15 | Valentina

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Nada más pisar el recinto en el que se hacía la fiesta ya se podía notar a la perfección el ambiente de Halloween. La gente realmente se había tomado a pecho lo de disfrazarse. Había mucha variedad de disfraces y todos eran muy chulos. Había gente disfrazada de fantasmas, de vampiros, de asesinos y todo ese tipo de disfraz que se supone que da miedo, en cambio, otra gente tenía un disfraz más normal como por ejemplo de pirata, del joker, incluso había algún personaje de la casa de papel.

La música no era nada del otro mundo, era de un estilo distinto al que ponen en España. Pero el ambiente de fiesta no faltaba. La gente, seguramente bebida, bailaba y saltaba en medio de la pista de baile improvisada por el organizador de la fiesta. Al final de todo localizamos la barra con las bebidas.

—Voy a buscar algo de beber —dijo Alessandro mientras Fabio y Bianca se apropiaban de una de las pocas mesas que quedaban libres.

Decidí ir con él y así ayudarle, él no iba a poder solo con todas las bebidas.

Alessandro no pareció muy contento con mi idea, pero aun así tomó mi mano y fuimos esquivando toda la gente hasta llegar a la barra.

Mientras yo intentaba que uno de los camareros nos hiciera caso, Alessandro decidió tener otro plan. Colocó sus manos a los lados de mi cuerpo y me acorraló entre sus brazos. No llegó a tocarme, pero un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su aroma invadiendo todos mis sentidos y su calor se transformaba en una caricia.

Sus labios rozaron el lóbulo de mi oreja y mi cuerpo, casi de forma inmediata, dándole la respuesta que él quería provocar, me encontraba ofreciéndole mi cuello. Una risita provocativa salió de sus labios antes de susurrar:

—¿Qué es lo que quieres?

Me estaba provocando y era perfectamente consciente de esto, ¿pero mi cuerpo? Este ya no era tan consciente de lo que él provocaba en mí.

El camarero se acercó a nosotros entre todo el murmullo de la gente gritando a nuestro alrededor y las manos de Alessandro se colocaron en mis caderas a la vez que su boca volvió a mi oído.

No sabía si era capaz de pronunciar unas pocas palabras, él se me adelantó.

—Dos whiskys y dos San Francisco —se apresuró a decir antes de volver a centrar su atención en mí, mientras el camarero se fue a preparar nuestras bebidas—. Mírame cariño.

Aun así sin mirarlo podía notar esa sonrisa traviesa que tenía en su rostro y sus manos juguetonas, dejando algunas caricias en mis caderas. Girarme y mirar fijamente sus ojos marrones fue de las peores decisiones que podría haber tomado en ese instante.

Sus labios rozaron los míos, tentándolos, jugando con la suerte y dejándome con las ganas. Tuve que sujetarme a su cuerpo y una de mis manos subió a su nuca, acariciando levemente su cabello. Sus labios se trasladaron a mi cuello, rozándolo. Cerré mis ojos, disfrutando del momento. Había tantas cosas que deseaba en aquel momento que me daba igual todo lo que pudiera pasar a mi alrededor. Él me tentaba, y yo me dejaba ir por el tacto de sus labios, de su piel en mis caderas.

—Suerte que dijimos mantenernos separados esta noche —dije en un susurro.

—¿Eso es lo que quieres?

—No.

Una risita victoriosa abandonó sus labios. Subió una de sus manos a mi cintura y me atrajo a su cuerpo, rompiendo toda distancia que quedaba entre nosotros.

—Eso es lo que quería escuchar.

Y entonces se separó, su sonrisa se desvaneció. No entendí que es lo que había ocurrido hasta que escuché al camarero hablar detrás de mí. Alessandro sacó un par de billetes de su bolsillo y se los entregó.

Entre París y BerlínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora