零四 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐕

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tears are fallin' like
blood and rain.

F O U R

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༄✧༄

─Tráiganlo ─ordenó el general del ejército del Sur, sin apartar la mirada de dos figuras.

Los soldados comenzaron a separarse lentamente, creado una línea de visión clara hacia la esquina donde se encontraban los reyes del Norte, atados a dos sillas. Sus bocas estaban amordazadas con una tela y tenían los hombros sujetados.

Los hombres del Sur empujaron a Kageyama para que cayera a los pies de sus padres.

El rey tiró de las ataduras de sus muñecas, la reina se lanzó hacia adelante y dio un grito ahogado amortiguado por su mordaza. Dos soldados la sujetaban, pero ninguno pudo evitar que finalmente escupiera la tela, la cual cayó alrededor de su cuello.

El soldado detrás del rey se movió primero, sus manos gruesas se envolvieron alrededor de su cuello mientras los gritos resonaron en toda la habitación real. Todo lo que Kageyama pudo hacer fue mirar hacia adelante, tirando con tanta fuerza de sus propias ataduras que le sangraron las muñecas. Observó como el rostro de su padre se volvía azul y se quedaba sin oxígeno. Una cuchilla pasó de mano en mano. La reina se retorció, dividida entre su marido y su hijo.

─Tobio, cariño, todo va a estar bien ─, su madre lloró─, va a estar bien, ¿de acuerdo?

Kageyama sollozó y su visión se nubló.

─Madre, por favor.

La reina sonrió, las lágrimas corrieron por sus mejillas. Por encima de ella, la cuchilla se veía dorada a la cálida luz de las velas.

─Vive ─pronunció en su propio dialecto del Norte─. Te...

El filo se deslizó a través de su cuello, desgarrando sus cuerdas vocales y su garganta en cuestión de segundos. La sangre salió a borbotones de la herida abierta mientras se ahogaba con las palabras que nunca dijo, manchando su piel pálida y su vestido blanco con un carmesí que salpicó hasta el borde de una mesa en la habitación. Cuando tosió, gruesos coágulos se deslizaron por sus labios abiertos y trató de mantener la cabeza erguida. Siguió luchando hasta que su fantasma la dejó, la cara ya blanca como sus gritos extinguidos.

Fueron dos minutos insoportables para Kageyama, ver a la persona más fuerte que conocía perder su vida mientras se esforzaba por llamarla, rogándole y suplicándole: "por favor, no te mueras, madre, por favor, no te mueras". Terminó cuando su cabeza se hundió hacia adelante. Su padre ya era un cadáver desplomado junto a su cuerpo desgarrado, muerto antes de que pudiera escuchar sus últimas palabras.

La presa se rompió, Kageyama gritó a las formas sin vida de sus padres. Sus gritos fueron ecos huecos del dolor que fluyó a través de su cuerpo, cada parte de él ardió con el fuego más frío.

El olor a sangre lo despertó. Era penetrante. Era uno de esos olores que, al principio, podía ser ignorado, porque se filtraba, merodeaba en la oscuridad, crecía en volumen y masa hasta que era imposible de ignorar. Cuando finalmente abrió los ojos y se enderezó, vio que no estaba solo, sus soldados también estaban ahí.

Todos los ojos siguieron el paradero de los guardias de la Nación del Sur. Contaron las armas y analizaron las armaduras en una esquina. Ceños fruncidos hasta que escucharon el anuncio afuera.

El polvo cayó sobre ellos cuando comenzaron los cánticos, los pies golpearon el suelo por encima de sus cabezas, el público ansioso por ver las peleas, y la bestia rugió. Sus hombres de pie junto a él estaban en silencio. Ninguno de ellos se quejó, se meó o mendigó. Todos eran luchadores experimentados. Todos sabían lo que debían que hacer.

winter song ─𝗸𝗮𝗴𝗲𝗵𝗶𝗻𝗮.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora