Una noche normal para un adolescente normal, Joey se encontraba en su sillón mientras jugaba muy entretenido en el PS4 que su madre le acaba de regalar. Era su cumpleaños y nada mejor que sólo estar de flojo sin hacer nada y sin que nadie lo moleste.Su madre le concedió el deseo de estar solo en casa... aunque sea sólo por ese día, era su cumpleaños y tenían que cumplirle sus caprichos al nene.
- ¡Sí! En toda tu puta cara.- gritó Joey histérico después de ganar una partida por tercera vez.
Estaba ganando bastante rápido para ser un principiante, las únicas veces que había ganado en el Mortal Kombat había sido en la PS de Corey, su novio. Ellos eran más como una relación prohibida a los ojos de sus padres, por lo que verlo seguido era imposible.
El teléfono comenzó a sonar, ¿enserio? ¡Estoy a punto de ganar! Joey se levantó de mala gana hasta el celular en la cocina, para empezar, ¿quién diablos dejá el celular en la cocina? Tomó el frío teléfono y respondió muy agresivo.
- ¿Qué quieren? -
- Desearte un feliz cumpleaños enano.- respondió Paul al otro lado de la bocina, su mejor amigo, al menos recordó su cumpleaños.
- Ah~ yo, perdón por responder de esa manera pero estaba bastante ocupado.-
Explicaciones sobraban, Paul sólo llamó para desearle feliz cumpleaños a su mejor amigo, pero en la mente de Joey estaba presente una sola persona, Corey Taylor.
Ya eran las tres de la tarde y aparte de que Jordison seguía en calzones, no ha recibido una llamada de felicitación de su novio.
Acaso él...¿Lo olvidó? Pero que hijo de puta.
Sin recordar que Paul aún seguía en la llamada, colgó de golpe. Azotando el teléfono de nuevo a su base, corrió hasta el sillón y se dejó caer en éste. Nada mejor para la tristeza que otra partida en el Mortal Kombat.
Las horas pasaban y pasaban, su dedos dolían por presionar mucho el control. Corey aún no llamaba. Alguna que otra lágrima recorría su mejilla y desaparecía en su labios, en verdad le dolía que Taylor, SU NOVIO no llamará para felicitarlo. Le gustaba pensar que él estaba muy ocupado con su tarea de química y que por eso no podía llamarlo.
Sí, claro.
Daban las seis, siete y ocho de la noche. Ni un sólo mensaje. Estaba harto, si Corey no llamaba, lo haría el mismo para reclamarle. Y no, Joey no estaba siendo un dramático, llevaban más de medio año de relación como para este tipo de estupideces.
Muy enojado regresó al teléfono de la cocina, pero, oh sorpresa. Alguien tocó la puerta primero. Cegado por la ira salió de la cocina para ahora ir a la puerta principal y ver de quién mierdas se trataba.
Tan enojado estaba que gritó varias veces para que se fueran, quería estar solo. Bueno no, solo no, quería estar con Corey.
- ¡Mierda ahora no mamá! Es mi día y quiero estar...¡Unas putas horas solo! -
Sin miedo a que alguien lo escuchará o tan siquiera que le importe a la persona detrás de la puerta.
- Bueno amor, yo te traía un pastel.-
- Espera ¡¿qué?! - abrió los ojos completamente, y sin preguntar "¿Quién es?" Abrió la puerta de golpe.