Cap.25 (1)❜

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- La totalidad de la escuela se encontraba reunida en el gimnasio. El lugar lucía impecable, gracias a que los dos días anteriores habían sido dedicados a la limpieza y recogida del centro luego del Festival Escolar.

Los miembros del Consejo, junto al claustro de profesores, se encontraban parados en fila en la plataforma, siendo visibles para todos. Murmullos combinados hacían eco dentro de las cuatro anchas paredes, pues nadie sabía verdaderamente de que se trataba aquella reunión tan repentina. 

Nadie, excepto aquel azabache que observaba suspicaz al pelirubio que dio un par de pasos al frente hasta tomar un micrófono entre sus manos.

—Buenos días. – su voz resonó por todo el lugar, llamando la atención de los presentes y provocando un silencio colectivo. – Los hemos reunido aquí pues hay una persona que nuestros profesores y yo queremos presentarles, por petición de la misma. – miró fugazmente a sus maestros quienes asintieron para que continuara. – Nuestra escuela siempre se ha esforzado en mantener buenas relaciones entre sus compañeros, pero también con la comunidad y otras instituciones. – tomó una pequeña pausa y levantó una de sus manos señalando en dirección a la puerta del gimnasio. – Por eso me complace presentarles al compañero Lee Félix, Presidente del Consejo Estudiantil de la Preparatoria Shinwa.

Ni-Ki aplaudió a sus palabras, siendo seguido por los profesores y luego por la totalidad de estudiantes quienes miraron boquiabiertos como un alfa de porte elegante entraba seguido por otros dos que parecían sus guardaespaldas.

El recién llegado subió a la plataforma y se paró justo al lado del omega, a quien saludó con una ligera reverencia, bajo la mirada atenta de todo el público. Más murmullos comenzaron a oírse, todos preguntándose qué hacia un sujeto de tan distinguida escuela allí, pues era sabido por todos que Shinwa era un centro solamente para personas de posición social acaudalada, totalmente diferente a la de ellos.

Podía notarse solo con ver la calidad de sus uniformes y calzado, así como por el porte de grandeza que emanaban aquellas tres personas que podía hacer sentir intimidado a cualquiera.

—Buenos días a todos. – la voz grave del alfa castaño estremeció el recinto. – Es un placer para mí el conocerlos, gracias a la acción del Presidente Riki. – miró al mencionado con una sonrisa. – Yo debo admitir que nosotros no nos conocimos en las mejores condiciones, pero, gracias a la comunicación fuimos capaces de resolver nuestras discrepancias y llegar a un acuerdo.

El alfa azabache miraba la escena con desconfianza desde su lugar entre el alumnado, prestando muchísima atención a sus más mínimos gestos y sintiéndose muy intranquilo de verlo tan cerca del pelirubio.  A su lobo no le gustaba en lo absoluto, y siendo sinceros, a él menos.

Cierto castaño también observaba todo sin poder creer que aquel alfa tan cínico que había visto ese día ahora se estuviera comportando como todo un caballero de la alta sociedad.

—Para serles sincero, — siguió hablando el alfa de tez morena. – yo llegué a admirar al Presidente Riki luego de conocer la manera en que logró mejorar las condiciones de este centro en tan poco tiempo. Es alguien impresionante, ¿verdad? – miró otra vez al pelirubio quien le sonrió un poco cohibido al ser halagado en frente de tanta gente. – Por eso le sugerí que nuestras escuelas deberían crear un convenio, en el que pudiéramos aprender mutuamente el uno del otro, y beneficiarnos de forma recíproca. Por esto vine personalmente.

El asombro por aquella declaración no se hizo esperar, era un gran acontecimiento que una escuela tan particular y sobre todo privada, a la que no le faltaba nada en cuanto a bienes materiales, quisiera hacer tratos con ellos que eran solo una preparatoria pública más. Aun así, todos se alegraron, en especial los profesores que sabían que aquello sería una oportunidad de oro para su trabajo.

—O eso pensé el principio. – volvió a hablar el alfa castaño, borrando la sonrisa de su cara y sus ojos tornándose más oscuros de lo normal. – Pero resulta que yo nunca he creído en las personas perfectas, pues tal cosa no existe, y al final todos tienen algún defecto que mancha sus personalidades. Incluso si este está oculto. – una mueca maliciosa adornó sus labios.

El pelirubio se estremeció por el tono de voz en que pronunció aquellas últimas palabras, sintiéndose desconcertado por lo que estaba pasando. Se acercó al oído del más alto para susurrarle lo más discretamente posible.

—Presidente Félix, qué está…

—Tal es el caso de este chico a mi lado. – interrumpió e ignoró sus palabras, girando su rostro para mirar acusadoramente a quien se mantenía en completa confusión. – A los ojos de ustedes puede parecer un chico atractivo, responsable, trabajador e inteligente. Un ejemplo a seguir, ¿cierto? – soltó una risa sarcástica. — ¿Pues qué pasaría si les dijera que es solo un vil mentiroso que ha engañado descaradamente a todos?

Su vista regresó al grupo de estudiantes que lo miraban sin entender de qué hablaba. El omega pelirubio sintió una punzada en su pecho, el rumbo de aquel discurso lo estaba haciendo sentir aterrado. Tanto que comenzó a liberar un aroma algo amargo, y bastante desagradable al estar mezclado con el olor artificial de la menta.

Su estado no pasó desapercibido por SungHoon, quien quería subir allá arriba y derrumbar a aquel alfa de un buen golpe. Sospechaba en cómo iba a terminar la situación, y gruñó al no esperarse una jugada tan sucia por parte de quien ahora no dudaba de que fuera un maldito hijo de perra. 

— JeongIn, los papeles. – le exigió al alfa de hebras grises que estaba inmóvil a sus espaldas, el cual le entregó un bulto de papeles para luego volver a su posición. – Observen por ustedes mismos el fraude al que han sido sometidos. – arrojó el fardo de hojas al aire, las cuales se esparcieron como polvo por el lugar, desparramándose por el suelo y sobre las cabezas de los sorprendidos estudiantes. – Su querido Presidente y alfa modelo, ¡es un omega! – gritó para ser escuchado.

Y en ese momento, Ni-Ki casi se desploma cuando sus huesos se tornaron tan pesados como rocas. Sintió como si un balde de agua congelada se volcara sobre su cuerpo, y su respiración fue cortada por el grueso nudo que apretó su garganta, casi siendo ahorcado por sus propios temores.

 Sintió como si un balde de agua congelada se volcara sobre su cuerpo, y su respiración fue cortada por el grueso nudo que apretó su garganta, casi siendo ahorcado por sus propios temores

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