Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Obra inspirada a fin de entretener y sin fines lucrativos.
"....." pensamientos
-.....- diálogos
●●●● cambio de escenaGoguryeo; 4 años antes del conflicto.
Un año había pasado ya de aquella noche, dónde una idea loca había salido de sus labios como una petición a su padre, la única que había hecho en toda su vida. Y ahora, luego de haber formado su ser en artes, hierbas y brebajes, volvía a casa, portando con orgullo la insignia de la academia de la cual se había graduado con honores; incluso ahora sabía manejar la espada, un hecho que no pasó desapercibido para su padre, quien orgulloso le esperaba a las puertas de la mansión.
Bajó del carruaje con ayuda de sus escoltas una vez este se detuvo, y con parsimonia se dirigió hacia las personas que sonrientes esperaban su regreso. Aunque para ella una de esas sonrisas no era bienvenida, sólo era soberbia mezclada con hipocresía lo que pintaba el rostro de su padre.
— Después de tanto tiempo, este padre le da la bienvenida a su primogénita — mencionó acogiéndole en su seno, luciendo lustroso e impecable.
— Es un placer para esta hija, volver al regazo de su padre — expuso con monotonía, sin que la sonrisa que perfiló sus labios alcanzara a vislumbrarse en sus orbes.
— Entremos, hija mía — con su título se dirigió a ella, guiándola afectuoso hasta el salón principal — Tenemos un banquete que celebrar — asintió sin poder evitarlo y se dejó llevar.
Ocupando ahora la posición que solía tomar Neji junto a su padre, se permitió pasear sus ojos por los rostros de su gente, a algunos más que a otros los había extrañado, eran personas gentiles que siempre la trataban con respeto. Incluso a su madre, a pesar de haber perdido su posición hacía ya un tiempo.
Siendo sincera consigo misma, disfrutaba más de las celebraciones clandestinas de la servidumbre, lejos de los ojos agudos de su padre y la incomodidad de la presencia del consejo mayor. Se sentía en más libertad, sin ser juzgada cada segundo por su comportamiento, y sabía que todos ellos sentían lo mismo, mientras comían callados a la mesa esperando con ansias el júbilo nocturno.
— Iremos mañana al gran palacio — murmuró su padre mientras esperaban el postre, y algunos de los presentes se limitaban a retirarse — El rey me ha convocado —
— Si, padre — se limitó a asentir, ni siquiera podría negarse aún si quisiera, así que no le veía caso a llevarle la contraria — ¿Hay algo más? — esperó por su respuesta unos minutos, mientras el hombre junto a ella parecía meditar.
— Eso es todo —
— Entonces, si me disculpa, me retiraré a mis aposentos — utilizando cómo excusa estar cansada por el ajetreado viaje, logró zafarse de pasar más tiempo con él y poder respirar con tranquilidad.
Fue escoltada hasta su pieza, dónde Natsu le esperaba con una tierna sonrisa. No pudo más que sonreírle de vuelta, esta vez siendo totalmente sincera, le había echado de menos.
— Bienvenida, mi señorita —
— Gracias, Natsu —
Entró y la ayudó a desvestirse, preparó un baño para ella y de su equipaje ya acomodado sacó ropas frescas para la noche. Sólo entonces, una vez vestida y con la seda cubriendo su conjunto, Hinata tomó un largo suspiro para darse fuerzas y preguntar por su madre.
— ¿Cómo está? —
— A-Agoniza, mi señorita —
Hanna, antigua señora, estaba dando sus últimos suspiros. Por voluntad propia había forzado a su cuerpo a decaer por inanición, y había comenzado justo cuando su hija había dejado el hogar. Hinata no la descuidaba, aún si no quería la forzaba a cuidarse; así que la mujer aprovechó su ausencia para dejarse al abandono, ordenando a sus criadas no interferir con su decisión. La mujer de antaño ya no existía más, sólo quedaba una concubina marchita con ganas de dejar la tierra de los vivos y poder descansar de su dolor. Y para una persona así, no había poder humano que pudiera evitar su situación.
— Llévame con ella —
Sortearon los pasillos, lumbrera en mano, hasta llegar a la morada de su madre. Con celeridad entró al cuarto, encontrándolo sucio y descuidado. Su madre yacía sobre su cama, sudorosa y enferma. Su temperatura era alta y sus labios resecos, apenas tuvo fuerza para abrirlos y vislumbrar su rostro, otorgándole lo más parecido a una mirada de amor.
— M-Me alegra... v-ver...te — tragó en seco, parecía dificultoso para ella pronunciar palabra.
— Trae para mi madre agua para tomar — ordenó mientras trataba de cambiar las sábanas que cubrían su cuerpo — Y llama a las demás, que ordenen esto cuanto antes —
La joven sirvienta obedeció, no sin antes pedir por el médico familiar, quien llegó pasada el alba mientras la hija devota dormía postrada cerca de su madre, a quien en este mundo ya no le quedaba mucho tiempo.
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— No pareces haber dormido demasiado — era un reproche, sin lugar a dudas — Confío en que fui claro con lo dicho —
— Si, padre — no quería ni mirarlo a los ojos, lo que había hecho esa mañana aún la mantenía de mal humor.
— Entonces debiste... —
— Madre, requería mi presencia — le interrumpió, sumiendo a ambos en un pesado silencio.
Era obvio que él no tenía ninguna preocupación por ella, pero era cruel, demasiado. Esa mañana, había irrumpido en la habitación de su madre, mientras era revisada, sólo para apurarle en alistarse porque saldrían pronto. La mirada en los ojos opalinos que se había llenado de esperanza al verle, rápidamente se empañó de lágrimas, las cuales disimuló dándose la vuelta haciendo uso de sus pocas fuerzas, para no ser vista. En cambio su padre, ni siquiera se dignó a mirarla.
— Llegamos, mi señor — con aquel aviso, bajaron para ser recibidos por la corte del reino, después de todo el gran Hyūga y su primogénita habían arribado al lugar.
Los escoltaron entre alabanzas y señales de respeto, que no significaban nada para ella. Sólo eran palabras vacías dichas por personas que admiraban a quién creían era el líder de su casa, cuando en realidad era una persona completamente diferente a lo que aparentaba. Además, aquellos no eran sinceros, sólo se acercaban a pura conveniencia.
Llegaron hasta las puertas que resguardaban al gran señor, y una vez anunciada su presencia, les fue permitida la entrada al lugar.
— Humildemente, este servidor saluda al sol y la estrella de nuestro reino — se inclinaron frente a ellos, mientras su padre hablaba y ella guardaba el correspondiente silencio — Que los dioses gratifiquen su vida, majestad —
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Nos vemos en la próxima (✿◠‿◠)
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CONCUBINA
FanfictionUn matrimonio fallido y una humillación a su familia no podían ser peor a lo que sucedería ahora. Era el hermano de su esposo, y sin embargo estaba dispuesta a claudicar, sólo por un poco de atención. Mientras, él, no podía entender el porqué de tod...