Capítulo 2

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—Eh

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—Eh... ¿Hinata-san?

Sinceramente, con quien pensé que me encontraría en la puerta sería con un señor mayor de ochenta años con un bastón y arrugas en toda la cara por tanto sonreír a lo largo de su vida, no con una mujer de alrededor de los treinta años.

La mujer es de pequeña estatura y de ojos café. Ella me observa de manera analítica; pero luego se volteó adentro de la casa y gritó:

—¡Tío Shoyo, es la muchacha reportera!

Su grito me alteró un poco.

Yo no sabía que él vive con su sobrina ¿O su sobrina vive con él? Ni siquiera sabía que tiene una sobrina.

Bueno, era muy posible; después de todo, tuvo una hermana.

Joder, debí investigar sobre la hermana también. Lo poco que sé de Hinata Natsu es que es la hermana de Hinata Shoyo.

¡Maravilloso Himeko! Tus profesores de historia estarían más que orgullosos de ti por solo conformarte con "fue la hermana de...". Qué investigación tan nefasta has hecho.

Después no te molestes si quedas en ridículo por algo; eso te pasa por no investigar más.

—Oh, déjala que pas —se escuchó una voz bastante saltarina dentro de la casa.

Ella vuelve a fijar su mirada en mí. Sus ojos castaños se muestran levemente en disgusto con mi presencia.

—Ve, él te está esperando desde hace bastante tiempo —comenta invitándome a pasar—. Yo tengo que ir a trabajar; pero volveré como a las seis. Cualquier pregunta que tengas se la haces a él; después de todo, esta es su casa.

Miré por unos segundos el reloj que estaba en mi muñeca; me preocupé de si había llegado tarde, pero no. Faltaban 5 minutos para que sea la hora a la que me indicaron llegar.

—Disculpe la molestia —susurro mientras me quito los zapatos.

La otra mujer se limita a asentir; a pesar de su actitud, se ve un poco amigable.

Ella me guía por la casa y me percato que el lugar es más pequeño de lo que pensaba; aunque sigue siendo funcional y cómodo.

Vi fotos, muchas fotos; más bien, demasiadas fotos y de todo tipo: de viajes, fiestas, amistades y muchísimos eventos más.

Cuando por fin llego a la sala, veo a un señor de cabello levemente rojizo de espaldas.

Recuerdo que leí en alguna parte que las personas con cabello de ese tipo de color no se vuelven canosas. Pero realmente no le presté atención, porque no creía que fuera cierto.

Cuando el señor siente nuestra presencia se aparta de la ventana y nos observa. Al verme, me da la sonrisa más brillante que he visto en mi vida.

Su entusiasmo me contagió; era como ver a un niño viendo abrir un regalo de navidad. Es ese tipo de emoción que a pesar de no ser tuya es inevitable que te contagie.

All the lovers of Hinata Shoyo's lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora