Last Dinner

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Fué una salpicadura de sangre la que cayó en su mejilla mientras estrujaba aquel corazón ese día, para cualquier persona esto sería algo repugnante y desagradable pero en el fondo, esa pequeña salpicadura significa algo placentero para la pelirroja, desde niña había ocultado su gran fascinación por oler, probar y sentir sangre sobre su cuerpo, sus padres la habían visto morder sus labios desesperadamente en busca de esa sensación tibia de la sangre corriendo sobre su rostro y del mismo modo lastimándose las manos con objetos punzantes o sus propios dientes para tirar de la piel pálida de sus dedos y probarse a sí misma.

Con el tiempo las personas de su alrededor empezaron a juzgarla por esos hábitos, por lo que dejó de hacerlo por un tiempo o eso parecía, de todas formas luego de casarse, su esposo estaba demasiado ausente para notarlo y aunque ella intentaba contenerse, la gota que derramó el vaso fué aquella salpicadura, la pelirroja no dudó en tomar aquella apetecible sangre con uno de sus largos dedos y luego dirigirlo hacia sus labios, dónde su lengua disfrutó cada partícula de aquel líquido rojo y metálico, fué entonces cuando supo que quería algo más grande para ella, quería beber sangre, sentía que necesitaba compensarse a sí misma por todos esos años en los que había dejado de probarla, quería la copa de la victoria, de alguna forma creía firmemente que esa sería una buena forma de celebrar su victoria sobre sus víctimas.

— Quisiera proponer un brindis — dijo Marie con una sonrisa, quien se encontraba de pie en su mejor vestido, mientras levantaba una copa de vino ante una gran mesa llena de invitados, una mesa que en realidad se encontraba vacía pero ante sus ojos estaba desbordante.

— ¿Brindamos por? — Preguntó Asmodeo, el castaño llevaba una camisa blanca con una gran mancha de sangre en el pecho debido a la ausencia de su órgano bombeante mientras la miraba con sus profundos ojos verdes, le dedicaba aquella mirada llena de deseo a su esposa, algo clásico del castaño.

— Brindamos por ti, amor, por tener el corazón más grande — dijo Marie con algo de sarcasmo y guiñando un ojo, todos en la mesa rieron y la pelirroja fijó su vista sobre el rostro de Asmodeo, el castaño se encontraba confundido y aterrorizado por todas esas risas desquiciadas. — ¿Asustado, gatito? — Marie tomó un cuchillo que se encontraba sobre la mesa, pasó uno de sus dedos delicadamente por el borde y sonrió con malicia al observar su propia sangre recorriendo aquel metálico objeto — Tu corazón me pertenece ahora — susurró y lanzó el cuchillo hacia el pecho de aquel hombre.

Fué entonces cuando su alucinación terminó, ella estaba sentada en la mesa con la copa de vino en la mano derecha y una fina cucharita de oro en la mano izquierda, su gran vestido estilo victoriano era rojo, como el color de la sangre que goteaba por su dedo, como la sangre que tenía aquel castaño, la pelirroja tenía vagos recuerdos de él mientras reía como la desquiciada en la que finalmente se estaba convirtiendo, su maquillaje estaba completamente arruinado por algunas lágrimas que salían de sus ojos color miel mientras reía, sus emociones eran bastante confusas de vez en cuando, incluso para ella.

"Ha sido un largo camino" pensaba para sí misma en un vago intento por sentir que aún estaba cuerda aunque en el fondo sabía que no lo estaba.

Un par de días después sus segundas víctimas llegaron a ella sin saberlo. Una tarde el timbre de la mansión sonó una y otra vez de forma presionante, haciendo que la pelirroja abriera, mostrando su mal humor con un gesto en su rostro.

— ¿Eres Marie? — preguntó una mujer Rubia con un bebé en brazos, sus palabras se oían algo desesperadas por lo que Marie se limitó a asentir con la cabeza y antes que la invitara a pasar, la rubia ya estaba dentro de la mansión.

—  ¿Qué se le ofrece? ¿Quién es usted? — la rubia respiraba de forma rápida y desesperada, se sentía ansiosa por saber la reacción de la pelirroja al revelarle toda la verdad.

— Soy Camille Renoir, amante de Asmodeo Hell — la pelirroja sonrió con hambre y ganas de depredar, podía percibir algo más que miedo en la contraria al ver su mirada, sus ojos azules parecían haber perdido todo el brillo al hacer contacto con los de Marie, quien la veía con lujuria y rencor.

— Está bien, de todas formas ya sabía que ese idiota se enredaba con prostitutas — espetó con falsa resignación, solo estaba esperando el momento exacto para atacar, su ego la hacía tener la necesidad de saber hasta dónde podía llegar con la rubia antes conseguir su corazón, hace mucho que no se sentía saciada sexualmente y le vendría bien una amante, al menos por una noche.

— No soy una prostituta, esto no es lo que piensas, nosotros buscábamos lo mismo cuando nos conocimos — la rubia suspiró con pesadez al ver a la pelirroja sonriendo con incredulidad mientras tomaba asiento en el cómodo sofá — buscábamos mujeres pero nos encontramos, necesitábamos compañía y fruto de aquella noche nació mi hija, Marie — la risa de la más alta se escuchaba por todo el lugar.

— Tienes agallas, nombraste a tu hija como yo ¿Es una especie de recordatorio? — cuestionó Marie mientras cruzaba sus piernas sin dejar de mirar fijamente a la contraria.

— Él  nombró a una Marie muchas veces, creí que hablaba de su madre o de alguien más, nunca mencionó que estaba casado.

— La típica respuesta de las mujeres como tú, tienes suerte, soy pacífica y odio la violencia innecesaria — mintió con una sonrisa tranquilizadora que causó que la rubia bajara la guardia.

— Por favor perdóname, no sabía que...

— Shhh... Seré pacífica mientras hagas todo lo que te diga — la pelirroja llevó uno de sus dedos a los labios de la rubia para callarla — Te perdonaré con una condición — la joven de ojos azules asintió, sus propios principios la hacían sentirse mal consigo misma por haber cometido tal atrocidad y había viajado hasta ahí para disculparse con Marie, terrible error, era una verdadera lástima, ella no sabía que jamás saldría de ahí.

— Haré lo que sea — esa frase hizo que la chica de ojos color miel levantara una ceja de forma pícara, estaba completamente interesada en todo lo que podía pedirle a la follable rubia que estaba frente a ella.

— Entrégate a mí esta noche, déjame follarte como nunca lo han hecho, déjame llevarte a la cúspide del placer, luego podrás irte si es lo que quieres— con cada palabra que la esbelta pelirroja decía, la rubia se sorprendía más y más, a decir verdad no le disgustaba la idea, por lo que aceptó, otra mala decisión ya que la pelirroja quería tomarla pero lo haría bajo sus condiciones.

Esta vez, la sangre de la rubia le daría el toque de placer al momento...

Queen Of HeartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora