Obsesión. Amor. Cuando estás desesperado, ¿hay alguna diferencia?
Charles tuvo que planteárselo mucho cuando conoció a Laura. Sus ganas por saber cada vez más sobre ella no desaparecían, y se incrementaban a pesar de que ella no lo conocía. Para de...
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Era verano cuando la conocí. Ya sabes, tener un helado en la mano, escuchar canciones estridentes en todas partes, y ver cuerpos semidesnudos hasta en el centro comercial. Lo normal.
Mi padre me había pedido que le ayudara en el negocio familiar. Al fin y al cabo, estaba de vacaciones. Pero nunca estuve muy de acuerdo en que el restaurante fuera playero, así que tuve que hacerme un poco el difícil. Quiero decir, siempre replanteaba las posibilidades en la que llegara un tsunami y acabara con todos. O con el negocio. Lo que resultaría en egresos, deudas y... Sí, acabaría con todos de un modo u otro. Solía pensar en cosas como estas demasiado seguido, ojalá no pienses que es extraño.
Cuando vi el cielo despejado todo me resultaba tan distinto a lo que experimentaba en mi infancia. Dejé que la arena tocara mis pies, no de forma invasiva, porque si no, debería lavármelos al regresar y no. Mucho trabajo. Una carpa cubría la silla en donde me senté. Con un lápiz y una libreta en mano empezaba a calcular gastos bajo el sonido de las olas cuando una bufanda estampó mi rostro y lo cubrió. Esperaba que alguien se acercara rápidamente a recogerla, pero nada así pasó. No tan pronto. Cuando me la quité de la cara, una silueta cubría el panorama, y junto con ella, una fragancia a la que pronto me haría adicto. Y entonces la vi.
Te vi.
—Lo siento, debes haberte sorprendido— sonreíste y atrapaste el objeto en el aire.
Así empezó. Quién diría que una bufanda fuera el detonante.
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