CAPÍTULO 9

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Los siguientes días pasaron sin mucho que contar. En relación a Logan, todo seguía como siempre. En cambio con Owen... No me hablaba. Ni ni él a mi, ni yo a él. Bueno mejor, así tenía un poco de tranquilidad en mi vida. Lo que ninguno podía evitar, eran las miradas cruzadas que compartíamos. Pero exceptuando eso, todo bien. Hasta una semana más tarde.

Un ruido estrepitoso me despertó. Mi teléfono sonaba y no era la alarma, alguien me llamaba. Antes de descolgar la llamada miré la hora. Eran las 3:23 de la noche y un número desconocido quería contactar conmigo:

- ¿Diga? - Pregunté.

En el otro lado no hubo respuesta.

- ¿Hola? - Insistí.

Como nadie contestaba colgué y volví a la cama a dormir.

A las 4:17 volvieron a llamar. Enfadada, me levanté y descolgué el móvil al momento.

- ¿Sabe qué hora es? - Dije en tono firme.

No volvió a contestar nadie, así que me decidí a colgar hasta que oí algo. Un susurro salía del aparato. Me acerqué el teléfono otra vez y dije:

- ¿Qué?

- Maya... - Susurró la voz de un chico.

- ¿Quién es?

- Soy... Owen - Eso fue lo que me bastó para contestarle mal.

- ¿Qué quieres y cómo has conseguido mi número? - Dije elevando la voz.

- Estoy debajo de tu casa, baja.

- Owen, no pienso bajar ¿Sabes que hora es?

- Da igual, baja, tengo que decirte una cosa - Tras decir esa frase me di cuenta de que hablaba de manera un poco rara. Unía palabras. Seguramente iba borracho.

Al principio no tenía ganas de bajar, pero si me tenía que decir algo... La curiosidad me ganó, así que me puse unos pantalones de chándal y una chaqueta, me hice un moño alto y salí.

Al abrir la puerta del portal me quedé anonadada por la imagen que vi: Un Owen totalmente borracho, con un hematoma en el moflete, el labio cortado y marcas lilosas en el cuello, sentado en el banco donde horas antes habíamos estado.

- Owen ¿pero que...? - Me alarmé mientras iba corriendo junto a él.

Cuando llegué a junto suyo nos miramos y yo me perdí en el azul de sus ojos. Coloqué mi mano en el moflete que tenía en perfecto estado, rozándoselo ligeramente. Sinceramente, tenía miedo, es decir, era Owen con quien estaba tratando, el chico más imprevisible y espontáneo del mundo.

Me sorprendió cuando, en vez de apartarme la mano (cosa que haría normalmente), se puso de pie y colocó su mano encima de la mía. Empecé a acariciarlo poco a poco hasta que tiró un poco de mí y acabé abrazándolo. Deslicé mis manos sobre su espalda, por encima de su fina camiseta negra. Él no se movió, solo apoyó su cabeza en mi hombro. Estuvimos así un buen rato y de repente oí sollozos. Owen, el duro e inquebrantable Owen estaba llorando en mis brazos. Empecé a sentir una pena enorme, ya que en el fondo, aceptémoslo, sentía un mínimo de aprecio hacia él. Apreté un poco más el abrazo y él hizo lo mismo. Permanecimos en esa posición algo más de tiempo. Hasta que se separó y me miró. Yo me quedé mirándolo a los ojos hasta que su mirada bajó un poco hacia mis labios. Entonces sin previo aviso me besó. Yo, al principio, me quedé un poco parada, pero después le correspondí. Saboreé sus suaves labios de sabor salado e intenté no tocarle la herida que tenía. Owen incrementó el ritmo y en ese instante desperté. No podía estar pasando eso. No podía besar a Owen. Había sido un error. Me separé y lo miré. Owen, con ojos llorosos, me observaba:

- Maya... - Susurró, para después hundirse en otro abrazo.

Yo le sujeté:

- Vamos a casa Owen.

El chico de mis sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora