I have made a big mistake.

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Mi antiguo departamento tenía el mismo aroma de siempre. Los muebles y los ornamentos que claramente no me había llevado seguían en el mismo lugar de siempre, como si solamente me hubiera ido por dos días. Vaya que deseaba que ese hubiera sido el caso.

-Estoy en casa. –Murmuré, a pesar de que sabía bien que no obtendría respuesta. Dejé el bolso de mano sobre la mesada de la cocina y respiré hondo.

Suspiré. Me sentía pesado, triste, nostálgico. Se me revolvió el estómago y entonces decidí salir al hall del apartamento. Al menos ahí estaba todo abierto, cubierto únicamente por el techo. Era uno de los clásicos departamentos que parecían más moteles que apartamentos.

Miré hacía un costado, ahí estaba el departamento de Cindy. Me armé de valor y fui a tocar el timbre. No sabía que decir, pero por alguna razón quería decir lo siento. Toqué el timbre con mi dedo índice y esperé. Se oyeron pasos del otro lado, y pude notar que alguien miraba por la mirilla de la puerta.

Mi estómago rugió, y no exactamente de hambre.

-¿Sí? –Preguntó una mujer de unos sesenta años de edad, con arrugas en el rostro. Me miraba con esos brillantes ojos castaños, y su pelo envuelto de ruleros. Mi corazón se achico.

-Oh discúlpeme usted. Estaba buscando al anterior propietario de este apartamento, Cindy Green. –Murmuré y me di la vuelta, pero la señora me tomó del brazo, evitando que pudiera moverme. Aunque, claro, si quisiera soltarme de su agarre podría simplemente hacerlo. La miré extrañado.

-Cindy te buscan. –Exclamó con un tono añiejo en la voz. Ese típico tono gastado, y cansado. Propio de la gente mayor. Quedé algo atontado: ¿Cindy aún vivía aquí?

Se escucharon pisadas y pude sentir el perfume de mujer entrar a la habitación. Cindy avanzaba por el pasillo del departamento, pero su gesto de incredulidad no se le borraba de la cara. Se había callado y cuando llegó al lado de la señora mayor le sonrió.

-Abuela, ¿porqué no entras? Está frío aquí afuera. –Respondió como si no estuviera aquí. La señora se fue no sin antes saludar con un gesto cansado. Ella me miró furiosa, y suspiró.

-Cindy, hola. –Dije, para cortar un poco la presión.

-Hola. ¿Necesitas algo? –Exclamó, y fue entonces cuando me di cuenta de que nada sería como antes. –Louis, sinceramente no quiero pelear ni nada, mi abuela está algo enferma y bueno, vieja. –Dijo suspirando. Lo hacía mucho últimamente.

-Solo vine a saludar, recién llego de Los Angeles, y pues quería saber como estabas.

-Me costó superarlo Louis, pero estoy bien. –Murmuró y cerró los ojos. Levantó la cabeza y me volvió a mirar, con esos ojos que siempre me vieron tan directamente. -¿Amigos?

Mi mundo se había derrumbado, pero bueno, era lo que había de esperarse. No podía pedir más, y al menos podría empezar de nuevo. Sinceramente, no pensé que me fuera a pedir de ser amigos, y mejor que nada era. Le sonreí y ella saludó con un gesto de mano.

-Adiós Louis. Lamento lo de ese día. –Suspiró, otra vez. Yo intenté sonreír, pero sinceramente no pude. No podía sonreír después de todo.

Una lágrima bajó por mi ojo, pero la limpié rápidamente, ella estaba de espaldas, no se había dado cuenta. Después de todo, había cometido un gran error, y al fin me daba cuenta de eso.

Wedding BellsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora