Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Obra inspirada a fin de entretener y sin fines lucrativos.
"....." pensamientos
-.....- diálogos
●●●● cambio de escena— ... la última vez también dijiste lo mismo — la mirada que dirigía hasta ella podría congelar hasta la llama más ardiente — Deberías dejar de poner excusas y consolidar de una vez por todas tu patética posición —
Decir que su actitud le sorprendía era una vil mentira, después de todo su padre no nunca había sido gentil y eso no cambiaría por el simple hecho de haberse vuelto emperatriz.
— Sí padre — vió al hombre resoplar para luego desaparecer de sus aposentos cual furioso había entrado en ellos, permitiéndole por fin suspirar con pesadez.
Una vez se hubo marchado, llamó a sus damas de compañía para que pudieran alistarla para la noche, había tenido un día agotador.
Todas aquellas, dirigidas por una enérgica Natsu, prepararon su piel y cabello con delicadeza, para al final ayudarla a ponerse sus ropas y marcharse al terminar deseándole una buena noche.
"Con esta ya es la quinta vez" meditó con cansancio una vez tomó asiento en su tocador. Las impertinentes visitas de su padre se habían vuelto más recurrentes el último mes sobrecargando su ya preocupado corazón.
Su matrimonio con Itachi, actual sol del imperio, había transcurrido con normalidad por casi cuatro años. Él era un gobernante poderoso y hábil, mientras ella cumplía devotamente con su deber de emperatriz y esposa.
Bajo su mando el reino había prosperado, y lentamente gracias a sus esfuerzos las leyes sobre sucesión y aquellas que limitaban la libertad de las mujeres habían cambiado poco a poco. Por esa misma razón se había ganado la admiración de sus serviles, a pesar de la animosidad inicial de los nobles de la corte.
Como emperatriz, era amada y apreciada por su pueblo, tanto que cánticos y eventos eran alzados para honrar su nombre y desear larga vida a la gran luna del imperio. Pero sólo una cosa era reprochable para ambos monarcas, en especial para ella... la falta de un heredero.
Sí, el hecho de aún no haber engendrado un heredero había empezado a alterar a los hombres de la corte del emperador, al punto de cuestionar la fertilidad de la emperatriz a la que servían.
El último año, el parlamento había empezado a presionar a Itachi por este hecho, provocando que las frecuencias con las que pasaba la noche con su esposo incrementaran gradualmente, pero aún así no había funcionado.
— ¿En qué piensas tanto, mi señora? — un dulce beso fue depositado en uno de sus hombros descubiertos, sacándola de los recuerdos que la atormentaban.
— ¿Majestad? — murmuró sorprendida por no haber notado su presencia de inmediato, pero pudo recomponerse — N-No es nada — negó con suavidad, encarando a su esposo y cediendo ante su abrazo.
— ¿Largo día, eh? —
— No tanto como el suyo, por supuesto — asintió con modestia, no quería quejarse cuando él últimamente llevaba la mayor carga — ¿Algún avance? —
— No te preocupes demasiado — evadió su pregunta mientras los dirigía a la cama — Déjalo todo en mis manos —
Se tumbó sobre ella y la besó con impaciencia, deseando devorar todo de sí a pesar de haberlo hecho con el mismo brío la noche anterior. Para Hinata, disfrutar de los placeres con su esposo era una dicha, pero la recurrencia de los mismos solía dejar cansada y sin fuerzas todo el día. Esa noche, era una de aquellas donde no deseaba el contacto íntimo con su emperador ya que además de estar cansada, presentía en su corazón que algo iba mal y el pelinegro se lo ocultaba, pero como su esposa debía cumplir con su deber y dejarle hacer hasta que estuviera satisfecho.
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CONCUBINA
FanfictionUn matrimonio fallido y una humillación a su familia no podían ser peor a lo que sucedería ahora. Era el hermano de su esposo, y sin embargo estaba dispuesta a claudicar, sólo por un poco de atención. Mientras, él, no podía entender el porqué de tod...