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NOTA:
En este capítulo se abarcará más a fondo la historia de Nela y como se conoció con Calle. El capítulo será narrado por ella y también narrará el final de esta historia.

Dicho esto, disfruten de este último capítulo <3

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+Especial Nela
+Epílogo

Planificar cosas se me da bien. Bastante bien, en realidad.

Desde que Calle volvió de su... no lo sé, ¿diabloaventuras? Ha estado cada vez más 'diferente' y cuando digo diferente quiero decir que todos los días va a su despacho, se sienta en su sitio con una sonrisa en los labios y se la pasa todo el día así... contenta ¿Qué le ha hecho Poché? Es increíble, debería pedirle el secreto para mantener a un demonio a tus pies, quiero decir ¿qué hizo? Además de acostarse con ella, claro está, porque sí, no me meto en su vida privada, pero ¡vamos! Calle tiene la sonrisa de esos esposos que luego de un 'arduo' día de trabajo llega a casa y su esposa la espera para la cena, y cuando digo cena me refiero a su...

En lo que estaba. Desde que volvió, hace ya unos meses, a Calle le ha dado por ofrecerme ser "su agenda personal", según ella necesita de alguien de confianza que sepa moverse en este mundo y que pueda administrar su tiempo de forma correcta para que así tenga tiempo de cumplir con su vida de humana sin que nadie sospeche que aparece y desaparece en su despacho para ir a cazar almas indefensas, y además de claro tener tiempo romántico con Poché. Dice que reducirá mi sentencia si lo hago y que tendría un excelente puesto para mí en su dulce hogar si me porto lo mejor posible con ella durante su estadía aquí. La odio. O al menos... la odiaba.

Solía ser católica. Solía creer en la palabra de Dios y que si era una persona de bien entonces lo bueno vendría a mí. Crei, incluso cuando quedé embarazada de Ailana y mi madre me echó de casa. Creí, aun cuando el que se suponía sería el padre de Ailana se desentendió del asunto y no aceptó la responsabilidad de una noche de sexo sin protección. Creí, cuando sostuve a mi hija en mis brazos y tuve ante mí la grandeza de dar vida, porque si yo sentí amor por mi hija desde el primer momento en que la tuve entonces estaba segura de que él me amaba, y que a partir de ese momento todo marcharía bien. Fueron años duros, pero mi fe nunca se quebrantó. Al menos no hasta ese fatídico día.

El día que la conocí.

Fue hace seis años ya, Ailana tenía seis años, pero hacía tiempo le habían diagnosticado su enfermedad y ahora los daños que la misma habían ocasionado habían llegado al límite. El doctor me dijo que no había nada que hacer, esperar un donante no sería exactamente la mejor opción, pues había miles de niños por encima de ella, además de los gastos, no sólo por la cirugía sino también por el hecho de que luego tendría que seguir una serie de tratamientos. Aquel hombre me dijo que lo mejor sería que pidiera unos días en mi trabajo y que sólo pasara el resto de días que le quedaban con ella.

¿Cómo puedes decirle a una persona que se quede mirando a la única luz en su vida extinguirse de forma lenta y tortuosa? Sin que pueda hacer nada... sólo mirar.

En ese momento vivíamos en Everett. Apenas salí de hablar con aquel, que era ya el quinto doctor que me decía lo mismo, me dirigí a una iglesia. Ailana estaba en el hospital general de Metrópolis, seguramente esperando mi llegada con buenas noticias y yo sólo podía huir, quería huir de todo así que sólo pude ir a aquel lugar dónde no me sentía tan perdida, dónde sentía que él iba a escucharme y enviaría ayuda.

No esperaba que la ayuda llegara en tacones oscuros, con un traje de diseñador, su cabello perfectamente atado en una coleta alta, piel pálida y aquellos ojos marrones que me miraban cómo si fuera un festín. Ella se sentó a mi lado en el banco, mientras yo estaba arrodillada tratando de pensar en algo más que rezando.

Tus Deseos Son Mis Órdenes [Caché]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora