Capítulo IV: "¿Qué haces novato?"

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Después de haberme pasado las últimas dos horas de mi vida montando y desmontando una pistola, con la única intención de desviar mi estrés, decidí levantarme a comer algo. Al bajar a la planta baja solo pude ver un pelo castaño corriendo de lado a lado del salón mientras conectaba diferentes cables a diferentes trastos.

- ¿Qué...?- Arrepintiéndome automáticamente y descartando la idea de preguntarle qué estaba haciendo, opté por encogerme de hombros y sin darle más importancia al chico dirigir mis pasos a la cocina.

Mientras que Cio en el salón parecía más enérgico que una sardina electrocutada, Adriel se dedicaba a mirar el frigorífico buscando algo que parecía no encontrarse ahí dentro.

Esperé lo que me pareció una eternidad para ver si se apartaba de la nevera y me dejaba coger la leche. Necesitaba un café urgentemente. 

¿Yo? ¿adicta al café? Que va... buf.

Al ver sus pocas intenciones de dejar de lado su búsqueda en la nevera, decidí pasar mi cabeza entre su brazo apoyado en el electrodoméstico situándome entre él y la comida. Alcé mi vista hasta ver el cartón de leche en lo alto del aparato, bufé.

¿Que necesidad de ponerlo ahí?

Antes de ponerme de puntillas para alcanzarlo, una mano lo bajo hasta dejarlo en las mías.

Sin más salí de entre esos dos fuertes brazos y el frío de la nevera para acercarme a la cafetera.

- Se dice gracias, fiera. - escuché su voz en mi espalda.

Me giré para mirarlo, aún apoyado en el frigorífico pero este ya cerrado, me miraba entre divertido e irónico.

- De nada.- Dije yo colocando la taza de café sobre mis labios.

- Que graciosa. - cerró la nevera y lo vi desplazarse hacia la puerta de la cocina. - ¿Pero què...?- lo vi fruncir el ceño mirando hacia el salón y acto seguido se escuchó un fuerte ruido.

Con pasos lentos y sin separar la taza de mi cara me situé detrás de la espalda del imbécil para ver qué sucedía. Cio, estaba agachado en el hueco de las escaleras sacando algunos trozos de madera que cubrían una puerta.

- ¿Qué haces novato?- Pregunté mirando sus movimientos con desinterés.

- He buscado los planos de la cabaña y he visto que hay un sótano, he pensado que os gustaría tenerlo, ya sabes para guardar armas y esas cosas. Es mi regalo para ti preciosa. - dijo divertido señalando la puerta que según él llevaría al presunto sótano.

Negué con la cabeza volviendo mi cuerpo, aún con la taza en las manos hacía el comedor.

- Muy tierno por tu parte.- Susurré en tono irónico mientras andaba hacía la entrada del salón.

Me senté en el sofá poniendo mis piernas en forma de indio mientras daba sorbos a mi taza de café. Mis manos, frías, estaban cubiertas por las mangas de la sudadera negra que llevaba puesta. ¿Por qué hace tanto frío? mis ojos buscaban en la habitación mientras de fondo escuchaba la conversación a gritos de los gilipollas de mis compañeros.

- ¿Pero tú quién te crees para reventar una puerta?- Chillaba el pelinegro.

Mi mirada seguía buscando entre las cajas de la sala y las diferentes paredes.

- Oye que si lo querías hacer tú solo tenías que avisar. - Cio no perdía el tono humorístico.

Al fin mi vista dio con lo que buscaba. En una de las paredes frontales un gran tablón de madera tapaba lo que esperaba que fuese una chimenea.

- ¡Chicos!- grité aún escuchando su discusión de fondo.

Vi como ambos asomaban la cabeza desde la puerta.

- Dime preciosa

- ¿Qué quieres fiera?

Alce las cejas. Ambos habían hablado a la vez.

Se miraron, Cio con una sonrisa burlona y Adriel con cara de querer estrangularlo.

Mientras yo señalaba decidida el tablón de madera.

- ¿Podéis quitar ese tablón?

Ambos miraron hacia él.

- ¿Para qué?- preguntó Cio con una ceja alzada.

- Creo que debajo hay una chimenea. - Le di un sorbo a mi café aún caliente.- Y si quiero trabajar prefiero trabajar a una temperatura en la que mis manos no vayan a ser capaces ni de desmontar una Glock.

Adriel rodó los ojos intentando no sonreír mientras que él castaño arrugó la frente sin entender nada.

jaja, entendió la referencia.

Shhh calla que nos cae mal.

Sin decir más ambos se dirigieron al tablón quitando la pesada tabla que tapaba una vieja chimenea marrón.

Mientras mi cabeza festejaba no morir de hipotermia escuché a alguien bufar.

- Iré a por leña.- Adriel se había dirigido a una de las cajas y había sacado una chaqueta negra de combate.- Cio, dedícate a buscar los mapas de la ciudad y la sede de los bares donde Smith dijo que se podían reunir los negocios de Goliat. - Cio hizo un gesto con la mano, imitando a un militar, antes de dirigirse hacia su ordenador.- Fiera, deberías convertir el regalo del novato en una sala de armamento y entrenamiento. Serán unos meses largos y necesitamos mantenernos en forma.

Fruncí el ceño indignada.

No, guapo no, yo por ahí no paso.

¿Ves porque nos cae mal?

¿Quién te crees tú para darme órdenes?- Pregunte mirándolo fijamente.

- Tu superior. - Recogió del lado de la escalera un pequeño hacha que supuse que sería para traer leña.- Yo me iría acostumbrando. - Se acercó con pasos perezosos hacia mi y se inclinó sobre la pequeña mesa de café, acercando su cara a la mía.

Evitando mostrar cualquier signo de que su presencia imponía algo en mi ,me mantuve quieta desafiando con la mirada.

Acercó sus labios a mi oreja susurrando.

- Hay muchos otros sitios donde me gusta mandar. - Con la piel de gallina y los ojos entrecerrados me separé de él levantándome del sofá.

- Trae la puta leña. - No tuve que mirar hacia atrás mientras me dirigía al sótano para saber que el cabrón estaba sonriendo de satisfacción.

Como odio a ese tío.  

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