Matar o morir

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      En una pared de ladrillos había un graffiti que decía <<No hay esperanza>>. En todos los lugares era lo mismo, empezaron a aparecer esos mensajes "esperanzadores" cuando la gente comenzó a perder la fe. Más adelante había un perro, en la acera, olfateando debajo de una puerta. Estaba sano, porque nada que estuviera infectado estaría caminando de día, al sol, ellos preferían la noche. La oscuridad era lo que Tom quería evitar, ya estaba avanzada la tarde así que tenía que encontrar rápido un lugar donde dormir. Hizo un esfuerzo para no dispararle al perro que lo miraba desconfiado y estaba gruñendo un poco. Después de todo era carne limpia, o casi, daba igual, si ya ni su propio cuerpo estaba limpio. Dejó pasar la oportunidad, de todas formas tenía carne enlatada en la mochila para varios días y esperaba encontrar bastantes provisiones en Cueva, que al ser una ciudad muy alejada estaba seguro de que la habían saqueado poco. Siguió caminando y el perro echó a correr hasta doblar en alguna esquina. Caminó hacia la puerta donde había estado el animal, era el bar Don Nano. Desde la primera mirada supo que ese era el lugar perfecto. Las ventanas en algún momento fueron de cristal, pero ahora estaban clausuradas con tablas. Entró sosteniendo el rifle con las dos manos. La puerta no estaba cerrada pero tuvo que empujarla con el hombro porque se pegaba al suelo. La única claridad que entraba lo hacía por el espacio de la puerta abierta y las rendijas de las ventanas. Soltó la mochila y la radio en el piso, cuando se disponía a dejar el rifle también una oscuridad invadió el lugar, algo bloqueó parte de la luz que entraba...
      –¡Suelta el arma y levanta las manos!   –Le gritó alguien sobresaltado desde la puerta que había dejado abierta.
      No alcanzaba a ver quién le hablaba desde atrás, Tom estaba de espaldas a tres metros de la puerta. Agachado como estaba colocó el rifle con cuidado al lado de la mochila y empezó a pararse lentamente.
     –¡Dije que manos arriba! ¡Y date la vuelta!   –Volvió a gritar mientras hizo sonar la corredera de la escopeta hacia adelante y hacia atrás para cargar la recámara.
      Tom fue girando lentamente pero sin levantar las manos.
      –Que cojones ¡Dije manos a...
      ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! Una bala le atravesó el hombro derecho al sujeto que gritaba amenazante desde el arco de la puerta, la otra pasó peligrosamente cerca del cuello; la tercera le asestó justo entre los ojos.
      Antes de girarse, ya Tomas tenía en las manos su pistola Beretta M9, que sacó de un bolsillo frontal del pantalón mientras se estaba levantando.
      En la entrada del bar estaba inerte el desconocido, y a su lado una escopeta de repetición. Si el tipo hubiera sido un poco más rápido mis sesos estarían ahora mismo regados en la barra. Era vivir o morir. No; era matar o morir. Pensó. Se acercó para examinar el arma, el cuerpo no le interesaba tanto. Cuando la revisó se sorprendió tanto que la dejó caer. La escopeta no tenía ni un solo cartucho, el hombre negro nunca tuvo intención de matarlo. Pero, ¿por qué? ¿Que intentaba hacer con esa escopeta descargada? Una mirada alrededor fue suficiente para darse cuenta de lo que había pasado. Estaba protegiendo su refugio, talvez solo quería ahuyentarme. Pensó con un sentimiento de culpa en ascenso. En el suelo, delante de la barra había un colchón y varios objetos personales alrededor, entre ellos una foto familiar: el tipo al que acababa de matar que era moreno, junto a una mujer de piel clara, entre los dos había un preciosa niña mestiza con abundante cabello rizado de unos cinco años. ¿Será él? Se quedó mirando el cuerpo pensativo, tenía ampollas y quemaduras en todas partes. No fue fácil reconocerlo pero estaba seguro de que era él. Era un par de años mayor que Tom y asistieron a la misma escuela secundaria, luego se encontraron algunas veces jugando básquet en la cancha y casualmente lo veía por la cuidad. No sabía su nombre pero siempre le había parecido un buen tipo, y ahora; ahora estaba muerto... Muy probablemente había exterminado la única oportunidad de hablar con alguien, talvez hacer un amigo. No había tiempo para absurdos sentimientos de culpa, lo tomó por los pies y lo arrastró hasta el final de la calle junto a unos botes de basura.
      –Lo siento, mañana te haré un entierro digno.
      Se quedó mirándolo por unos segundos y volvió al bar, ya se estaba haciendo de noche y algo lo estaba inquietando, no estaba seguro de que era, pero el ambiente le causaba escalofríos.

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⏰ Última actualización: Jan 14, 2022 ⏰

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