Capítulo 3

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Me limité a conducir hasta el único lugar —aparte de la casa de quienes me trajeron al mundo— en donde sabía que no me iban a cerrar la puerta en la cara

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Me limité a conducir hasta el único lugar —aparte de la casa de quienes me trajeron al mundo— en donde sabía que no me iban a cerrar la puerta en la cara. Mi casa, que no es completamente mía, pero al fin y al cabo es mi casa porque es donde duermo y como.

El increíble departamento que tiene una preciosa vista a la gran ciudad de Tokio y que a pesar de el sin fin de luces que pueden llegar a aturdir la vista de cualquiera que camine por sus calles, Tokio sigue siendo precisa.

El único lugar donde puedo estar tranquilidad y en paz, esa es mi casa.

—¿Hime-Chan? —cuestiona mi mejor amigo al verme entrar.

Para mi desgracia la comparto con alguien más.

Toda una joven adulta responsable e independiente que comparte casa a los veinticinco años y quien paga más la renta es la otra persona porque gana hasta el cuádruple de lo que yo gano en seis meses.

No me puedo quejar, de no ser por aquel muchacho frente a mis ojos; yo jamás tendría la vista que aprecio tener todas las mañanas en mi ventana.

—Voy a perder mi empleo —dije entrando al departamento—. Mi trabajo, mi dignidad como escritora y mi credulidad como persona funcional en nuestra sociedad.

Me senté en el sofá de cuero de su sala y lo observé con preocupación.

—Ante todo, se dice "hola"o un "Estoy en casa", pedazo de maleducada —me recuerda y se sienta a mi lado—. Segundo, ¿A que te refieres con perder tu empleo? Eres una obsesiva con el trabajo, nunca te tomas un descanso.

Me limito a darle una mala cara, pero no le digo nada al respecto porque lo que dice es verdad. A veces detesto que diga las cosas tan de frente, la sangre de ser alguien demasiado imprudente que lleva por sus venas es demasiado fuerte.

Ni siquiera yo soy tan imprudente y eso que tengo más de esa sangre que él.

—Hoy vi a una persona muy importante del mundo del voleibol —informo.

Luego recuerdo lo fanático que puede llegar a ser la persona a mi lado con dicho deporte y me arrepiento automáticamente de haberle contado. Él solo jugó voleibol durante secundaria y preparatoria, jamás quiso ser profesional; pero le sigue encantando y cada vez que puede va a un juego.

Adora el voleibol más que todo porque su abuelo le enseñó a él y a su hermana mayor.

—¿En serio? ¿A quién? ¿La futura estrella del voleibol femenino o a un veterano? —Me sacude por los hombros de un lado a otro—. Es extraño, tú no haces entrevistas; a ti no te gusta interactuar con personas...

Vuelvo a dirigirle una mala cara.

—Es una historia muy larga —le resto importancia—. Y es un veterano, su nombre es Hinata Shoyo.

All the lovers of Hinata Shoyo's lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora