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La sensación es parecida a la de permanecer demasiado tiempo bajo el agua. Como un tonto, he gastado todo mi oxígeno y, aunque sé que la superficie se encuentra a solo unas patadas de distancia, apenas puedo llegar, atenazado por el asfixiante pánico. Pero mis ojos se abren hacia un mundo borroso, y tomo una primera bocanada de aire. No sé si estoy jadeando, pero siento que es así.

La cara que veo al despertar es la de Ashina, y está demasiado cerca. Instintivamente, trato de hundirme aún más en donde sea que esté tumbado para mantener su barba musgosa a una distancia más segura. Mueve la boca, pero no emite ningún sonido. El silencio es absoluto, y no escucho ni siquiera un zumbido o un murmullo. Mis oídos aún están desconectados de mi cuerpo.

Ashina se ha alejado, gracias a Dios, y está hablando con mi madre. Luego, de repente, veo a Sasuke, que aparece flotando en mi campo de visión y se coloca junto a mí, en el suelo. Trato de girar la cabeza para seguirlo. Roza con sus dedos mi frente, pero no dice nada. Hay alivio tirando de los extremos de sus labios.

Mi capacidad auditiva regresa de manera extraña. Al principio, oigo ruidos amortiguados y, luego, cuando finalmente se definen, no tienen ningún sentido. Creo que mi cerebro piensa que lo han partido en dos y ahora está sacando poco a poco sus antenas, enlazando terminaciones nerviosas y gritando a través de las hendiduras sinápticas, aliviado de descubrir que todo sigue ahí.

—¿Qué está pasando? —pregunto cuando el tentáculo de mi cerebro localiza por fin la lengua.

—Dios mio, hombre, creía que estabas acabado —exclama Gaara, apareciendo en el lateral de lo que, ahora veo, es el mismo sofá antiguo sobre el que me tumbaron cuando me desmayé aquella primera noche en casa de Sasuke. Estoy en la tienda de Ashina.

—Cuando te trajeron... —dice Gaara. No termina la frase, pero sé lo que quiere decir. Pongo mi mano sobre su hombro y le doy un apretón.

—Estoy bien —aseguro, y me incorporo ligeramente con un poco de esfuerzo —. He estado en líos peores 'ttebayo.

Desde el extremo opuesto de la habitación, dándonos la espalda a todos y actuando como si tuviera cosas mucho más interesantes que hacer, Ashina da un resoplido.

—No lo creo —se vuelve. Sus gafas de alambre se han resbalado casi hasta la punta de su nariz —. Y aún no has salido de este "lío". Te han lanzado un hechizo obeah.

Gaara, Sakura y yo hacemos eso que se hace cuando alguien está hablando en otro idioma: nos miramos unos a otros y luego decimos:

—¿Qué?

—Obeah, muchacho —exclama Ashina—. Magia vudú de las Indias Occidentales. Tienes suerte de que pasara seis años en Anguila con Julian Baptiste. Él sí que era un verdadero hechicero obeah.

Estiro el cuerpo y me siento más erguido. Aparte de un ligero dolor en la espalda y el costado y de la sensación de vértigo, me encuentro bien.

—¿Un hechicero obeah me ha lanzado un hechizo obeah? ¿Es como cuando los pitufos dicen todo el tiempo que pitufean?

—No bromees, Naruto.

Es mi madre. Tiene un aspecto horrible. Ha estado llorando. Odio que sufra.

—Aún no entiendo cómo logró entrar en la casa —dice—. Siempre hemos sido muy cuidadosos. Y el hechizo de barrera funcionaba. Funcionó con Sasuke.

—Era un hechizo magnífico, señora Uzumaki —responde Sasuke amablemente—. Jamás habría podido franquear esa puerta, por mucho que hubiera querido —cuando dice esta última parte, sus iris se oscurecen tres tonos.

—¿Qué pasó? Cuando perdí el conocimiento, o lo que fuera —ahora estoy interesado. El alivio de no estar muerto se ha desvanecido.

—Le dije que saliera fuera a enfrentarse conmigo, pero no aceptó. Simplemente sonrió con esa expresión terrible. Luego desapareció. No quedó nada, excepto humo —Sasuke se vuelve hacia Ashina—. ¿Qué es?

Sasuke dressed in blood |Narusasu|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora