Capitulo cuatro.

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En cuanto me siento en el tren, decido que esta vez va a ser diferente. El otro
día estuve viendo un programa de Cindy Blaine en que reunía a hijas y madres
que habían pasado mucho tiempo sin verse, y me conmovió tanto que no paré
de llorar. Al final, Cindy soltó una charlita sobre lo fácil que es desentenderse
de la familia, que nos dio la vida, y que deberíamos valorarla más. De repente
sentí que había aprendido la lección.


Así que éstos son mis propósitos para hoy:
NO
Dejaré que me agobie mi familia;
Tendré celos de Kerry ni permitiré que Nev me tome el pelo;
Miraré el reloj para saber cuánto falta para irme.



Me mostraré relajada y encantadora y recordaré que somos vínculos
sagrados en el ciclo eterno de la vida.


(Esto también lo he sacado de Cindy Blaine.)


Mis padres vivían en Twickenham, donde me crié, pero ahora se han ido de
Londres a un pueblo de Hampshire. Llego a su casa pasadas las doce y me
encuentro a mamá en la cocina con mi prima Kerry. Ella y su marido, Nev, se
han mudado a una localidad que está a cinco minutos en coche de aquí, y están
con mis padres a todas horas.


Cuando las veo juntas, siento una desazón muy familiar. Parecen más madre e
hija que tía y sobrina. Las dos lucen el mismo corte de pelo, aunque en el de
Kerry se notan más los reflejos; llevan tops de colores vivos que dejan ver unos
amplios escotes bronceados; y se están riendo. En la encimera hay una botella
de vino blanco medio vacía.


-¡Felicidades! -exclamo, y abrazo a mamá.


Cuando veo un paquete envuelto en papel de colorines sobre la mesa, me
estremezco de alegría. Le he comprado el mejor regalo del mundo. Me muero
de ganas por dárselo.


-¡Hola! -me saluda Kerry dándose la vuelta con un delantal puesto. Se ha
pintado mucho los ojos y del cuello le cuelga una cruz de diamantes que no
conocía. Siempre que nos juntamos, exhibe alguna joya nueva-. Me alegro de
que hayas venido, Emma. Últimamente no nos vemos mucho, ¿verdad, tía
Rachel?


-Es verdad.


-¿Te guardo el abrigo? -se ofrece mientras meto en la nevera la botella de
champán que he traído-. ¿Te apetece una copa?


Así es como me trata siempre, como si fuera una visita.


Pero no me importa, no me alterará. Sagrados vínculos del ciclo eterno de la
vida.


-No te molestes -le digo intentando ser amable-. Ya me sirvo yo.


Abro el armario donde siempre han estado los vasos y lo encuentro lleno de
latas de tomate.


-Están aquí -me indica Kerry desde el otro lado de la cocina-. Lo hemos
cambiado todo de sitio; ahora está mucho más ordenado.


-Ah, bien. Gracias. -Cojo la copa que me da y tomo un sorbo de vino-. ¿Puedo
ayudaros?


-Creo que no -dice mirando a su alrededor-. Está casi todo hecho. Así que le
pregunté a Elaine dónde se había comprado los zapatos que llevaba puestos -
continúa volviéndose hacia mi madre-, y me contestó que en Marks and
Spencer. No daba crédito a mis oídos.


-¿Quién es Elaine? -pregunto para entrar en la conversación.


-Una amiga del club de golf -responde Kerry.


Mi madre no había practicado ese deporte jamás, pero desde que vive aquí,
Kerry y ella han empezado a jugar. Ahora de lo único que hablan es de sus
partidos, de sus cenas en el club y de sus interminables fiestas con los amigos
golfistas.

No te lo vas a creer.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora