Kuromaya

El primer movimiento

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Maya, diversión y malicia a partes iguales, una mezcla extrañamente emocionante que envió rayos de electricidad por la columna vertebral de Claudine. A pesar de que su personaje claramente no era el centro de esa escena, Kaoruko básicamente estaba haciendo un striptease en medio de la sala de práctica, Claudine no podía apartar los ojos de Tendo Maya.

Recostándose contra su silla, los ojos oscuros brillando mientras miraba a Kaoruko, Maya era absolutamente cautivadora. A pesar de que era solo un ensayo, Maya claramente estaba poniendo todo en ello: sus ojos eran salvajes, oscuros y crueles, hambrientos de una manera que Claudine nunca los había visto antes. Casi lo habría descrito como salvaje.

Que esos ojos estuvieran dirigidos hacia Kaoruko volvía loca a Claudine, provocando un remolino incómodo en la boca del estómago.

"¡Cortar!" la voz de la maestra hizo que todo se detuviera abruptamente, y todos se congelaron obedientemente en su lugar para esperar la corrección. “Hanayagi, Elvira está recurriendo a la seducción por desesperación. Por favor, deja de parecer que lo estás disfrutando”.

Kaoruko sonrió, lanzando una rápida mirada al enrojecido Futaba antes de disculparse. Claramente no creyéndolo, pero demasiado exhausto para volver a llamar a Kaoruko, Sakuragi-sensei simplemente suspiró y aplaudió, indicándoles a todos que comenzaran esa escena desde arriba. De nuevo.

La escena que estaban practicando tuvo lugar en un bar lleno de chicas guapas con hermosos vestidos. Todas dichas chicas estaban adulando al personaje de Maya, Don Juan, consumidas por la lujuria y los celos a partes iguales, deseando poseerlo pero sabiendo que no lo sería. Un famoso playboy, Don Juan estaba pasando un buen rato cuando su esposa, Elvira, interpretada por Kaoruko, y su amigo, Don Carlos, interpretado por Nana, vinieron a buscarlo.

Como se estableció anteriormente en la obra, Elvira era una mujer tranquila y de buen comportamiento, que había roto sus votos como monja para casarse con Don Juan. Engañada por su encanto, ella realmente había creído que él la amaba, y se había despertado dolorosamente el día de su boda para darse cuenta de que todo era una mentira.

Su esposo era un hombre sin moral, uno que perseguía a cualquier mujer que quisiera, y una vez que terminaba con ella, la abandonaba a la vera del camino. Por todo el pueblo había víctimas del encanto de don Juan, mujeres desesperadas que lo maldecían con la misma intensidad con que lo amaban.

Lo único que diferenciaba a Elvira de ellos era su carácter. A diferencia de ellas, ella no bebía, no se quedaba hasta tarde en los bares buscando hombres para llevar a casa. No daba sus besos libremente, no desnudaba su piel a ningún hombre errante, no vagaba de pareja en pareja sin ataduras. Ella era una mujer de buen comportamiento, pero ellos no.

Esa, pensó Elvira, era la razón por la que él se había alejado de ella. No era el tipo de mujer que le gustaba, prefería a las mujeres malas, sueltas, intensas y sensuales. Y si lo que quería era una mala mujer, Elvira estaría dispuesta a dejar todo en lo que creía para convertirse en una.

Fue, por supuesto, una escena emocional y dolorosa. El mismo carácter de Elvira se estaba derrumbando, pero Don Juan se limitó a reírse de sus intentos de conquistar su corazón, menospreciando cruelmente su amor. Sin embargo, para algunos, específicamente Futaba, fue una escena un poco... difícil de ver.

Cuando Kaoruko se quitó la chaqueta una vez más, revelando los hombros pálidos bajo las luces de la sala de práctica, Claudine escuchó a Futaba tragar saliva audiblemente. Una vez más, Kaoruko estaba aprovechando cada oportunidad para mirar a los ojos a Futaba, cada movimiento hecho deliberadamente para hacer que la boca de la pobre chica se secara. Si bien Claudine generalmente estaba bastante feliz de dejar a sus amigos con sus propios dispositivos cuestionables, este no era el momento ni el lugar para hacerlo.