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Deslizo la bata por mi cuerpo y la dejo caer al piso, quedando completamente desnudo. El suelo de blancas baldosas se siente sumamente frío bajo mis pies descalzos, me tiemblan las piernas pero la sensación me agrada y me llena después de haber pasado semanas acostado en una camilla y otras tantas sentado en una maldita silla de ruedas.

Me miro al espejo, observo mi reflejo y por un instante, la persona que veo frente a mí no soy yo. El chico de pelo rubio ceniza ladea la cabeza y me analiza con detenimiento sin pestañear, sus penetrantes ojos me atraviesan como dos filosas dagas de plata. Sus clavículas sobresalen de su piel y están lo suficientemente marcadas como para poder meter mis dedos en ellas, dos rojas medias luna adornan los huecos debajo de sus oscuros ojos y sus labios entreabiertos están pálidos y agrietados.

—Das asco —le digo en un susurro devolviéndole la mirada mordaz, para después desviar mi vista a las prendas cuidadosamente dobladas sobre la tapa del inodoro.

Me visto lentamente con la ropa que la tía Olivia me ha traído. Estos pantalones de chandal ahora me quedan más holgados que antes y necesito ajustarlos a mi delgada cintura tirando de las cintas para que no se me caigan al caminar.

Cuando termino de vestirme y ponerme los zapatos, salgo del baño del hospital y me encuentro a mi tía ya esperándome en la habitación. Luce cansada, sus ojos muestran pequeñas bolsas debajo, pero aún así me sonríe cálidamente.

—¿Seguro que no quieres que pida una silla de ruedas? —pregunta— No deberías caminar si aún te sientes muy débil.

—Estoy bien, puedo hacerlo.

Caminamos en silencio por los blancos pasillos iluminados con esa molesta luz artificial de hospital que sensibilizan mis pupilas. Los zapatos de la tía Olivia resuenan en el azulejo con cada paso que da, en un molesto eco que parece llegar hasta el último rincón del edificio. Me es imposible ignorarlo.

Cuando llegamos a la recepción, la enfermera detrás del escritorio le extiende algunos papeles y le pide firmarlos. Mientras lo hace, se gira brevemente hacia mí para regalarme una sonrisa alentadora y le da un suave apretón a mi mano, la cual suelta inmediatamente después para devolverle los documentos a la enfermera.

El fresco aire otoñal con olor a tierra mojada choca directamente contra mi cara en cuanto cruzamos las puertas, y me provoca querer inhalar profundo. Después de tanto tiempo oliendo medicamentos y otras sustancias farmacológicas, mi nariz se había acostumbrado a ello sin siquiera notarlo.

La tía Olivia no dice mucho mientras caminamos hacia su auto y subimos en él. Probablemente esté intentando darme tiempo y espacio de alguna forma, o probablemente no tiene idea de qué podría decirle a un adolescente de 18 años quien prácticamente vio a su familia morir ante sus ojos y luego permaneció ocho días en estado de coma para después despertar y no recordar un carajo. Digo, yo tampoco lo sabría, así que no la culpo, suficiente hizo visitándome y cuidando de mí durante mi rehabilitación en el hospital. Suficiente hizo sacando las fuerzas para hacerse responsable de su sobrino y darle la penosa noticia de que todos estaban muertos, luego de ella también haber sufrido la pérdida de su hermana, su única hermana.

—¿Qué se te antoja comer? —pregunta rompiendo el silencio, con la vista puesta en la carretera— Puedo llevarte a tu restaurante favorito. Debes estar tan hambriento luego de alimentarte de esa comida insípida de hospital por tanto tiempo.

Hambriento. La verdad es que en lo último que pienso en este momento es en comida, pero la tía Olivia se ve que realmente lo hace de corazón, está esforzándose por ser fuerte, por mí. ¿De dónde saca tanta motivación de todos modos? Es una desgracia, estoy huérfano y la única persona a quien tengo en este maldito pueblo es a ella. Ahora tendrá que hacerse cargo de mí y de mi mierda por sí sola, porque no solo sufrí un traumatismo craneoencefálico, sino que voy a necesitar meses de rehabilitación en casa, terapia y seguimiento psicológico para quizás, solo quizás recuperar mis capacidades previas al accidente. Pobre de Olivia, debe ser una muy buena persona para hacer todo esto por alguien que ni siquiera es su hijo. O quizás no tiene alternativa.

suspirium | hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora