Capitulo 1. Deseo morir

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Tenia frío, como siempre desde que estoy en este lugar, tirada en el piso, con un brazo sobre mi rostro, esperaba que comenzara el día para así poder empezar con mi rutina, prefiero estar dando unos buenos golpes a los demás prisioneros y recibir algunos, que a estar en mi pequeña celda, donde los pensamientos me agobian y me impiden dormir.

 Escuché unos pasos, es hora me dije a mi misma, pero seguí acostada.

-hora de despertar- dijo aquel guardia, sonriendo de par en par mostrando sus dientes amarillos, golpeo los barrotes de mi celda para obligarme a obedecer sus órdenes.

-Estoy despierta, que no ves, es imposible dormir en este asqueroso lugar. - respondí.

 - De pie - contestó con voz  autoritaria. -Traje noticias, el día de hoy serás llevada ante el consejo para ser juzgada por tus crímenes, creo que este podría ser el último día que pasas en esta celda que tanto odias, tal vez el día de hoy te den la pena de muerte, y por fin pagues por todas las muertes de aquella noche, prepárate - dijo, me miró con odio y se retiro dejándome inmersa en mis pensamientos.

 Tal vez muchos prefieran estas celdas a una pena de muerte, pero yo prefiero la muerte, es fácil quererla cuando mis pensamientos sólo vuelven a esa noche, esa noche donde perdí todo lo que amaba. Me atormentan, así que morir es mi deseo.


Después de recibir la noticia de aquel guardia, solo pensaba en lo que iba a decir ante el consejo, caminado de lado a lado en la diminuta celda, repasaba mentalmente la historia que contaría, detalle a detalle, que no hubiera dudas de que merecía estar en este lugar y mejor aún que alguien como yo es un riesgo para toda la ciudad, que la mejor decisión que podrían tomar es deshacerse de mi para siempre. Pasaron algunas horas hasta que el guardia volvió. - Prisionera, ¿estas lista? , pregunto, Asentí, -es hora, te llevaré ante el consejo. - Respondió,- sujeto mis manos con unas esposas, y nos dirijamos hacia la puerta.


Caminado por el pasillo, los demás reclusos observaban, muchos de ellos gritaron de felicidad, otros deseando que me pudriera en esta celda y otros deseando no volver a verme. Debo decir que era muy popular en prisión, mis hábiles puños eran conocidos casi por todos aquellos reclusos, que si bien decían que eran unos matones, pegaban como niñas. Pasamos por la última celda de ese pasillo, el guardia fingio tropezar y, allí estaba el prisionero 623, quien sacó sus brazos por aquellos barrotes para darme un puñetazo. 

- ¡Auch!- gruñi de dolor. - Te daría una paliza se me quitaran estas esposas.- El prisionero sonrio - un golpe por todos aquellos que me diste- dijo y se alejo de los barrotes.

  - ¡Auch! (Sentí otro golpe, esta vez en mis cosillas) observe como el guardia sonreía. - tu despedida - respondió. Me enderece y solo lo observe con odio. 

Si algo he aprendido en este lugar es a odiar a estas personas, con su aire de superioridad, el maltrato que nos dan, nos tratan como basura, si bien muchos de los que estamos encerrados cometimos graves delitos, también algunos de ellos están aquí injustamente, discriminados sólo por ser del distrito sub urbano. Y jamás tuvieron la oportunidad de un juicio para poder ser libres. Supongo que tienes que hacer algo muy grave para poder llegar ante el consejo y lograr un juicio, para que puedas ser condenado a muerte. Así llegamos hacia aquel elevador, subimos, dejando atrás aquellas celdas, aquella celda que me acompaña ya por casi un año.

LAS VIGILANTES DE PILTOVERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora