estos bloques, pequeño?

Ultra, acercándose a estos bloques, observando que varían en su color y textura, se acercó al primero, tenía colores grisáceos. Colocó sus manos alrededor de este, y sin muchos problemas lo levantó. Colocando el bloque encima de su cabeza, se dió media vuelta para mirar a Elizabeth, buscando su aprobación en su rostro, y por supuesto que la consiguió.

— ¡Increíble! Eres muy fuerte, ¿Acaso puedes levantar los demás? 

Ultra asintió entusiasmado ante esto, entonces fue rápidamente con los demás bloques, repitiendo una y otra vez lo mismo, parecía que todos le eran bastante fácil de levantar, uno tras otro los iba levantando como si fuese un peso ligero, hasta que llegó al último, puesto que este bloque es mucho más pesado que los demás, tan solo pudo levantarlo durante poco menos de un segundo, algo que lo dejó extrañado, pues creía poder con todos estos bloques, lo intentó varias veces más, pero ninguna dio un mejor resultado. Iba a seguir hasta que Elizabeth colocó su mano sobre la muñeca de Ultra.

— Tranquilo, no debes frustrarte. Concéntrate antes de levantarlo nuevamente, ¡haz tu mejor esfuerzo Ultra!

Estas palabras a Ultra le fueron bastante motivadoras, y ahora dando su mejor esfuerzo, incrustaba sus dedos en aquel bloque de metal, sus rodillas se flexionan a la vez que sus brazos crujen para levantar sobre su cabeza aquel pesado bloque, ahora mirando a Elizabeth, dejaría caer el bloque a un costado, rompiendo el piso. La hechicera sonreía de par en par.

— Bien hecho, Ultra. 

El Renacido del Hierro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora