Cinco.

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Luego de escuchar las historias de Harry sobre nuestros padres, volvimos a la habitación. Clara fue a la suya a buscar su caja, ella también tenía una en su ropero. Me senté en mi cama hasta que volviera y observé la caja: era roja, con aquella inicial de mi nombre, tenía grabados en oro como también detalles en terciopelo. 

La puerta de mi habitación se abrió y ahora ambas nos encontrábamos mirando cada una su caja. 

- ¿Cómo puedes estar tan tranquila? - Preguntó Clara.

La miré sin respuesta alguna. ¿Estaba tranquila? Sí, ¿Estaba segura? No, no conocía nada de este mundo. Había demasiados vampiros. Y todavía tenía dudas sobre aquellos vampiros encarcelados.

- Solo abre la caja - Me limité a decir.

Clara suspiró por lo bajo y ambas abrimos nuestras respectivas cajas. Al hacerlo nos entró un sentimiento de nostalgia. Habían algunas fotos de Clarise y Magnus con nosotras. 

- ¿Cómo saben realmente que somos nosotras y no unas simples vampiras y ya? - La verdad que era una buena pregunta. 

- Tendremos que averiguar Clara. - Respondí mientras sacaba una foto de la caja. Era Clarise con una bebé en sus brazos, aquella tenía una gargantilla con un sol. En cambio yo, tengo una con una luna.

¿Seremos nosotras las princesas perdidas de York?

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Como solía hacer todas las noches en el pueblo, me subí al tejado de lo que sería ahora "nuestra casa". La ciudad se veía iluminado por las luces de la noche. Los vampiros salían con sus parejas, algunos con sus hijos, algunos solos. Algunos salían a caminar, otros a comer y demás.

- ¿No crees que es peligroso estar aquí para una princesa? 

Me puse de pie rápidamente, girando sobre mis pies para poder verlo. Me repugnaba su voz y su presencia. Lo miré de arriba abajo para luego ignorar su pregunta y volver a sentarme en el tejado. Con tantos vampiros, extraño mi soledad en los tejados de Whiteout. 

- Para ser una princesa, te faltan modales - Dijo sentándose a mi lado. ¿Qué hacía?

Lo miré incrédula.

- No puedo entender como no sientas que no quiero tu presencia - Miré sus ojos - eres una persona horrible.

El rio sarcásticamente, dirigiendo su mirada hacia mi.

- Eres igual de horrible que yo, querida. - Miró mis ojos - ¿O asesinar cerdos te hace menos horrorosa que yo, por asesinar un pueblo entero? - Sonrió de costado.

Al decir aquello no pude evitar recordar la hoguera humana que Charles y el habían hecho. O más bien Charles, todavía no sé qué papel cumple James en esta historia.

- ¿Quién eres? - Miré hacia la ciudad - ¿Porqué me delataste? ¿Cómo supiste de nosotras?

- Bueno, muchas preguntas - Se rascó la nuca - En sí - me miró achinando sus ojos - Trabajo para la realeza, se me ordenó infiltrarme en cada pueblo para encontrarlas. Tardé bastante - sonrió - son buenas escondiéndose, pero aquél día pude verte disfrutar como se retorcía el hombre que acosaba a la chica.

- ¿Y si lo notaste, no ibas a salvarla? - Pregunté asqueada.

Me miró con una ceja levantada.

- Es una humana, me disgusta. - Afirmó.

- Que te disguste no significa que lo merezca - Sentencié - No lo entenderías. - Rodé los ojos.

James se quedó pensando, luego sacudió su cabeza y siguió hablando.

Hands Tied.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora