Los tomates ya estaban cortados en trozos muy pequeños y los había distribuido en las cuatro enormes ollas en las que iba a preparar el salmorejo. El ajo, la miga de pan y el aceite de oliva ya se encontraban mezclándose con los tomates, solo faltaba añadir un litro de sangre por olla. Para ello me dirigí a la cámara frigorífica y con ayuda de un carrito, me dirigí de nuevo a cocinas con la sangre. Desenrosqué el tapón de la botella térmica que contenía la sustancia carmesí y vertí una a una las cuatro botellas. Únicamente me faltaba esperar a que se hiciera completamente a fuego lento, y después echar la mezcla dentro de la batidora para tener listo el salmorejo.
La verdad es que olía delicioso y me encantaría probarlo aunque llevase sangre. Estaba hambrienta y pasarme horas en la cocina utilizando ingredientes frescos y hermosos y preparar con ellos deliciosos manjares, era toda una tentación.
Durante estos últimos 10 años, había hecho todo tipo de comidas, desde platos tradicionales de cuchara, a postres y helados. Nunca había probado nada a excepción de los días en los que se celebraban cenas importantes en el palacio, pues los ricos suelen tender a comer un poco de todo y no acabarse nada por completo, derrochando comida en perfectas condiciones, por ello, en torno a las cinco de la mañana que es cuando acababan las fiestas, nos dejaban comernos sus sobras, y en esos momentos, el que llevaran nuestra sangre nos importaba más bien poco. Nunca se desaprovechaba la comida, y aunque estuviera medio babeada por los comensales, no era impedimento para comer todo lo que podíamos.
Esos días se disfrutaban, porque nos dejaban comérnoslo todo, y quedar completamente llenos. El sentir que no puedes probar un bocado más o revientas, era una sensación increíble, y lo mejor era a la mañana siguiente cuando te despertabas y tenías mucha menos hambre de la normal. El pan y el agua nunca acababan de llenarte, y mucho menos con la poca cantidad que nos daban.
— Alba - me llamó la señora Petra - Comienza a hacer el postre - asentí y velozmente me encaminé a la encimera donde ya se encontraban los ingredientes necesarios para la elaboración de la salsa de frambuesa y sangre, y el helado de nata.
Hacer postres era de mis cosas favoritas, pues a pesar de no poder probar, el olor dulzón me embriagaba y hacía que con cada respiración mi ser se sintiera revitalizado.
La preparación del helado fue sencilla y rápida, solo quedaba que se enfriara en los congeladores, por lo que mientras eso ocurría yo hacía la salsa. Dentro de la batidora eché azúcar, las frambuesas, la sangre y dos vasos de agua para que la mezcla no se quedara muy espesa. Luego la calenté en la sartén un poco para que el azúcar se hiciera caramelo y tuviéramos frambuesas caramelizadas con sangre.
La pinta la tenía muy buena, era cuestión de práctica supongo.
— ¡Empezad a emplatar! - Cinco de mis compañeras se apresuraron a colocar platos en los numerosos carritos metálicos de dos pisos que se encontraban en perfecto orden frente a la puerta. Mientras las demás comenzábamos a echar los alimentos dentro de los platos.
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la Sangre de mi Alma Gemela
VampiroEra un engaño, cada palabra, cada gesto y cada mirada que él me dirigía, era claramente una artimaña para conseguir un propósito que yo aun desconocía. Por alguna razón parecía querer tratarme bien, ayudarme. Lo que no descubría es por qué. - No ent...