Su Decisión

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SHIKURO: UN CUENTO DE HADAS EN EL CARIBE

Por Inuma Asahi De

Traducido por Inuhanya

Disclaimer: La escritora no es dueña de ninguno de los personajes creados por Rumiko Takahashi pero todos los demás desearían que sí. Todos los personajes originales o conceptos son de la autora Inuma Asahi De (a excepción de las figuras históricas).

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Capítulo Cincuenta y Ocho:

Su Decisión

Inuyasha miró a Miroku, sus ojos muy abiertos mientras su boca se desplomaba tratando de comprender lo que estaba diciendo su hijo. "Qué carajo?" Pensó mientras su mente se quedaba en blanco sin poder siquiera procesar ninguna de las palabras. "Cortejarla?" Parpadeó un par de veces y apartó la mirada de Miroku con la esperanza de que le ayudara a pensar. "Nunca lo había pensado—," se retorció las manos distraídamente. "No realmente—cortejarla?" Frunció y separó las manos para poder hundir una mano en su cabello y ayudarlo a pensar. "Podría?" La pregunta estaba casi perdida entre el revoltijo de otras preguntas que corrían por su cabeza. "Ano—," comenzó a decir, pero la palabra salió de sus labios y miró a Miroku con la boca abierta. "Nani?" Susurró en japonés demasiado aturdido para pensar en cualquier otro idioma.

"Es una pregunta legítima." Miroku se encogió de hombros entendiendo la pregunta de su padre a pesar del otro idioma. "A menos que tengas alguna otra reserva." Levantó las cejas mientras cruzaba los brazos con fuerza sobre el pecho, dándole a Inuyasha una mirada firme.

El hombre apretó sus labios en una fuerte línea y vagamente traqueó sus nudillos mientras desviaba la mirada de Miroku, su mente todavía no trabajaba bien. "Reservas?" Repitió la palabra tratando de descifrar qué estaba implicando la frase. "Tengo alguna razón para no hacerlo?" Se preguntó repitiendo la pregunta una y otra vez en su mente incapaz de pensar en nada que realmente fuera en contra de ella. "El beso." Destelló en su cabeza casi en el último segundo e hizo una mueca antes de que su expresión cambiara ante el recuerdo. "Ella—."

Vio el destello de sorpresa que había en sus ojos cuando él se acercó.

"Ella—."

Sintió la suavidad de la piel de ciervo que cubría sus hombros mientras la halaba hacia él.

"Ella—."

La sintió jadear contra sus labios mientras la acercaba y los presionaba, su sorpresa tentadora.

"Ella—."

La sintió rendirse a él, sintió sus brazos agarrando sus mangas, la sintió—.

"—responder al beso." El corazón de Inuyasha latía en su pecho, podía negarlo todo el día pero sabía que era verdad. "Ella le devolvió el beso." Kagome no se apartó, no lo golpeó o se resistió y estaba seguro en este punto de su relación que si ella hubiera querido lo habría hecho. Lo había hecho antes: se había resistido cuando la marcó, había luchado verbalmente cuando la amenazó, se había burlado de él cuando le hacía crudas insinuaciones, lo había detenido cuando había tratado de matar al borracho que la había acosado y había demostrado fácilmente que estaba dispuesta a detener los avances indeseados cuando había destruido a Manten. Y, sin embargo, esta vez no le había hecho nada, ni una palabra, ni un sonido, ni una bofetada, ni siquiera un olor a miedo.

Kagome Dresmont lo había besado, había permitido que sus labios se amoldaran, lo había mirado con ese brillo en los ojos y después el brillo no se había ido. Había bromeado con él, había hablado con él, había confiado en él. Todavía confiaba en él, todavía le sonreía, hablaba con él, compartía con él, lo escuchaba. Había estado de pie en la cubierta durante horas viéndolo tocar, bromeando y riendo cuando él también bromeaba, deleitándose con cada sonata, solo, concierto y fantasía caprichosa que pudiera ofrecerle.

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