Uno.

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El amanecer se acercaba, el viento dejaba de soplar para poder dar paso al canto de los pájaros anunciando un nuevo día.

Sin embargo, todavía estaba ese cielo color negro y celeste en el horizonte, serán aproximadamente las cinco de la mañana. Amenazando con salir el sol a las seis.

Me encontraba en el techo de una vivienda, observando lo que parecía una especie de "Bar". Había hombres y mujeres bailando, bebiendo y disfrutando. Algunos fumaban sus pequeños habanos y otros, simples cigarrillos caseros.

Me llamaba la atención aquel chico morocho, de tez clara con ojos miel. No dejaba de observar a una muchacha, la cual estaba bailando tranquilamente en la pista. Por otro lado, un hombre de unos cuarenta y algo también la estaba mirando. La miraba con deseo, con anhelo, con lujuria.

Que asco - Pensé.

El hombre poco a poco comenzó a acercarse a la muchacha para tomarla de las caderas y bailar con ella. La chica giro en sí misma para quedar frente a frente con aquel cerdo. Su rostro cambio y ahora tenía una expresión de miedo.

Mi enojo comenzó a hacerse presente. No puedo decir que mí corazón comenzó a latir mas rápido porque la realidad es que no tengo, tampoco tengo sangre en mis venas. Pero sí puedo sentir diferentes emociones, el enojo es una que suelo sentir casi siempre.

Aquel hombre comenzó a tocar levemente a la chica, bajando sus manos por sus caderas hasta llegar a sus glúteos. Aquella parecía descompuesta.

El chico que la observaba antes, se encontraba mirándola con asco, se dignó a tomar su trago e ignorarla. De seguro no se percató de su situación.

Hombres.

Cerré mis ojos tratando de visualizar el rostro del cerdo que estaba pasándose de la raya con una simple chica. Luego de un rato, con concentración, miré directamente al hombre y comencé a hacer mi trabajo.

Luego de unos segundos, comenzó a alejarse de la chica. Sujetó su estómago con fuerza y luego su cabeza, gritando y negando con la misma. Todos en el bar se quedaron viéndolo, parecía un demente.

Sonreí al ver aquella situación. Intensifique mi mirada sobre él hasta que sus ojos comenzaron a llorar sangre, al igual que su nariz y sus orejas. Debo admitir que para ser un cerdo, su sangre olía bastante bien.

Luego de unos minutos así el hombre soltó un último suspiro y cayó al suelo rendido. Las personas a su alrededor formaron un círculo y se quedaron pasmados mirándolo.

Al cabo de unos minutos el dueño del bar, junto con otras personas, tomaron el cuerpo y lo colocaron en una bolsa para luego sacarlo por la parte trasera. Bajé del tejado de la vivienda para poder aterrizar en la fría tierra.

Miré de nuevo hacia el cielo y ya estaba por amanecer. Debía apurarme.

- Uno más solamente. - Susurré para mí misma.

Lentamente me dirigí hacia la parte trasera del bar, donde el cuerpo se encontraba tirado en el suelo entre otras bolsas. Olfatee las mismas en busca de mi aperitivo hasta dar con el, o al menos con su brazo.

Miré a ambos lados verificando que nadie me viera y así, coloqué mí boca en su muñeca. Clavando así mis colmillos y succionando lentamente la sangre.

Era dulce, su olor era encantador. ¿Cómo una sangre tan rica corría por las venas de un cerdo depravado? En fin, la naturaleza.

Luego de un rato, pude sentir como un rayo de sol quemaba en mi cuello. Bebía irme. Dejé a un lado el brazo y me dedique a caminar por el pueblo. Me coloqué mi capucha para poder evitar que los rayos de sol tocaran mi piel.

Hands Tied.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora